Nicaragua
¿Cómo vieron los ojos adultos a la juventud de abril?
En 2016 muchos dijeron o pensaron
que la juventud nicaragüense era apática, individualista
y ajena a los problemas del país.
Tan sólo dos años después, desde el inesperado abril de 2018,
los vieron pagar con su vida o con la cárcel
la decisión que los autoconvocó a cambiar Nicaragua.
Y protagonizaron un movimiento social que sigue resistiendo.
¿Cómo vieron este giro los ojos adultos?
José Luis Rocha
Cinco organizaciones juveniles universitarias fueron el alma y músculo de la revuelta de abril. Su debut en la escena política nacional no sólo tomó por sor¬pre¬sa a los analistas políticos, también nadó a contracorriente de las críticas que pocos años antes les habían lanzado.
LAS MOTIVACIONES DE LA JUVENTUD
El involucramiento político de la generación milenial fue puesto en cuestión dos años antes de abril, en 2016, por varios analistas nacionales. Las conclusiones de la periodista y feminista Sofía Montenegro, justamente respetada por sus punzantes análisis, causaron revuelo entre algunos jóvenes. Montenegro hacía afirmaciones como éstas: “En contraste con la juventud de sus padres, la de la generación siguiente aparece más sosegada y replegada al interior de la familia, ocupada en estudios y diversión y una participación limitada a espacios deportivos o religiosos…En contraste con la generación de sus padres, que escasamente tuvieron tiempo para enunciar proyectos de vida personales y vivieron su juventud de cara a un proyecto general de cambio y bajo el mandato de la “heroicidad belicosa”, las principales motivaciones para el futuro de los jóvenes post-revolución están vinculadas a la movilidad social, a una aspiración de certidumbre, autonomía, independencia y bienestar económico. Ante el desplome de las instituciones, el cierre de los espacios y la crisis de la política, se han replegado del espacio público y la participación ciudadana al espacio privado y de la familia, apostando por proyectos individuales de vida y de autorrealización…” Estas opiniones ya habían sido sostenidas con anterioridad por una respetable cohorte de analistas. Y fueron tomadas como un dato cierto y firme por otros.
En términos generales, los jóvenes que reaccionaron y quienes los acuerparon, leyeron en estas afirmaciones una acusación de falta de compromiso social y político, y una desubicación de quienes las hacían. Rodrigo Peñalba, uno de los jóvenes, escribió en su blog: “Es muy agotador que desde Internet te digan que no eres suficientemente heroico como lo fuimos nosotros”.
Las afirmaciones de Montenegro coincidían con las de otros analistas de fama mundial. La visión de Leoncini, el interlocutor de Bauman en el diálogo epistolar que dio origen al libro póstumo del sociólogo polaco, es pesimista: “Internet, con sus redes sociales, nos engaña, haciéndonos creer que mediante los ‘me gusta’ y los comentarios podemos realmente modelar y difundir una democracia universal. Pero en vez de eso, lo que creamos no es más que nuestra propia visión personal e individual, que acabará sumándose a otras visiones individuales distintas…A menudo nos imaginamos los comentarios en las redes sociales como ríos compuestos por las mismas gotas de agua, pero se parecen más a un lago con muchísimas gotas de aceite que no logran penetrar en el agua, sólo demostrar que existen de forma individual…”
“EL CATECISMO REVOLUCIONARIO”
Como supuesto explícito de este análisis figura la suposición de que la juventud milenial ejerce la política desde sus teléfonos celulares y en las redes sociales, y que un abismo separa las formas de hacer política antes y después de Internet, porque la tecnología traza una línea divisoria insalvable entre conectados y desconectados. Unos pertenecen a la generación online y otros crecieron en el mundo offline. Bauman señala el peligro de ser online: “Algunos observadores perspicaces han comparado esta sensación divina, tener el control en el mundo online, a la que invade a un niño dejado a sus anchas en una tienda de golosinas”.
Los críticos de los jóvenes parecían haber usado como baremo intemporal del compromiso “El catecismo revolucionario”, publicado en 1869 bajo el nombre del nihilista revolucionario ruso Serguéi Necháyev, aunque se ha atribuido en todo o en parte al revolucionario anarquísta Mijaíl Bakunin. Los criterios vertidos en ese manual lo colocaron los críticos de la juventud milenial en un lado de la balanza para saber si su involucramiento político, textura moral y capacidad de liderar un cambio social daban el peso.
Ese catecismo idealiza a los revolucionarios como hombres dedicados, carentes de intereses personales, relaciones, sentimientos, vínculos o propiedades. Uno de los jóvenes que reaccionó contra las acusaciones de individualismo y alienación tecnológica hacia los milenials, se desmarca intuitivamente de las exigencias de ese catecismo: “Estupidez libre o muerte a las computadoras. (¿Cómo voy a leer Confidencial si no tengo wifi? Cierto. No lo leería por qué me morí en las calles peleando contra el sistema…) Eso quieren los adultos, ésa es la respuesta radical que buscan de nosotros”.
Juzgado a la luz de su influencia, “El catecismo revolucionario” tuvo un éxito que el autor de “El Capital” debió envidiar en su tiempo.
Según las directrices del catecismo, el revolucionario ha de tener un solo pensamiento y pasión (la revolución), ha roto con el orden social y sus leyes y costumbres, desprecia la opinión pública, siempre es severo consigo mismo y con los demás, y su naturaleza “excluye toda forma de romanticismo, así como toda clase de sentimientos, exaltaciones, vanidades, odios personales o deseos de venganza. La pasión revolucionaria debe combinarse con el cálculo frío. En todo tiempo y lugar, el revolucionario no debe ceder ante sus impulsos personales, sino ante los intereses de la revolución”.
La caracterización que el periodista Fabián Medina hace de Daniel Ortega muestra la obsesión del jefe del FSLN por replicar en su vida al revolucionario del catecismo: “Daniel Ortega asume todo lo que hace en la vida como un sacrificio, como parte de su destino. La guerra, ser líder, sentirse preso, no hacer las cosas que hace la gente común, incluso la difícil relación con Rosario Murillo, son parte de su cruz. Es la persona que se refocila en su dolor, que hace penitencia, a veces gratuita e inútil, pero la esgrime como misión en la vida. Él dice que quisiera hacer otras cosas, menos ‘sacrificadas’, pero en el fondo sabe que no tiene nada más que hacer”.
ABRIL CAMBIÓ LA FORMA DE HACER POLÍTICA
En Nicaragua y en abril, la forma de hacer política de los milenials -independientemente de su estrato social- rompió con el paradigma del revolucionario que sirvió de molde a gran parte de los revolucionarios del siglo 20. En parte, esto se debió a que los revoltosos de abril sólo se organizaron a posteriori. Ingresaron a la política a través de un movimiento y fue sobre la base de los eventos de la revuelta que fueron creando cinco organizaciones de universitarios. No ingresaron a la política a través de las clásicas organizaciones revolucionarias que intentaron liderar el cambio social en América Latina durante la segunda mitad del siglo 20. Los universitarios activaron, formaron parte e influyeron sobre un movimiento social, y a su vez fueron influidos por ese movimiento. Y desde ahí cambiaron la percepción que algunos de sus críticos tenían sobre su participación en política.
La polémica duró años. Un hombre que se identificó como Armando Martínez, un sandinista oyente del programa radial donde la comandante guerrillera Mónica Baltodano explicaba sábado a sábado cómo recuperó memorias de la lucha contra la dictadura somocista, reprochaba años después a los universitarios del siglo 21: “Los estudiantes de hoy se han interesado nada más en la lucha universitaria por el seis por ciento del presupuesto. Y los problemas cotidianos de toda la ciudadanía no les importan. No protestan por nada y no hay quien encabece esas luchas”.
El mentís no tardó en llegar. Fue #OcupaINSS en 2013. Los universitarios de Managua salieron a las calles durante días y fueron vapuleados por las turbas del gobierno por defender los derechos de los ancianos sin pensión de jubilación. Pero este episodio no fue todavía un acontecimiento con capacidad suficiente para disipar el espeso halo de apoliticidad, individualismo e incluso falta de cultura con el que algunos adultos veían a las nuevas generaciones. Tres años después de #OcupaINSS tuvo lugar la agria polémica sobre los milenials, en la que participó Montenegro, y el estereotipo del joven indiferente al acontecer político seguía en pie y muy firme.
Este estereotipo fue demolido por los acontecimientos de abril de 2018, que marcaron un antes y un después en la percepción de muchos adultos sobre el involucramiento juvenil en la política.
“SENTÍA FALTA DE INTERÉS EN LA POLÍTICA
Una profesora de una de las varias escuelas de formación política que florecieron estos años en Nicaragua -en la que se formaron varios líderes de la rebelión de abril-, confiesa que se fue creando un juicio cada vez más desfavorable sobre los más de 300 jóvenes que educó en expresión oral y escrita y en análisis de la realidad durante once años.
Al preguntarle qué pensaba de esos jóvenes me respondió: “En la última promoción, que terminó en noviembre de 2017, yo estaba desalentada. Pensé: estos muchachos cada vez van peor. Sentía falta de interés en la política. Aunque todos venían de ejercer algún nivel de liderazgo en alguna organización y alguna experiencia tenían, los veía acomodados. Yo trataba de convencerlos de que ningún liderazgo político es posible si la palabra hablada no es convincente y apasionada y si no leían, si no ampliaban su horizonte con la lectura. Veía que su lenguaje al hablar en público era muy oenegeico: una jerga conceptual no asimilada. Parecían discos rayados cuando los ponía a hablarles a sus compañeros”.
La percepción de una indiferencia a la realidad del país no sólo era una percepción entre los adultos. La líder universitaria Valeska Valle les da la razón: “Nosotros tenemos la culpa de lo que estamos viviendo ahorita porque nunca nos involucramos en aprender de la economía del país, nunca nos involucramos en saber de la política y no nos importaba lo que estaba pasando en la salud, en la educación de los chavalos que van a los colegios públicos. Yo también fui así”.
Una de las tareas de la profesora con la que hablé fue sacarlos del pautado lenguaje oficial de las ONG y enriquecer su vocabulario: “Yo les prestaba libros con ensayos de historia de Nicaragua, de ciencia.. En clase tenían que leer al menos un par de horas en silencio y después hablarles a sus compañeros de lo que habían leído. Al escucharlos me entraba el desaliento. Yo pensaba: su marco es tan breve como un twitter, por eso les cuesta leer y después transmitir lo que leen. A mí me preocupaba porque no concibo a un líder que no lee. Después, en el módulo de análisis de la realidad trataba de que entendieran que analizar no es decir ‘Éste político es un hijueputa y el otro es tuani’. Durante años he tratado de que comprendan que la política no es pura emocionalidad. En su desinterés por la política y en la dificultad por superar ese pequeño contenido que dan las redes, yo veía una involución y la achacaba a las redes sociales”.
Vio también limitaciones en el campo de su compromiso: “Vi que la moral individual y los problemas familiares eran lo que más les interesaba, temas en donde mostraban más capacidad de debate. Pero a medida que ampliaba el nivel del objeto -la comunidad, el país- ya no podían analizar. Mi desaliento me llevó a aceptar que yo moriría sin ver cambiar Nicaragua”.
FALTABAN LAS DESTREZAS
DE LÍDERES DE OTROS TIEMPOS
Es interesante, pero no sorprendente, que una orfebre de la palabra no tomara como criterio de la capacidad de liderazgo de los jóvenes lo que hacen -si salen a las calles, si protestan- sino lo que dicen y cómo lo dicen, y si ese decir refleja un pensamiento analítico. Su crítica conecta con las destrezas que fueron patrimonio de los líderes estudiantiles en luchas pasadas. Su decepción al ver el encapsulamiento de la juventud en las redes sociales no proviene de una crítica al confinamiento en un ámbito físico restringido, sino en un ámbito individualista epistémico, donde no se trascienden las fronteras del yo para llegar a un nosotros más amplio, como la comunidad y el país.
La dicotomía de la que la profesora se vale para explicar dónde estaban las debilidades analíticas de los jóvenes no es racionalidad / sensibilidad, sino sociedad / individuo. Aunque también señala el problema de una pura emocionalidad política, la principal limitación que encontraba en la juventud a la que enseñaba era su incapacidad de transcender el ámbito de los problemas individuales y situarse en el plano social con un lenguaje no prestado del que las ONG han diseminado, el que por un uso frecuente y automático puede convertirse en una coartada para evadir el pensamiento propio y atrincherarse en los clichés. La juventud que conoció carecía de un lenguaje “apropiado”, entendido en sus dos acepciones: un lenguaje hecho propio y un lenguaje adecuado para su auditorio y para la política: convencido y apasionado.
LA ESCUELA DEL TRABAJO VOLUNTARIO
Con otro punto de vista, Sandra Ramos -directora del Movimiento de Mujeres Trabajadoras María Elena Cuadra- valora de forma optimista el involucramiento político juvenil desde antes de abril: “Los cipotes son el actor político emergente en este país. Ese proceso ya estaba en construcción. Los jóvenes estaban interesados en la realidad de Nicaragua desde antes. Vos veías a chavalos y chavalas en los semáforos pidiendo, por ejemplo, para Operación Sonrisa, los mirabas recolectando para el Teletón y para Los Pipitos, haciendo trabajo con Techo… Y los miraba yo aquí en las maquilas: las obreras jóvenes venían y hacían trabajo voluntario con nuestra organización para enseñarles a otras mujeres sus derechos. Todo ese voluntariado no lo hemos logrado reflejar bien”.
La voluntad de rastrear el involucramiento y el activismo de chavalos y chavalas en la política a través del voluntariado es una tarea pendiente. En circunstancias ordinarias eso puede coexistir con regímenes tiránicos y con políticas impopulares, sin alterar el funcionamiento de la Política con mayúscula, la que se refiere a quién toma las riendas del Estado y cómo ejerce el poder. Aun así van creando conciencia. Después de la rebelión de abril, es inevitable revalorizar el rol de los espacios de voluntariado de los que habla Sandra Ramos como expresiones del interés por la cosa pública, potenciales peldaños hacia un involucramiento político de mayor aliento.
“UN PROCESO EN CONSTRUCCIÓN”
Eric J. Hobsbawm sabía que las rebeliones no surgen de la nada y por eso rastreaba sus raíces y su inspiración en las experiencias que sus integrantes tenían en asociaciones, en trabajos colectivos y hasta en lugares de debate tan informales como las tabernas. Y concluía que las organizaciones voluntarias han servido como escuela y núcleo inicial de los movimientos sociales.
Sandra Ramos enfatiza que las diferencias en el abordaje de la política entre su generación y la actual se explican porque su generación fue empujada a ciertas acciones a causa de la guerra. El contexto era muy distinto y condicionaba los métodos de lucha. Su experiencia personal con la juventud también se la da otra perspectiva: “Yo soy mamá de dos jóvenes varones. El menor tiene 27 años. En él yo no miraba eso que decían de la juventud milenial. Mi hijo tenía sus planteamientos y críticas, no muy públicas, pero reales, las que asimilaba en el mundo de los chavalos. También vi avances acá, en el Movimiento María Elena Cuadra, con las mujeres obreras jóvenes. Cuando empezó el régimen de zona franca en los años 90 vimos entrar una generación de obreras ya un poco adultas, con una experiencia que impregnaron en sus puestos de trabajo: no permitían que las humillaran y hubo centenares de huelgas en esas primeras fábricas…Había opresión, pero también ellas tenían respuesta.
Cuando esa generación salió y entró la nueva, las maquilas se llenaron de mujeres y chavalos jóvenes que estaban saliendo de la secundaria o de la primaria, sin completar o ya terminadas. A la maquila iba el sector de la juventud que no tiene más oportunidades de educación en este país y que son lanzados a un mercado precarizado. En esta juventud que llegaba sí miré una acción muy lenta en la defensa de sus derechos. Pero para eso estamos las organizaciones. Empezamos a darles a conocer sus derechos en el mundo del trabajo para que ellas decidieran cuándo defenderlos. Yo he vivido todo ese proceso, que sigue en construcción”.
Aunque las nuevas generaciones parecieran menos politizadas, Ramos recuerda OcupaINSS como un estallido de compromiso juvenil lleno de significado: “Allí se dio una vinculación entre lo económico, lo laboral y lo social. ¿Por qué estallaron los chavalos por un problema de adultos? Porque los adultos no salimos a defender a los ancianos creyendo que eso no era asunto nuestro. Muy en su interior, seguro pensaban los jóvenes de Ocupa INSS que ellos serían profesionales y enfrentarían un día ese mismo problema. O los empujó lo que se ve y se habla en la familia. Se involucraron por sus vínculos con sus abuelos. Se pusieron en su piel y eso significa que nunca fueron ajenos a la realidad de este país”.
“NUNCA HE CREÍDO QUE SON APÁTICOS”
Una posición hasta cierto punto intermedia entre la de la profesora desalentada y la de Sandra Ramos -aunque no equidistante- es la de Karla Lara, profesora de la Universidad Centroamericana (UCA): “Los estudiantes estaban involucrados en muchas actividades sociales. Desde que soy docente nunca he creído que los estudiantes son apáticos. Creo que las formas con que se quiere que ellos reaccionen están condicionadas por los comportamientos que los adultos tuvieron en algún momento de su propia historia. Pero no se detienen a analizar el contexto actual y cómo es la ju¬ventud de hoy. Cuando pasó OcupaINSS los estudiantes dieron una muestra altísima de dignidad, coherencia y valores. En ese momento empezó su despertar, o mejor que despertar, su incidencia en la política pública”.
Karla Lara sabía, veía en la Universidad, que en algunos ámbitos los jóvenes estaban activándose en política a medida que se hacían cargo de programas de radio, asistían a conferencias y elegían asuntos sociales y políticos como temas para sus monografías de graduación.
LA REBELIÓN – REVELACIÓN DE ABRIL: “YO LES PEDÍ PERDÓN”
Y entonces llegó la rebelión de abril. Varios informantes reconocen la revelación que fue la súbita emergencia de la juventud en las calles como cuerpo y alma del movimiento 19 de Abril.
La profesora de formación política a la que entrevisté recuerda una conversación con una de sus alumnas que participó en el levantamiento: “Usted, me dijo ella, fue muy dura y crítica con nosotros. Y yo le reconocí: Me arrepiento, ustedes han sido más valientes de lo que yo nunca me pude imaginar”.
En abril su percepción sobre la juventud dio un vuelco. No fue la única en experimentarlo. La líder campesina Francisca Ramírez recuerda: “Antes de abril hacíamos muchas críticas a los universitarios porque se miraba que estaban apáticos, como que no les interesaba su patria. Cuando la concesión canalera fue entregada mirábamos que había sido entregada la soberanía de Nicaragua y mirábamos a muchos jóvenes que no decían nada. Pensamos que los habían ganado para la mentira. Al gobierno de Ortega le convenía tener dividido al pueblo. A unos les daba esperanzas y les decía que el proyecto del canal era la salida de la pobreza. Y a los campesinos nos dio lo más triste, íbamos a ser despojados de nuestras tierras porque la ley 840 decía que iban a ser entregadas a un chino. Vimos que los jóvenes no nos daban apoyo y que no estaban informados”.
Después de abril Francisca Ramírez cambió su percepción sobre los jóvenes y su involucramiento en la política: “El gobierno siempre trató de dividir al pueblo, pero vimos que no lo consiguió. Creíamos que los jóvenes estaban sometidos a sus mentiras y no fue así. Hoy sentimos que fallamos porque ellos sí estaban informados de lo que se venía viviendo en Nicaragua. Yo en muchas ocasiones les pedí perdón al ver que fue tanta la valentía de muchos jóvenes universitarios que perdieron la vida y muchos otros en las cárceles por ver una Nicaragua libre. Muchas críticas fueron hacia los jóvenes. Tal vez buscábamos cómo hacer foros con los jóvenes y casi no participaban. Pero era falso que eran apáticos, estaban informados. Al incendiarse la reserva Indio-Maíz, ellos dijeron ¡basta ya! Y esa fue la voz que nos inspiró un futuro y una esperanza de que Nicaragua no terminara en la esclavitud que el gobierno de Ortega iba construyendo. La participación de los jóvenes en la rebelión de abril fue para los nicaragüenses una esperanza. La juventud demostró ser la reserva moral del país porque con mucha valentía alzaron su voz para no seguir sometidos. Decidieron perder sus clases y su año de estudios y gracias a ellos vamos a tener una patria libre y una democracia”.
“ES SORPRESA PORQUE ES AUTOCONVOCADO”
La investigadora y experta en seguridad Elvira Cuadra había escrito en 2011: “Los jóvenes entre 16 y 19 años, especialmente los de nivel socioeconómico medio alto y alto, son los que están menos dispuestos a sacrificarse por una causa… Una de las características de los tiempos modernos y de la juventud es la falta de interés en la política…Esta cultura parroquial se conjuga con un conjunto de valores materialistas que expresan el ansia de los jóvenes por mayores y mejores oportunidades de inserción social y económica, además de las expectativas de realización de un proyecto de vida personal”.
Después de abril de 2018 Cuadra no vaciló en reconocer que también esa juventud estaba al frente de la revuelta: “El movimiento de protesta está liderado por jóvenes estudiantes nacidos en la post-revolución…La ola de movilización y protesta social protagonizada principalmente por jóvenes universitarios tomó por sorpresa al gobierno, a la sociedad nicaragüense y a la comunidad internacional”. También a Cuadra: “El movimiento social ha causado sorpresa porque es autoconvocado y liderado por jóvenes estudiantes hasta ahora totalmente desconocidos. Ellos provienen de tres generaciones nacidas en la post-revolución. Son jóvenes que nacieron después de la guerra y la revolución, creyendo que Nicaragua era una democracia y los ciudadanos sujetos de derechos. Su aparente apatía y desinterés en la política en realidad expresaba un fuerte rechazo a los actores y a la política convencional”.
“SON LA RESERVA MORAL DEL PAÍS”
El periodista Julio López subrayó ese giro: “La acusación de que se trataba de jóvenes apáticos, insensibles, indiferentes y poco comprometidos con los problemas de la sociedad nicaragüense al no interesarse en la política, han quedado en el pasado…Hoy los jóvenes han llegado a la conclusión de que si no hay un cambio en el país los proyectos personales no son posibles”.
El ingeniero y analista político Fernando Bárcenas aplaudió el liderazgo de los jóvenes: “Son los jóvenes valientes quienes, si acaso hay condiciones, deben dirigir el diálogo directamente con Ortega. El resto de advenedizos sobra”. El periodista Carlos Fernando Chamorro también consignó ese liderazgo: “La salida de la dictadura por la vía pacífica sólo será posible si a la par del diálogo nacional se mantiene el estado de movilización que ha liderado el movimiento estudiantil autoconvocado… La envergadura de la reacción popular llegó sin aviso, cuando un grupo de jóvenes universitarios y decenas de adultos mayores se autoconvocaron en una protesta pacífica…”
La valoración de los jóvenes y su rol en la política nacional dio en abril un giro de 180 grados respecto de las opiniones diseminadas durante la polémica de dos años antes. Jerarcas de la iglesia, políticos, analistas y activistas no vacilaron en emitir encendidos elogios a los jóvenes que despertaron a todo el país. El estereotipo del joven apático e individualista fue suplantado por el estereotipo del joven audaz, comprometido, con elevada sensibilidad social y generoso.
El obispo auxiliar de Managua Silvio Báez los consideró “la reserva moral del país” y afirmó que habían impulsado una “revolución ética”. “Yo siempre creí -dijo- que esta sociedad iba a despertar porque aquí había problemas estructurales sociales, políticos y económicos de fondo. Los jóvenes despertaron a toda la sociedad para darse cuenta de que Nicaragua podía ser distinta y podía ser mejor”.
“ESTAMOS ASUSTADOS DE LO QUE HEMOS HECHO”
¿Cómo se involucraron los jóvenes en la lucha y cómo manejaron ese involucramiento? Casi desde el primer momento el gobierno sostuvo la tesis de una confabulación golpista, un re¬lato en el que las calles habrían sido tomadas por un grupo “minúsculo” que no representaba el verdadero sentir de los nicaragüenses. Esa tesis recibe un primer mentís con un conteo a ojo de buen cubero de la masiva participación de la población de todas las clases y edades en manifestaciones masivas por las ciudades más importantes del país y en expresiones callejeras que vimos por todas partes.
Militantes del FSLN también sostuvieron la tesis de que la rebelión fue dirigida por un liderazgo soterrado de políticos “de la derecha” coludidos con el gobierno de Estados Unidos y hasta con el Fondo Monetario Internacional…
Los rebate Sandra Ramos: “¿Decime qué partido los dirigió? No hay ningún partido aquí que mueva semejante cachimbo de gente. Los chavalos fueron sus propios líderes. Que el gobierno no esté buscando líderes en otros lados pensando que esto fue dirigido. Esto fue un levantamiento que nació de una conciencia de derechos generada en el seno de los estudiantes. Porque en las universidades se habla de derechos, no se habla sólo del bacanal. Y si los chavalos van al bacanal es porque ése es su derecho”.
Al inicio, los jóvenes se involucraron en la protesta contra la reforma a la seguridad social -sostiene Sandra Ramos- porque todos saben que si trabajan cotizarán y tendrán una jubilación. Se involucraron por su futuro, pero mucho más por la imaginación empática que les insufló rabia al ver golpeados a los ancianos. Después la historia les exigió más.
Si una marcha se convierte en movilización social, ¿qué hace de una protesta puntual un movimiento social? Esa evolución es imposible de vaticinar porque en gran medida depende de la capacidad de convencer a otra gente y de la reacción del grupo contra el que se protesta.
La profesora con la que hablé recuerda: “Cuando inició lo de abril, una de mis alumnas me hizo llegar este mensaje: “Díganle a la profe que yo estoy en la calle por lo que ella nos enseñó”. Después busqué a esa chavala y le dije: ¿Ustedes sabían lo que estaban haciendo? ¿Se dieron cuenta de que abrieron una ventana que nosotros no podíamos abrir? Y ella me respondió:“Nunca nos lo imaginamos. Para nada. Estamos asustados de lo que hemos hecho”. Eso da idea de lo que aquí pasó: no puede haber una conspiración si los que se lanzan a conspirar no son plenamente conscientes de lo que están haciendo”.
“NOS HEMOS LEVANTADO
POR DEFENDER A LOS CHAVALOS”
Ramos explica el sorprendente estallido social de abril porque está enraizado en los valores del ser nicaragüense y sostiene que esas raíces se pueden rastrear a lo largo de la historia del país: “El universo de los nicas tiene una característica que no la tienen todos los centroamericanos. Somos muy afables: si podemos protegerte, te protegemos. Si te podemos ayudar, te ayudamos. Y ese hallazgo se debería aprovechar más en los análisis para que el análisis se haga desde el ser humano”.
“¿Quiénes somos los nicas realmente? -dice-. ¿Por qué explotamos en abril de esta forma? ¿Por qué explotamos ante la violencia masiva contra nuestros derechos, sobre todo contra el derecho a la vida? Mirá, tres veces el pueblo de Nicaragua se ha levantado por defender a los chavalos. Porque vemos en ellos a nuestros hijos, así como ellos vieron a sus a¬buelos en los ancianos agredidos”.
“Cuando estábamos en lucha contra la dictadura somocista, yo vi levantarse a este pueblo, y no para defender a la guerrilla sandinista, sino para defender a los chavalos. El pueblo se levantó cuando la guardia somocista empezó a secuestrar a los chavalos, igual que ahora. Los capturaba y los desaparecía en la Cuesta del Plomo. La gente se levantó por eso: al ver en los barrios un montón de chavalos golpeados, asesinados y quemados”.
“El segundo levantamiento que miré yo fue el de los años 90. Fue una lucha pacífica por el voto. Recuerdo que este pueblo le pedía al Frente Sandinista que cesara el Servicio Militar Patriótico, que se volvió obligatorio en los últimos años, y en el que morían los chavalos. Y el cese del servicio militar lo iba a anunciar este hombre, Daniel Ortega, pero él se engalló -era “el gallo ennavajado”- porque creía que todo este pueblo lo apoyaba. Y no dijo lo que tenía que decir. Y yo vi cómo la gente dio la vuelta en redondo. Otra vez pasó: el pueblo se levanta cuando sus chavalos están siendo masacrados, y masacrados estaban siendo en la guerra de los años 80".
“Este pueblo protege su futuro. Y si me preguntás a mí por qué me levanté yo personalmente ahora en abril, te diré que porque vi en esas criaturas que mataban a mis propios hijos, a mis hijos cuando eran estudiantes y peleaban por el se¬is por ciento para las universidades. Me levanté cuando vi que la policía les sacaba los ojos con balas de goma a los chavalos. El pueblo volvió a levantarse. Se levantó Wiwilí, Muelle de los Bueyes, Rancho Grande…sitios que están largo¬ y donde no hay universidades. El movimiento campesino ba¬jó de la montaña a defender a los chavalos y por ellos se movió”.
Abril se explica por la imaginación empática: la protesta puntual evolucionó en movimiento social porque hubo una feroz represión y por el contraataque de la gente, que vio en los muchachos y muchachas a sus hijos y a sus hijas. El movimiento social surgió de la defensa de la juventud.
Carlos Fernando Chamorro lo afirma con otras palabras: “La brutalidad de la represión desatada por las fuerzas de choque del gobierno, protegidas por la Policía, generó un estado de indignación, alimentado por las imágenes de jóvenes y adultos heridos, periodistas vapuleados y asaltados”. Lo remacha la comandante guerrillera Mónica Baltodano: “En la Universidad Politécnica, en la UPOLI, enclavada entre barrios populares, la Policía no pudo desalojar a los estudiantes: la población levantó barricadas para proteger a centenares de jóvenes que se refugiaron en las aulas”. Y así fue. La gente de los barrios, incluso los campesinos, se fueron sumando a la defensa masiva de la juventud.
“NO QUEREMOS EL CAUDILLISMO
DE UN HOMBRE FUERTE”
La falta de un liderazgo tradicional y firme en la juventud que promovió la rebelión suscitó posteriormente críticas contra ellos, relacionadas con la concepción del liderazgo. Las críticas resucitaban la vieja dicotomía de la izquierda sobre organización o espontaneidad de las masas. Cuando el periodista Jon Lee Anderson le preguntó quién estaba al frente de la Alianza Cívica, Lesther Alemán le respondió: “No hay líder por miedo a sucumbir al caudillismo, a ser gobernados por un hombre fuerte. No queremos repetir lo que ha ocurrido en este país”. No fue la primera vez ni la última en la que un miembro de la Coalición Universitaria renegara del liderazgo de viejo cuño. De hecho, poco antes de partir al exilio varios de esos líderes confirmaron su posición de “voceros” y no de “líderes” del movimiento universitario, enfatizando su rechazo al caudillismo.
El crítico más acérrimo de esta posición fue Fernando Bárcenas, con sólida formación política. Escribió: “Es lamentable que representantes estudiantiles no sepan diferenciar, conceptualmente, un dirigente, o bien un líder, de un caudillo. Los representantes estudiantiles dicen que aborrecen el caudillismo y se definen como voceros, no como dirigentes. Lo que importa no es lo que aborrecen, sino construir una dirección centralizada y coherente, que es esencial en cualquier lucha”.
Resuena aquí un eco de la crítica que había lanzado la profesora: cómo pasar del “Éste es un hijueputa” a una posición más analítica, que en esta coyuntura -a juicio de Bárcenas- se debe expresar en análisis más sólidos y también en un liderazgo centralizado. También resuenan en su crítica ecos de la que Engels lanzó a un Bakunin en exceso exultante con el anarquismo de la Comuna de París. Bakunin sostiene que la aplicación de sus ideales anarquistas preservó a la Comuna del virus autoritario. Engels replicó: “No conozco nada más autoritario que una revolución. Fue la falta de centralización y de autoridad lo que costó la vida a la Comuna de París”.
CÓMO SON LOS LIDERAZGOS
DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
En textos anteriores Bárcenas había insistido en otros aspectos vinculados al liderazgo. Defendió la necesidad de una teoría que orientara la lucha: “Para una conducción revolucionaria de la lucha no basta que los estudiantes y los campesinos sean extraordinariamente valientes, honestos, incorruptibles, inteligentes, dispuestos al sacrificio. Se requieren, en especial, principios políticos revolucionarios, una teoría revolucionaria que oriente la praxis”. Y abogó por la planificación de una estrategia: “La falta de método y de objetivos claros favorece al estatus quo, al orteguismo…El repudio estudiantil al orteguismo debe expresarse en posiciones políticas con coherencia ideológica. Por ahora, la espontaneidad del movimiento, sin un programa de cambios que involucre a la nación, es su mayor debilidad”.
Las críticas afirmaciones de Bárcenas fueron la mejor argumentada defensa del vanguardismo. Sin embargo, el hecho de que los jóvenes de la Coalición Universitaria hayan tenido un marcado rechazo a erigirse en vanguardia no se debe sólo a¬ una particularidad cultural de esta generación o a un resurgi¬miento del romanticismo anarquista. Los movimientos so¬cia¬les son un tipo de fenómeno donde no hay lugar para las van¬guardias. Y si acaso lo hay, será para una multitud de liderazgos dispersos.
Así ha ocurrido en otros movimientos sociales. Después de la revolución de julio de 1789 en Francia uno de los insurreccionados respondió al policía que le interrogaba sobre los líderes que los dirigieron hacia el Palais Royal que “ellos no tenían dirigente y que cada hombre era tan libre como los otros”. En Nicaragua, después de abril lo cierto fue que hubo múltiples tipos de líderes, como lo fueron el universitario de 20 años Lesther Alemán o la comerciante del Mercado Oriental Irlanda Jerez.
En los movimientos sociales hay una pluralidad de liderazgos difícilmente rastreables. Sidney Tarrow sostiene que “los movimientos rara vez se encuentran bajo el control de un líder o una organización únicos. ¿Cómo pueden, pues, man¬tener desafíos colectivos frente al egoísmo personal, la des¬organización y la represión del Estado? Este es el dilema que viene ocupando a los teóricos de la acción colectiva y a los estudiosos del movimiento social a lo largo de las últimas dé¬cadas”.
“NO ESTAMOS CRIANDO CAUDILLOS”
Bárcenas reprochó la ausencia de liderazgos y estrategias. Pero esa carencia de liderazgo es una estrategia. Y así lo explica Valeska Valle: “Nosotros no estamos criando caudillos. Y eso tiene loco a Daniel Ortega y al régimen. Si él me agarra a mí mañana, tengan por seguro que hay otra chavala que va a salir a las calles y va a seguir gritando. Aquí no sólo está Lesther Alemán, Valeska Valle y otros pocos. Aunque somos caras conocidas, si nosotros no estuviéramos, hay más líderes en los departamentos y en Managua que van a seguir en esta lucha. Tendría que construir veinte cárceles, veinte Chipotes y meternos ahí a todos. Pero aunque nos agarre, no puede terminar con la lucha. Y eso lo pensamos ya nosotros”.
No es la primera vez ni será la última en la historia que esto sucede así. Cuando los destructores de máquinas recorrían la campiña inglesa en 1830, a menudo negaban tener un líder y decían “Somos uno solo”. Los teóricos de los movimientos sociales tienen la misma percepción que se formaron de manera intuitiva los jóvenes nicaragüenses cuando afirman: “En lugar del partido centralizado de Lenin hoy reconocemos la necesidad de estructuras de movilización más elásticas”. Eso mismo ocurrió en Guatemala durante el levantamiento de 2015. Según Miguel Ángel Sandoval, “salimos a la calle sin liderazgo visible o reconocido, sin proclamas, sin la¬ presencia de partido político alguno o de alguna organización social, sin las viejas ideas”.
En Nicaragua y en abril la oportunidad de iniciar esta movilización social vino dada por la imaginación empática activada por la represión desmesurada del gobierno. El movimiento no esperó las condiciones propicias -la agudización de las contradicciones- ni las produjo a fuerza de voluntarismo. Lo de abril nació como movimiento social cuando diversos sectores sociales, de múltiples clases, de varias generaciones, fueron movidos por la indignación ante la represión. Y como escribió Carlos Monsiváis, “la indignación no es un mal principio organizativo”.
Las teorías de la acción colectiva y las revueltas han avanzado en dirección de sostener que la carencia de una vanguardia es un signo positivo. Los jóvenes nicaragüenses rechazaron el liderazgo vinculándolo al caudillismo porque sabían que ellos no eran representantes en un sentido tradicional y porque habían tenido que vérselas sobre la marcha con numerosos liderazgos locales que no podían ni pretendían controlar. Quizás cuando se decían “voceros” y no “líderes” lo que pesó en ellos fue la conciencia que tenían de estar inmersos en una fuerza social que nunca iban a controlar, conducir ni representar como solían pretender hacerlo las vanguardias revolucionarias de otros tiempos.
EL MITO DE LA NICARAGUA HEROICA
La profesora con la que hablé señaló también que “en la rebelión hubo mucho del mito de la Nicaragua heroica, pero una cosa es ser héroe, otra cosa es ser líder y otras cosa es ser ca¬paz de conducir un proyecto”.
Ciertamente, el movimiento social surgido en abril estuvo lleno de actos heroicos que tenían que ver más con la cultura de los nicaragüenses heroicos que con estructuras organizativas. Según el antropólogo David Kertzer, la acción no nace de los cerebros de los organizadores, sino que se inscribe y transmite culturalmente, como ocurre con los rituales religiosos: “Las convenciones aprendidas de la acción colectiva forman parte de la cultura pública de una sociedad”.
En la revuelta de abril los términos de la lucha -de su propaganda y de su intelección- son una amalgama de concepciones que van desde el lenguaje de la izquierda de los años 80 o incluso de antes, hasta el lenguaje del catolicismo y su escatología, pasando por los términos acartonados de las ONG. Este discurso, como diría Gramsci, está formado por las “combinaciones espontáneas de un determinado ambiente de producción material, con la casual aglomeración de elementos sociales dispares”. Los dirigentes trabajan sobre ese material y están empapados de él.
El mito de la Nicaragua heroica “orientó” las formas de la lucha iniciada en abril. Kertzer hace notar que el poder se asienta sobre rituales y también se socava con rituales. Por eso las luchas sociales no sólo se miden con el cálculo del costo-beneficio y el montaje de una maquinaria eficaz, también se miden con el manejo y el impacto simbólicos. Sin duda ayudaron Twitter y Facebook, pero también hubo “símbolos identificables extraídos de marcos culturales de significado”. En Nicaragua hubo una amplia gama de símbolos: religiosos (católicos), políticos (revolucionarios, sandinistas) y nacionalistas (la bandera). Ante esto, los jóvenes de la Coalición no podían arrogarse la dirección de una miríada de iniciativas salpicadas por tan amplia cantidad de símbolos de diversa raigambre.
LA ESPONTANEIDAD Y LA DIRECCIÓN
EN LA REBELIÓN DE ABRIL
En apoyo del señalamiento de Bárcenas podemos repetir la afirmación de Gramsci: “Descuidar -y aún más, despreciar- los movimientos llamados ‘espontáneos’, renunciando a darles una dirección consciente, a elevarlos a un plano superior insertándolos en la política, puede a menudo tener consecuencias serias y graves”.
Sin embargo, Gramsci era consciente de que la “dirección” de un movimiento no es un asunto que pueda determinarse por el voluntarismo de un grupo de dirigentes. Por eso planteó el dilema de la espontaneidad o la dirección consciente de las luchas sociales y cuestionó a los puristas de los dos extremos.
Hay en los grupos que participaron y participan en el levantamiento contra Ortega un alto grado de espontaneidad. Sus actos son espontáneos “en el sentido -diría Gramsci- de no debidos a una actividad educadora sistemática por parte de un grupo dirigente ya consciente, sino formados a través de la experiencia cotidiana iluminada por el sentido común, o sea, por la concepción popular tradicional del mundo”.
Sin embargo, ese sentido de la espontaneidad no aplica enteramente porque muchas de las muchachas y muchachos pertenecían o habían pertenecido a grupos organizados -feministas, colectivos de mujeres, ONG, grupos parroquiales y religiosos, tanto católicos como evangélicos, incluso a la Juventud Sandinista- y en ellos habían recibido una formación ideológica y un entrenamiento organizacional para manejar procesos colectivos. Quizás en algunos casos la repetición del discurso de las ONG era automático e irreflexivo. Pero en otros casos, como para las feministas y para la comunidad LBGT, les iba la vida en ello. La afiliación a grupos formales o semiformales deja algún tipo de sedimento. El movimiento de abril no partió de cero, sino de redes sociales pre¬existentes, de una infraestructura organizativa que hizo “posible la transformación de la acción colectiva episódica en movimientos sociales”, como lo define Tarrow.
Los jóvenes que participaron en la revuelta de abril hablan de espontaneidad porque esa afirmación es ahora, tanto como lo fuera en tiempos de Gramsci, “un estimulante, un energético, un elemento de unificación en profundidad; era ante todo la negación de que se tratara de algo arbitrario, artificial, y no históricamente necesario... Esa unidad de la ‘espontaneidad’ y de la ‘dirección consciente’, o sea, de la ‘disciplina’, es precisamente la acción política real de las clases subalternas en cuanto política de masas y no simple aventura de grupos políticos que se limitan a apelar a las masas”.
Los jóvenes de abril, a la luz de su experiencia en la rebelión, le dieron un sentido no vanguardista a esa “dirección consciente” y quisieron evidenciar lo que era al mismo tiempo una ruptura con la cultura política y una versión más apegada a lo que estaba siendo su ejercicio de liderazgo.
La idea de vanguardia connota un control sobre las acciones de las masas. Y si el activismo radical en Estados Unidos ha tenido la pretensión de que los activistas “deben tener un cierto nivel de control sobre el flujo de los acontecimientos”, ésa no fue ni la experiencia ni la decisión en la juventud nicaragüense. “Estamos asustados de lo que hemos hecho”, como dijo a su profesora la alumna de la escuela de formación política. Y es que en eso precisamente consiste un movimiento social.
EL PESO DE LA CULTURA NICARAGÜENSE
La revuelta de abril ha sido reveladora, tanto o más que otros acontecimientos sucedidos en el país o en otros lugares, ésos que sacan a la luz lo mejor y lo peor de los seres humanos y de las sociedades.
Sin embargo, hay que tomar con precaución las valoraciones que se hacen al calor de su hoguera, porque tienen una mezcla de proyección, de valoración con baremos anacrónicos, de recuperación retrospectiva…Las circunstancias excepcionales que fueron el prólogo de esta rebelión también dan lugar a comportamientos excepcionales, donde los elementos contingentes juegan un gran rol que puede ser efímero.
La profesora con la que hablé identifica algunas señales positivas de que ha habido avances, pero insiste en que no necesariamente indican que los jóvenes se hayan hecho expertos en política. “Las ONG -dice- critican el exceso de adultismo, pero los jóvenes no lo saben todo porque no lo han vivido y mucho menos lo han leído. El comienzo de la rebelión fue heroico. Después hubo momentos en que me parecía que andar en las marchas era como una moda y ya sabemos lo que seguir la moda es para la juventud: ¿cómo voy a estar yo fuera de esto? Hubo un momento en que temí que esto se quedara en la camiseta y en andar en las marchas en grupo, con la pitoreta y sacándose selfies… Sentí temor porque los jóvenes no iban a saber cómo manejar algunas cosas: la seguridad, los infiltrados del gobierno. Yo creo en aquello de ‘dale poder a alguien y verás quién es’ y por eso creo que darle poder a un joven es un riesgo enorme. ¿Lo sabrán manejar?”
Ella y otros observaron con alarma la reunión de los jóvenes nicaragüenses con políticos del partido de extrema derecha ARENA en San Salvador. Las divisiones por protagonismos y por rivalidades superficiales han sido otra fuente de alarma. La juventud que se rebeló ha descubierto sobre la marcha muchos de los errores que hicieron inviable la continuidad del atrincheramiento en la UPOLI. La proliferación de infiltrados hizo aguas la toma de esa universidad. La falta de una comunicación franca y la competencia por liderazgos han sido reconocidas por los jóvenes, incluso más veces que las mencionadas por sus críticos adultos. Otro tanto ocurre con la reproducción de los valores individualistas y patriarcales.
La profesora Karla Lara toma distancia de estas críticas de los adultos: “No vas a cargarle a los jóvenes toda la responsabilidad. El que busquen tener acceso a más conocimientos los compromete. Pero la apatía o el individualismo no es un problema sólo de los jóvenes”. Un comentario que resitúa la polémica al mostrar que los adultos han caído en la falacia de la media tabla: atribuir a los jóvenes los rasgos generalizados en la cultura nicaragüense.
Por otra parte, asoma la probabilidad de que las muchachas y muchachos hayan sido reevaluados y revalorados por un sector de adultos al ver que por fin hicieron lo que los adultos esperaban que hicieran, porque en el sistema de valores de los adultos -obviamente introyectado en la juventud- lo que hicieron es lo que debían hacer y lo que a la juventud heroica le correspondía hacer. Y desde esta visión, también reciben reproches -como los de Bárcenas- cuando no hicieron todo lo que debía hacerse o no lo hicieron como debía hacerse.
“HICIERON TEMBLAR A LA DICTADURA”
No todo han sido reproches. Han recibido también comentarios elogiosos por todo lo que de ruptura hay en su forma de conducir o inspirar la lucha. Las filtraciones de adultismo, sus mitologías y proyecciones quizás son inevitables. Las rupturas con la vieja tradición han sido una nueva adquisición que quizás se incorpore a la cultura política nacional. En cualquier caso, ambas son el material sobre el que se asentó esa conexión intergeneracional que hizo posible el movimiento de abril y que ahora suscita el reconocimiento y la esperanza de muchos.
También la veo en la profesora con la que hablé: “Nadie podía imaginar que iba a haber tantos jóvenes dispuestos a morir en las calles, nadie lo imaginó. Tampoco la dictadura. La juventud la hizo temblar. Esto empezó porque hubo jóvenes que se enfrentaron valientemente a los antimotines. ¿Alvarito Conrado sabía lo que iba a hacer? Ni se lo imaginó. Esto empezó porque no nos imaginábamos que los antimotines iban a tirar a matar, como lo hicieron. Si no se entiende cómo empezó esto, no se entiende nada. Tanto valor de los chavalos, tanta represión del gobierno…Esto fue la cultura heroica de Nicaragua activada sin medir las consecuencias. Hoy sé que los muchachos y las muchachas a las que enseñé algo de pensamiento crítico despertaron a toda Nicaragua. Y ya me puedo morir tranquila. Aunque no vea salir a Daniel Ortega, vi salir a los muchachos”.
INVESTIGADOR ASOCIADO DEL INSTITUTO
DE INVESTIGACIÓN Y PROYECCIÓN
SOBRE DINÁMICAS GLOBALES Y TERRITORIALES
DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR DE GUATEMALA
Y DE LA UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA
JOSÉ SIMEÓN CAÑAS”DE EL SALVADOR.
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