El Salvador
Al tope... para negociar: la estrategia del FMLN
Una ofensiva del calibre de la del 11 de noviembre de 1989, con la consigna "¡Al tope y punto!" ¿es la expresión de una voluntad militarista o es parte esencial de una estrategia negociadora? ¿Qué balance puede hacerse de la primera fase de esta ofensiva, aún no concluida? ¿Qué cambió en El Salvador con esta espectacular demostración
de fuerza guerrillera?
Equipo Envío
¿Por qué quiere negociar el FMLN? ¿Por qué le es imposible derrotar militarmente al ejército salvadoreño? ¿Porque las soluciones negociadas son el camino político impuesto a las revoluciones latinoamericanas por la perestroika soviética? ¿Porque no existe otra táctica para la toma del poder
A estas y a otras preguntas de la actual coyuntura salvadoreña responde el Comandante Jesús Rojas, integrado a la lucha desde los años 70 e incorporado al trabajo político entre el campesinado y a la organización de milicias populares desde 1974. Después de varios años dirigiendo un frente guerrillero en Chalatenango, Rojas es hoy miembro de la Comisión Político Diplomática del FMLN.
"La idea de la solución negociada nació con el FMLN"
ENVIO - Aunque el FMLN ha insistido en que el objetivo de la ofensiva militar del 11 de noviembre fue forzar una negociación con el gobierno de ARENA, muchos no vieron en la ofensiva más que la tendencia militarista de la guerrilla salvadoreña...
ROJAS - La ofensiva del 11 de noviembre no es algo aislado de lo que ha sido siempre nuestra estrategia. Y el FMLN no ha estado interesado nunca en que nuestro pueblo tenga que pagar los elevados costos sociales, humanos, materiales y políticos que ha significado el desarrollo de una guerra civil, de una guerra popular. Pero la guerra nos la han impuesto al no dejarnos otro camino para luchar por hacer justicia de la mayoría de nuestro pueblo.
Aunque ahora y siempre hemos querido un camino razonable y civilizado, nos hemos enfrentado permanentemente a una política genocida, a la represión y a la persecución. En El Salvador las organizaciones populares y la oposición política han sido siempre perseguidas y fue por eso por lo que nos vimos obligados a alzarnos en armas y a conformar un ejército guerrillero que ha creado en El Salvador una situación de doble poder, situación que ya ha sido reconocida en la más reciente resolución de la asamblea general de las Naciones Unidas, que considera al FMLN parte de un conflicto "interno", refiriéndose al protocolo 2 de los acuerdos de Ginebra, donde se habla de este tipo de conflicto en el que hay dos partes enfrentadas, que tienen iguales derechos e iguales deberes. No estamos en guerra porque nos guste la guerra sino porque sólo nos dejaron ese camino. Eso es tan real para todo nuestro pueblo como para el proceso personal que hemos vivido cada uno de nosotros como individuos.
ENVIO - Otros opinan que la insistencia en la negociación no es más que la expresión de la debilidad militar del FMLN, de su convicción de que derrotar al ejército salvadoreño es una meta imposible... ¿Cuándo llegaron ustedes a la idea de que era necesario negociar como única salida de la guerra?
ROJAS - En realidad, desde siempre hemos tenido esa idea. Nunca existió en el FMLN la idea de que lo óptimo era ganar la guerra por la vía militar. Lo óptimo siempre nos pareció lograr una real transformación de nuestra sociedad, en la que se superen las injusticias, y conseguir eso por el camino menos doloroso. Desde que nacimos como organizaciones político-militares hemos buscado ese camino. En toda la década del 70 privilegiamos las formas de organización popular, de lucha reivindicativa, de lucha de calles y fueron ellos los que nos cerraron totalmente esos caminos con la represión empujándonos así al levantamiento en armas como único medio de defensa. A estas alturas nadie duda de que si no existiera el FMLN no habría ninguna posibilidad de aspirar a la democracia, a la justicia social y a la paz en El Salvador.
La idea de una solución negociada para resolver el conflicto salvadoreño existe prácticamente desde que nació el FMLN, cuando se hace la unidad de las 5 organizaciones que ahora conformamos el FMLN. La negociación es para nosotros un planteamiento estratégico. La estrategia del FMLN es político-militar, nunca ha sido meramente militarista. Desde los primeros años de guerra, abrir una mesa de diálogo con la otra parte - el gobierno y el ejército, también con la participación de los Estados Unidos- ha sido nuestro planteamiento. La primera iniciativa para ese diálogo negociador la lanzamos ya en 1981.
Pero la idea de que el FMLN podía ser derrotado militarmente fue la que impuso la administración Reagan, que elaboró toda su estrategia contra insurgente con el fin de derrotarnos militarmente y eliminarnos totalmente del escenario político salvadoreño. Ellos tuvieron la convicción de que lo conseguirían a corto plazo. En el 81 hablaban de que a fines de ese año nos tendrían totalmente derrotados. Al no lograrlo, hablaron de que nos acabarían en 3 años.
Después dijeron que serían necesarios 6 ó 7 años. Y ahora están ya convencidos de que serán necesarios muchos años para derrotarnos militarmente, a la vez que aparece cada vez con más fuerza, tanto en sectores del gobierno como del ejército salvadoreño y también en Estados Unidos, que la derrota militar del FMLN es imposible. Sin embargo, a la vez que han llegado a esta conclusión, estos mismos sectores piensan que el FMLN está débil y que es posible debilitarlo más y más para, al final, obligarlo a aceptar una negociación que no sería más que una rendición seguida de nuestra incorporación a ese supuesto proceso democrático que está en marcha en nuestro país.
Por nuestra parte, hemos venido elaborando iniciativas de diálogo y negociación a lo largo de estos 10 años de guerra. Y hemos tratado de que vayan siendo cada vez más realistas y más flexibles, teniendo en cuenta no sólo las aspiraciones de nuestro pueblo a la democracia, la paz y la justicia, sino teniendo también en cuenta las posibilidades reales de poder echar a andar en El Salvador un modelo realmente democrático y pluralista, con una economía que tenga en cuenta la justicia social y con la que se lleven adelante las transformaciones estructurales que son necesarias para superar las causas que dieron origen a la guerra. Creemos que esto puede lograrse por la vía de una solución política y por eso no vemos ésta como una vereda táctica que nos desvía de nuestro camino estratégico global.
La negociación ha sido siempre un elemento fundamental de nuestro planteamiento estratégico. Lo que ha ocurrido es que no ha encontrado nunca el espacio necesario para poder desarrollarse. Este espacio lo hemos tenido que conquistar en las calles y en los campos de batalla. En los años 82 y 83 y durante casi todo el año 84 la bandera del diálogo era una bandera política que levantaba el FMLN, fundamentalmente en el terreno internacional, aliado al FDR. Y todo aquel que dentro de El Salvador mencionaba la posibilidad de un diálogo con el FMLN era considerado subversivo y terrorista, era reprimido y perseguido. La lucha de nuestro pueblo fue haciendo posible que esa bandera se levantara cada vez con más fuerza dentro, hasta el punto que el presidente Duarte se vio obligado a tomarla, tratando de hacerla suya.
Tuvo así que aceptar la primera reunión de diálogo entre la guerrilla y el gobierno en La Palma, Chalatenango, en octubre del 84. Para entonces, todas las fuerzas de derecha dentro del ejército y de la sociedad salvadoreña, y especialmente la dirigencia del partido ARENA, acusaron a Duarte de estarle haciendo el juego a los comunistas, porque si el gobierno se sentaba al más alto nivel a dialogar con nosotros esto implicaba un gran reconocimiento a nuestra fuerza. La realidad es que nosotros nos habíamos ganado ese reconocimiento después de 4 años de demostrarles que no había posibilidad real de derrotarnos militarmente y que había que hablar con nosotros.
Después de esa primera reunión -en la cual se tomaron algunos acuerdos y se definió un procedimiento y una agenda- hubo otra reunión al mes siguiente, en Ayagualo, departamento de La Libertad, a pocos kilómetros de San Salvador. Allí se confrontaron claramente dos tesis, dos planteamientos. Nosotros proponíamos negociar. El gobierno no nos ofrecía más que una fórmula de rendición: teníamos que abandonar las armas, renunciar públicamente a la lucha armada e incorporarnos al proceso democrático que -decían ellos- nos acogería. Después de 5 años esa posición no ha variado en nada y nos siguen ofreciendo la misma fórmula, enmohecida por los años y por la realidad.
"Nuestra estrategia es negociar, la estrategia de ellos es la guerra"
ENVIO - ¿Por qué no pudo negociarse nada en los tiempos de Duarte?
ROJAS - Porque al igual que negociar es parte de nuestra estrategia, en la de ellos no ha habido más espacio que para la guerra. Ellos son los militaristas. Ese proceso abierto en el 84 quedó frustrado fundamentalmente por la decisión del Alto Mando dando del ejército y por las presiones de los sectores de derecha de la oligarquía y del partido ARENA. Desde entonces son ellos los que sistemáticamente se han opuesto a cualquier tipo de solución política en El Salvador.
En el 87, en el marco de los acuerdos regionales de Esquipulas II firmados por los presidentes centroamericanos, que demandaban un diálogo nacional en los países en conflictos, el gobierno de Duarte, de nuevo, se vio obligado a asistir a una tercera reunión con el FMLN. Esta vez se desarrolló en la nunciatura de la Santa sede en San Salvador. De nuevo, se confrontaron los mismos planteamientos. Ellos pidiéndonos la rendición y nosotros, ofreciendo una negociación real.
En esta ocasión llevamos fórmulas más elaboradas y más flexibles. Y de nuevo fue el ejército. la oligarquía y ARENA los que se opusieron a que el proceso continuara y pudiera llegar a algo. Además de estas reuniones cumbres y a lo largo de todos estos años se han dado también diferentes propuestas que entendíamos podían ser pasos en el camino hacia una negociación. Las planteamos a la otra parte para resolver problemas concretos: captura de compañeros, liberación de presos políticos, investigación sobre desaparecidos. Todos estos pasos se fueron enmarcando después en un esfuerzo mayor por "humanizar" el conflicto, terreno en el que la Iglesia Católica ha jugado un papel decisivo. De hecho, se lograron algunos acuerdos con el gobierno sobre canje de prisioneros, salida de cientos de lisiados del país, respeto a la vida de familiares, etc., aunque la mayoría de estos acuerdos han sido después desconocidos por la fuerza armada y por ARENA.
ENVIO - ¿En qué han consistido las propuestas de negociación que ustedes han hecho a la otra parte?
ROJAS - A la altura del 87, por hablar de lo más reciente, hacíamos un planteamiento de 6 puntos en el que hablábamos de la necesidad de instaurar un gobierno provisional de amplia participación que fuera el que llevara a cabo primeramente las transformaciones más de fondo y llamara después a elecciones generales. En ese momento, exigíamos la reestructuración del ejército y la integración de un nuevo ejército, con el anterior reestructurado y con el nuestro. Planteábamos también reformas económicas y sociales básicas y reformas a la Constitución.
Después de éste, hicimos un planteamiento de 18 puntos que buscaba propiamente crear un marco de condiciones para poder abrir la negociación. Los 18 puntos eran una especie de compromiso de parte del FMLN y de parte de la fuerza armada, todos en la línea de la humanización del conflicto. Nosotros nos comprometíamos a suspender el sabotaje a la economía, los paros de transporte, el uso de minas y de campos minados, nos comprometíamos a respetar todo el funcionamiento del poder local, a no realizar ejecuciones, incluso aunque se tratara de personas capturadas en actividades de espionaje para facilitar ataques aéreos u operaciones militares -que es el caso en el que aplicamos la pena de muerte- A cambio de todo esto, demandábamos al ejército que se comprometiera a no usar en el combate ni fuerza aérea ni artillería pesada -medios que causan daños principalmente a la población civil- y a detener la represión, -capturas y secuestros contra el movimiento popular-
Nosotros supimos que estos 18 puntos fueron ampliamente estudiados y debatidos dentro del ejército y que hubo sectores que los consideraron de interés para ser negociados. Pero se impuso de nuevo el pensamiento más derechista y no se negoció nada. Todos estos son hitos importantes en un camino en el que el FMLN ha tenido desde el primer la iniciativa. Somos nosotros, los guerrilleros, y no el gobierno, los que hemos ido dando la pauta de soluciones viables y poniendo las bases, la voluntad y la formulación para una salida negociada. Obviamente, todos los planteamientos que hemos hecho son para eso, para negociarlos, y no representan una posición cerrada o inflexible, que quiere ser la última palabra. Pero siempre hemos considerado que tenemos el derecho y el deber de formular en estas propuestas nuestro pensamiento de una forma completa. Después ha de venir la negociación.
ENVIO - De todas estas iniciativas, ¿a cuál dan ustedes más importancia, cuál consideran la de mayor trascendencia?
ROJAS - Quizás de todas ellas la más estratégica, por su viabilidad, fue la que hicimos el 23 de enero de 1989. Nos comprometíamos entonces a buscar la solución de la guerra por la vía de las elecciones. Proponíamos que las elecciones se aplazaran unos meses para crear condiciones que permitieran la plena participación del FMLN en ellas. Al proponer esto, hacíamos cambios de fondo respecto a anteriores planteamientos.
Por primera vez modificamos la exigencia de que primero se conformara un gobierno provisional de amplia participación para después dar paso al proceso de incorporación del FMLN a una sociedad ya reformada, con otras características que las actuales. En enero del 89 propusimos que primero se celebrara el proceso electoral, exigiendo, naturalmente condiciones mínimas de seguridad no sólo para nosotros sino para todas las fuerzas políticas de oposición, para garantizar así una campaña electoral justa y honesta. Pedíamos la supervisión internacional de ese proceso. Y nos comprometíamos a aceptar los resultados de las elecciones, fueran cuales fueran.
En el caso de que no hubiera ganado el FMLN o la coalición a la que el FMLN apoyara, nos comprometíamos a aceptar el gobierno que saliera electo y a establecer con ese gobierno un proceso de negociación para nuestra incorporación a la sociedad civil. Por primera vez también aceptamos al ejército salvadoreño como institución, siempre que se hicieran los cambios necesarios para garantizar su respeto a la democracia y al proceso de cambios que se iba a abrir. Modificamos así nuestro planteamiento de la integración de los dos ejércitos. En resumen, lo que proponíamos es que las elecciones fueran la puerta para lograr la paz.
En un momento, la Democracia Cristiana y el presidente Duarte vieron la posibilidad de aceptar nuestra oferta, modificándola un poco, pero querían entrar ya de hecho a la concertación de una salida política en base a ella. Pero la derecha salvadoreña y Estados Unidos obligaron a Duarte a darles largas al asunto y a celebrar las elecciones sin ninguna modificación. Así, en vez de abrirse un proceso de elecciones para la paz se impuso un proceso electoral para continuar la guerra. La llegada del partido ARENA al poder iba incluso a profundizarla. Lo dijimos antes de que sucediera y la realidad lo ha demostrado. Nuestras últimas propuestas, las presentadas al gobierno de ARENA en septiembre y octubre del 89 , han sido aún más flexibles, cuidando de limar todas las aristas que, por lo que hemos visto en anteriores experiencias, pudieran darles pie para decir NO.
"El problema del Ejército es el más difícil y el más central"
ENVIO - El tema del ejército aparece siempre como el tema central de ésa y de cualquier propuesta. ¿Por qué es así?
ROJAS - El problema del ejército es bastante difícil, es complejo y realmente, mientras no nos sentemos en serio a abordarlo es difícil de predecir salidas. La correlación de fuerzas que exista a la hora de negociar es la que en última instancia va a definir lo que podemos lograr. Y esa correlación de fuerzas no está sólo en el número de hombres y de medios que tenga cada parte, también en la coyuntura que se haya generado para la negociación, en los espacios políticos que se hayan abierto.
Nosotros tenemos principios. Jamás vamos a aceptar a un ejército genocida, dirigido por asesinos. Cuando hablamos de aceptar la institución armada y de no aspirar a que esa institución esté controlada por nosotros, hacemos un cambio de fondo, pero a la par exigimos que esa institución no siga jugando el papel de control y de represión que ha jugado durante décadas. Cuando hablamos de "depuración" del ejército no hablamos sólo del cambio de algunos individuos, sino de un cambio estructural y de fondo en lo que es esta institución. En la reunión de Costa Rica hicimos un esfuerzo constructivo para exponer un pensamiento que consideramos que es revolucionario, para diseñar cómo desarrollar la desmilitarización de nuestro país.
Nuestra propuesta lleva de fondo tres pasos: garantizar la subordinación absoluta de la institución militar al poder civil, depurar al ejército y profesionalizarlo. Si logramos esto, se daría en El Salvador una verdadera revolución en lo que ha sido el modelo de sociedad durante los últimos 60 años. Porque El Salvador es una sociedad militarizada. En nuestro país la fuerza armada es el poder real, el poder que decide. Durante casi 50 años fue no sólo el poder real, el poder que decidía sino también el que controlaba todo el aparato del Estado. En los últimos 10 años, Estados Unidos quiso modificar esto e hizo un cambio de fachada. Bajo una supuesta profesionalización del ejército, lo separó de su anterior función de escoger al Ejecutivo, de decidir quiénes serían los ministros, de jugar un papel directo en toda la estructura estatal. Pero -y ése es precisamente el punto- se le confirieron al ejército poderes constitucionales que antes no tenía y que son los aspectos centrales que nosotros vemos necesario reformar en la actual Constitución.
Un ejemplo: en nuestra Constitución aparecía el derecho a la insurrección que tiene el pueblo salvadoreño cuando su gobierno se aparta de los objetivos constitucionales. Pues bien, ahora ese derecho aparece dentro del capítulo que habla de la fuerza armada. Se delega así en la institución armada lo que ha sido un derecho del pueblo, que es la máxima autoridad en cualquier democracia. Se delega así en la institución armada lo que ha sido un derecho del pueblo, que es la máxima autoridad en cualquier democracia. De hecho, siempre fue la institución armada la que ejerció el derecho a insurreccionarse y la cantidad y sucesión de golpes de Estado que se han dado en El Salvador se dieron siempre haciendo alusión a este artículo de la Constitución. Pero ahora ya no sólo lo tienen de hecho, sino de derecho, avalado constitucionalmente. En la actual Constitución, aprobada en 1983, en mitad de una guerra civil, y cuando ARENA controlaba la asamblea Legislativa, el ejército aparece como el garante del cumplimiento de la Constitución. En el nuevo modelo de "democracia" impuesto por los Estados Unidos, el ejército sigue teniendo todos los poderes, pues es a ellos a quienes les toca velar por el cumplimiento de la Constitución.
Otro ejemplo: en la actualidad, el presidente de la República necesita de la firma del ministro del ramo correspondiente para aprobar cualquier decreto, cualquier medida que tenga que impulsar a través del Ejecutivo. En educación, salud, economía, etc., eso no representaría mayor problema, porque estos ministros son nombrados por el propio presidente, que escoge a su gabinete y puede pedir la renuncia a los ministros que no considere aptos. Pero en el caso del ministros de defensa la cosa es bien distinta.
Porque, aunque teóricamente el presidente lo nombra, todo el mundo sabe que en El Salvador ese nombramiento se da como conclusión de una negociación, primero dentro de las filas del ejército y después entre el ejército y el gobierno norteamericano. Y todo el mundo sabe que no es así no más que en El Salvador se cambia al ministro de defensa. Que Cristiani o Duarte o el presidente que esté de turno no pueda dictar ninguna ley si no lleva la firma del ministro de defensa en un país en guerra, en el que prácticamente todas las decisiones del gobierno se incluyen en la problemática de la guerra, supone que el ejército tiene el poder de veto. Y este poder está respaldado por la Constitución. Tener este poder de veto es como tener el poder absoluto. Todos estos son aspectos legales poco conocidos que sólo se conocen y demuestran en la misma realidad diaria. Ahí tenemos a Duarte, un hombre de su trayectoria, con las posibilidades que él tenía de jugar un papel más positivo, y estuvo totalmente maniatado, como una simple fachada de la dictadura militar que apoyaba y promovía Estados Unidos.
Para entender lo que sucede en El Salvador hay que entender que se trata de una dictadura militar encubierta con una fachada de aparente democracia, en la que el ejército no necesita ya tanto de los fraudes electorales y puede darse el lujo de hacer elecciones bastante libres. Mientras acumulen todo el poder, puede ganar cualquier partido, incluso de izquierda, puede ganar cualquier presidente, incluso muy democrático y lo van a tener metido en una camisa de fuerza, con las manos amarradas para poder desarrollar un proceso democrático real. Por esto, la democracia en El Salvador pasa necesariamente por un cambio en el poder que la Constitución asigna a la fuerza armada. Y aunque ese cambio se tiene que expresar constitucionalmente, esa expresión es secundaria. Lo prioritario es una negociación previa en la que se exprese la real correlación de fuerzas que hay en el país y donde se cambie una situación que ha prevalecido hasta ahora en la que una minoría ha atropellado a la mayoría.
ENVIO - Si hasta ahora y después de tantos años, las fuerzas armadas no han querido negociar sobre nada, ¿no están planteando ustedes algo inviable al proponer al ejército una negociación sobre aspectos tan fondo? ¿Qué les puede llevar a ellos a querer negociar?
ROJAS - Creemos que si negociar depende de la cúpula militar que tanto se ha beneficiado de la guerra, en poder y en ganancias económicas, es prácticamente inviable nuestra propuesta. Por eso, creemos también que la negociación no puede darse sólo entre el FMLN y el Alto Mando del ejercito o los sectores fascistas, sino que tiene que ser el resultado de un consenso de todas las fuerzas de la nación, precisamente para apartar definitivamente a éstos.
Pero en la medida en que ellos se nieguen a negociar y sigan creyendo que la salida militar es la única posible, entonces la guerra va a continuar profundizándose. Eso es lo que sucede desde hace años. Nosotros no podemos aceptar cesar el fuego y deponer las armas para luego aspirar a la conquista de un modelo democrático. En El Salvador ese modelo no es posible si no es con la garantía de un pueblo levantado en armas. Esa es la realidad. Y por eso es que la guerra ha tenido y puede tener altibajos, pero mientras esa realidad de fondo no se modifique van a seguir existiendo razones para la lucha armada.
Transformar este ejército con estas características es el punto medular de cualquier negociación. Nuestra aspiración es a desmilitarizar toda la sociedad. Negociar no es solamente que nosotros deponemos las armas y dejamos de ser una fuerza armada. También la otra parte se tiene que transformar. Si nosotros vamos a renunciar a las armas, lo menos que podemos pedir es que todo el Alto Mando, en este caso toda la "Tandona" es sólo el paso previo para entrar a fondo en la reforma del ejército. En ese proceso es esencial la eliminación de los cuerpos de seguridad, deben ser convertidos en un nuevo cuerpo único, que no dependa de la institución armada sino del poder civil.
ENVIO - ¿Y consideran ustedes que quitada la "Tandona", hay cabezas limpias en el ejército para negociar un proceso así? ¿No está muy contaminada toda la oficialidad?
ROJAS - El cuerpo de oficiales es enorme y ha crecido mucho en estos 10 años de guerra. Creemos que hay cabezas aún limpias. Pero ciertamente, la negociación con este ejército es un campo minado. Por eso se necesitarían garantías y condiciones para rebajar al máximo los niveles de peligrosidad que representa la permanencia de esa institución, con la historia y los hábitos represivos que ha tenido. Y no sólo garantías de verificación internacional, sino también de las fuerzas internas de la nación.
En definitiva, creemos que en el peor de los casos, si después de todas las garantías se echa a andar un verdadero proceso democrático y el ejército empieza a responder con su tradicional actitud represiva, nos volveremos a alzar en armas con nuestro pueblo y se reactivará el enfrentamiento militar. Desmilitarizar nuestro país es un proceso muy difícil, pero en el horizonte apuntamos a una sociedad no sólo desmilitarizada sino sin ejército. Quisiéramos que en año 2000 nuestro país no tuviera ejército, ésa es nuestra aspiración.
"En cualquier caso será necesario negociar"
ENVIO - ¿Desde el principio pensaron ustedes que este ejército no podría ser derrotado militarmente y por eso han insistido tanto en desarticularlo con una negociación tan de fondo?
ROJAS - Nuestra convicción de que la negociación es lo más ventajoso para el pueblo no parte tampoco de la convicción de que no podíamos derrotar al ejército. Siempre hemos combinado lo político con lo militar y en la medida en que sólo nos ofrecen guerra nos preparamos para la guerra y para la victoria. Estamos luchando por la victoria. pero para nosotros ésta no consiste exactamente en aniquilar al otro ejército sino en crear las condiciones para desarrollar una nueva sociedad. Todos los planes militares que hemos diseñado en estos años son para derrotar al ejército, pero siempre hemos sabido que, en cualquier caso, va a ser necesaria la negociación. Es por eso que la negociación es un elemento estratégico de todas nuestras propuestas.
ENVIO - También se dice que el FMLN aspira a negociar porque no le queda más remedio después de que la perestroika soviética ha dado un relieve tan alto a los procesos negociadores para solucionar los conflictos regionales...
ROJAS - Nuestra convicción sobre la necesidad de una negociación nada tiene que ver con el surgimiento en la Unión Soviética de la perestroika. El fenómeno de la perestroika es más reciente y se ha dado fuera de nuestra región y fuera de nuestro contexto. Creemos, sí, que este fenómeno juega un papel importante en todo el mundo y también en nuestra realidad y esta nueva realidad se inter-influyen mutuamente. Pero nunca nos hemos sentido aludidos por la perestroika porque nunca hemos estado amarrados a ningún esquema. Nunca hemos luchado por imponer a nuestro pueblo ni los esquemas ni las experiencias de otros pueblos. No es a raíz de la perestroika que se ha desarrollado el pensamiento político del FMLN.
"Las reuniones de México y San José fueron un diálogo sin negociación"
ENVIO - ¿La llegada de ARENA al poder, tras las elecciones de marzo 89, cómo ha influido en las posibilidades reales de una negociación?
ROJAS - La llegada de ARENA al poder representa el intento de desarrollar y consolidar un esquema de gobierno con rasgos y características facistas, aunque esto no sea absoluto. Pero un esquema fascista como el de ARENA entraba en clara contradicción con el proyecto norteamericano, que desde el 82 ha buscado dar cobertura a la guerra contrainsurgente con un gobierno de apariencia moderada, de centro.
Para resolver esta contradicción Estados Unidos ha tratado de hacer aparecer a Cristiani como representante de este centrismo dentro de ARENA y por eso, como el sucesor de Duarte, el que ocupa el espacio que llenó la Democracia Cristiana. Esta imagen implicaba, a su vez, que Cristiani aceptara de alguna forma el esquema de diálogo iniciado por Duarte y que se enmarcara en el proceso de paz, que había sido permanentemente atacado por su partido.
Era un dilema: o el partido ARENA mantenía sus posiciones de fondo -opuesto a cualquier forma de diálogo, opuesto al proceso de Esquipulas- o reacomodaba sus posiciones. Optó por un cambio, pero sólo de apariencia. Ya como nuevo presidente, Cristiani nos hizo un llamado al diálogo. En la medida en que estábamos claros de que no había voluntad real de dialogar para negociar,, rechazamos durante un tiempo estas maniobras. Pero llegó un momento en el que parecía que éramos nosotros los que entorpecíamos el diálogo. Entonces decidimos salirle al paso a la imagen con la realidad y entrarle de frente al problema para buscar, por un lado, desenmascarar las verdaderas intenciones de los fascistas y por otro, potenciar a los sectores sociales que sí estaban interesadas en el diálogo y la negociación.
Si Cristiani tenía intención de negociar algo se vería en la práctica y serían los hechos los que marcarían las fronteras entre los que querían poner fin a la guerra y los que querían prolongarla. Por eso, decidimos asistir a la primera reunión de diálogo en México, en septiembre, poniendo el máximo de condiciones favorables para que el proceso tuviera un arranque serio y de fondo. Configuramos nuestra comisión al más alto nivel con presencia de compañeros de la Comandancia General y llevamos un planteamiento sustantivo. Por el contrario, el gobierno llevó una delegación sin peso y sin representatividad, que presentó un planteamiento sin nada de fondo. Lo que nos proponían eran reuniones de diálogo de dos días cada dos meses.
Quedó claro que querían un diálogo sin negociación, un largo período de diálogo vacío que les diera cobertura para ir consolidando mientras tanto este gobierno fascista. Antes de ir a México hicimos también una serie de gestos unilaterales: una tregua de diez días, suspendimos el sabotaje, el paro del transporte, el uso de minas. Todo para crear condiciones favorables. La respuesta del gobierno a todos estos gestos fue tratar de sacarles provecho militar y político: desataron una serie de ofensivas en nuestras zonas de control y se aprovecharon de la suspención del sabotaje a la economía para liberar sus fuerzas y emplearlas en esta ofensiva. En resumen, interpretaron nuestra flexibilidad como debilidad y endurecieron sus posiciones.
En México no se avanzó nada y el proceso de fascistización seguía. Por qué, además de los operativos militares, iniciaron una escalada represiva contra el movimiento popular y la oposición política, amenazando e intimidando prácticamente a todos los sectores sociales y políticos de la nación, acusándolos de ser "fachada del FMLN". Acusaron a la Democracia Cristiana, a la Iglesia Católica, a otras iglesias,, a los padres de la UCA, a todo el movimiento popular. Así las cosas, se dio la segunda reunión en octubre, en San José, Costa Rica. Para ello elaboramos lo más que pudimos la propuesta de México. De hecho, retomábamos en ella la esencia de nuestro planteamiento de enero del 89 y lo desarrollábamos. Queríamos expresar todo nuestro pensamiento y pusimos todas las cartas sobre la mesa.
Luchamos también porque en esa mesa estuvieran presentes como testigos delegados de la ONU y la OEA y porque fuera la Iglesia Católica quien moderara. El gobierno se oponía a todo esto. Su aspiración era una mesa a escondidas, a oscuras, de la que cada quien podía salir diciendo lo que le daba la gana sobre lo que allí se había hablado. Podíamos haber dedicado el tiempo del diálogo a jugar naipes y después decidir cualquier cosa y nadie se enteraría de la realidad. O podíamos quedarnos en interminables acusaciones mutuas que no llevan a nada. Por eso nos parecían indispensables los testigos y los mediadores. Acudimos a dos foros reconocidos, el universal de la ONU y el de la OEA en el ámbito americano. Mostrábamos con eso que no tenemos nada que ocultar, que nuestra voluntad de diálogo no es parte de una maniobra sino que tenemos interés en encontrar una solución política y exponer cuál es nuestra fórmula para ella.
De la reunión de Costa Rica no salió nada. La delegación del gobierno se negó reiteradamente a discutir nuestra propuesta. Ni siquiera la comentó. A los días de terminada la reunión, el presidente Cristiani y todo el Alto Mando del ejército, en declaración pública, rechazaron nuestra propuesta por absurda. interminables acusaciones mutuas que no llevan a nada. Por eso nos parecían indispensables los testigos y los mediadores. Acudimos a dos foros reconocidos, el universal de la ONU y el de la OEA en el ámbito americano. Mostrábamos con eso que no tenemos nada que ocultar, que nuestra voluntad de diálogo no es parte de una maniobra sino que tenemos interés en encontrar una solución política y exponer cuál es nuestra fórmula para ella.
De la reunión de Costa Rica no salió nada. La delegación del gobierno no se negó reiteradamente a discutir nuestra propuesta. Ni siquiera la comentó. A los días de terminada la reunión, el presidente Cristiani y todo el Alto Mando del ejército, en declaración pública, rechazaron nuestra propuesta por absurda. ¿Por qué no nos dijeron eso en la mesa? Nos hubiéramos ahorrado tiempo y momentos difíciles que tuvo la reunión.
Además, supimos que el acuerdo mínimo que firmamos las dos delegaciones en Costa Rica -que, de hecho, fue redactado por nosotros y en donde aceptaban algunos términos nuestros- fue anulado por el ejército y el mismo Cristiani. Sabemos también que la delegación del gobierno fue reprendido por haber firmado ese papel y que nada de lo que salió de San José fue divulgado en El Salvador.
Después de Costa Rica vimos con más claridad cuál era el cuadro que teníamos enfrente. A la par, el gobierno seguía incrementando la represión con verdaderos saltos de calidad: empezaron con los atentados dinamiteros contra la vivienda de Aronette Díaz, de la UND, y la de Rubén Zamora, del MPSC, para terminar con la gota que rebalsó el vaso, la bomba contra el local de FENASTRAS. Ninguno de estos atentados los veíamos desligados de la posición que sostuvo la delegación del gobierno en Costa Rica, porque allí ellos llevaron un documento en el que definían como hostilidades todo tipo de actividad -política, económica, social, sicológica y militar -contra el Estado de derecho, que eran ellos, exigiendo al FMLN y a sus grupos de apoyo el cesar esas hostilidades. No era un planteamiento negociador sino claramente fascista, con el que pretendían acabar con toda la actividad del movimiento popular y de la oposición política y donde cualquier fuerza opositora podía ser un grupo de apoyo" al FMLN.
Después de la reunión de Costa Rica, y sobre todo en los días de la ofensiva, vimos que ésta no es una teoría sino que es su práctica. Ellos consideran como grupo hostil al Estado y a la sociedad a todo el que los critica, al que reclama, al que no está de acuerdo con ellos, a todo el que levanta cualquier bandera de lucha. Y todo opositor debe ser eliminado. En la reunión de San José le pedimos a la delegación del gobierno que nos dijeran exactamente cuáles consideraban ellos que eran "grupos de apoyo" del FMLN para estar nosotros claros de a quiénes se referían.
No nos dieron entonces ninguna respuesta, pero cuando empezaron a poner las bombas, hicimos llegar al gobierno una pregunta a través del mediador: si debíamos entender que todos los que estaban siendo dinamitados eran esos famosos "grupos de apoyo" o "fachadas" de la guerrilla. Todo esto fue configurando un cuadro en el que no podíamos seguirnos prestando a dar cobertura, con una mesa de diálogo que no llevaba a nada, a toda esta escalada represiva y, en fin de cuentas, a la consolidación de un gobierno que en vez de abrir espacios democráticos los estaba cerrando. Este cuadro nos llevó a acelerar los planes ofensivos que veníamos preparando desde mucho antes para darle las características que tuvieron en la ofensiva que lanzamos en la noche del 11 de noviembre.
ENVIO - Pero entonces, ustedes fueron a dialogar a México y a Costa Rica con una carta militar muy fuerte guardada debajo de la mesa...
ROJAS - Es evidente que un plan ofensivo como el que desarrollamos no se prepara de la noche a la mañana, no nos lo podemos sacar de la bolsa en un momento. Pero hemos sido claros al afirmar que en la medida en que la guerra continuaba, teníamos que prepararnos y hacer planes, que en la medida en que el ejército estaba desarrollando operativos y planes ofensivo en todo el territorio nacional, no podíamos cruzarnos de brazos creyendo en una buena voluntad que nunca han demostrado ni el ejército ni el gobierno.
Es cierto que estábamos preparándonos para hacerle frente a la guerra y para derrotar los planes militares del ejército. Pero es igualmente cierto que cuando fuimos a México y decidimos hacer nuestra propuesta de negociación lo hicimos convencidos de que íbamos a meter en lleno a un proceso negociador que evidentemente hubiera detenido este plan ofensivo, hubiera detenido el mismo curso de la guerra y hubiera abierto una nueva época en la sociedad salvadoreña.
Un primer balance de la ofensiva de noviembre de 1989
ENVIO - ¿Esta ofensiva la diseñaron ustedes en función de la llegada de ARENA al poder?
ROJAS - La llegada de ARENA al gobierno incidió, en el sentido en que abonó muchas condiciones que ya venían desarrollándose desde meses anteriores. Prácticamente desde que en el 88 la Democracia Cristiana fue derrotada en las elecciones municipales se veía ya un cambio en El Salvador. Y este cambio estaba desarrollándose -y no naciendo, porque no nacía ahí- en las zonas urbanas, en las más densamente pobladas.
Durante mucho tiempo fue en las zonas urbanas donde Duarte y la Democracia Cristiana encontraron más apoyo para su proyecto centrista, pues era en el campo donde se desarrollaba fundamentalmente la guerra, donde las cosas se veían de otra manera. El que ARENA empezara a ocupar espacios de poder en la ciudad hizo que muchos sectores de la población se radicalizaran y fueran buscando formas de hacerle frente al peligro que se avecinaba. Esta ofensiva no fue una decisión tomada en la cabeza de los dirigentes. No hubiera sido posible sin la incorporación, desde hace tiempo, de los sectores urbanos a la lucha armada. El triunfo de ARENA no fuerza nuestro análisis para decidir la ofensiva, lo que lo fuerza es la realidad. Con ARENA maduran todas las condiciones de mayor empobrecimiento económico y de casi total cierre de los espacios reivindicativos.
ENVIO - ¿Se puede hacer ya un balance general de la ofensiva iniciada el 11 de noviembre?
ROJAS - Lanzando esta ofensiva quisimos poner sobre la mesa la verdadera correlación de fuerzas que existe en El Salvador. Los fascistas y el Alto Mando del ejército mantenían la tesis de la supuesta debilidad del FMLN y de su falta de arraigo popular. Decían que carecíamos ya de capacidad militar y que estábamos reducidos a pequeños grupos terroristas aislados en las montañas.
Se hacía necesario demostrarles la falsedad de esta tesis haciendo un cuestionamiento a fondo del poder militar del ejército y de la capacidad del gobierno para controlar el país. Y cuestionando esto cuestionábamos también la continuación del incondicional apoyo económico y militar de Estados Unidos al gobierno salvadoreño, apoyo que es la única base en la que se mantiene. Y esto no lo afirmamos nosotros. Desde hace tiempo, sectores tanto de la administración norteamericana como del ejército y del gobierno salvadoreño han reconocido que sin la ayuda militar y económica del gobierno de los Estados Unidos el actual sistema hubiera sucumbido.
Si se hubiera dejado a la sociedad salvadoreña luchar con sus propias fuerzas y con sus propios recursos, el gobierno de Cristiani no hubiera existido nunca y la fuerza que tiene actualmente el ejército su grado de enriquecimiento y el papel de control absoluto que ejerce en nuestro país nunca hubiera llegado a ser realidad. Creemos que la ofensiva tiene ya un primer gran logro al mostrar que después de tanto apoyo norteamericano, el FMLN no está ni derrotado ni débil y tiene apoyo popular y que ese gobierno tan cuidadosamente mantenido con dólares y con imágenes ni controla el país ni es moderado.
La ofensiva ha dejado otros logros políticos y militares de alcances que todavía no podemos medir exactamente. Globalmente, hemos abierto el espacio para definir el conflicto en términos favorables a las mayorías populares. El hecho de que el FMLN sea reconocido, como lo ha sido en la última resolución de la asamblea general de la ONU, es un logro político incalculable. Por primera vez en 10 años, absolutamente todos los gobiernos de las 159 naciones representadas en la ONU, es un logro político incalculable.
Por primera vez en 10 años, absolutamente todos los gobiernos de las 159 naciones representadas en la ONU aprobaron por consenso esa declaración, en la que se reconoce al FMLN con la otra parte del conflicto, como el otro poder de la sociedad salvadoreña que debe ser tenido en cuenta. No fue ésta una resolución rutinaria de la asamblea general de la ONU porque, al abordar el tema de los derechos humanos -que era el objetivo inicial del documento-, no se queda ahí sino que agarra el problema en su globalidad y trata de definir las características del conflicto, afirmando que no se trata de un conflicto "internacional", sino "interno", a la vez que trata de ofrecer una salida a ese conflicto.
Leyendo detenidamente la declaración, ésta exige a ambas partes muchas cosas y nosotros valoramos que todo lo que se nos demanda estamos en capacidad de cumplirlo. La reiteración que se hace ahí de la necesidad de concertar un cese del fuego y de abrir espacio a una negociación ha sido nuestra bandera por años. Esa resolución es un logro de la ofensiva. Sin la ofensiva no hubiera sido posible.
Otro logro importante es que se ha desenmascarado totalmente el carácter fascista del ejército y de este gobierno. con relación al ejército, no podemos decir que es con la llegada de ARENA al poder que adquiere estas características genocidas y asesinas. No, éstas han estado enraizadas en su seno desde hace muchas décadas. Ahora, todo ese fascismo ha quedado expuesto en carne viva a los ojos de la comunidad internacional y de la misma sociedad salvadoreña, especialmente de la población de las ciudades.
Toda la matanza, toda la destrucción que causó este ejército durante la ofensiva no es el fruto de la decisión de dos o tres jefes militares genocidas sino que es algo que nace de la esencia misma de esta institución y que fue una decisión de todos los mandos militares. También creemos que como resultado se ha puesto en evidencia la gravedad y la complejidad de la situación salvadoreña, porque no se trata sólo del enfrentamiento entre un ejército guerrillero y un gobierno nacido de elecciones sino que se trata del drama de todo un pueblo que está sufriendo, además de la pobreza que traen estructuras sociales muy injustas, el sistema represivo de un régimen siempre genocida y ahora fascista.
Todo esto ha empezado a abrir las puestas a la compresión de que es necesario que una solución política sea la que se imponga. Creemos que ahora hay mucha más conciencia en toda la comunidad internacional de que en El Salvador no es posible seguir buscando la derrota militar o la rendición del FMLN, sino que se hace urgente contribuir a buscar una salida negociada. Y el hecho de que esto esté ahora en manos del secretario general de la ONU nos da posibilidades que antes no existían. De hecho, después de nuestra ofensiva, el tema de El Salvador ha entrado en la agenda de todos los foros internacionales.
Un logro muy importante es que el debate sobre El Salvador se ha abierto en Estados Unidos y que lo que ocurre en nuestra patria se ha convertido no sólo en objeto de discusiones en las esferas políticas más elevadas del Congreso o de la propia administración, sino sociedad norteamericana. La represión contra norteamericanos ligados a instituciones humanitarias o religiosas, la captura de algunos de ellos, la expulsión de muchos, el cierre de los espacios donde trabajaban, ha insurreccionado moralmente a cientos de miles de ciudadanos norteamericanos.
Prácticamente todas las iglesias que tienen base en Estados Unidos y tenían trabajo en El Salvador han sido afectadas por la acción represiva del ejército y esto ha provocado en Estados Unidos acciones de protesta y denuncias de todo tipo, a la vez que ha empezado a movilizar iniciativas de varios grupos de congresistas que quieren se someta a discusión la continuación de la ayuda al régimen salvadoreño. Después del receso del Congreso y de la Navidad, todo esto va a irse concretando y puede romperse ese cerrado bipartidismo con el que ha contado el gobierno de Estados Unidos en su política hacia El Salvador desde 1984.
En el marco de la ofensiva también salieron a la luz otros temas polémicos. Por ejemplo, el número y el tipo de actividad de los asesores norteamericanos en El Salvador. Resultó que no eran los 55 que siempre decían sino muchos más, que andan armados, que viven en los hoteles y ahí tienen armas de fuego de todo tipo, que se meten en las zonas conflictivas, que andan en los helicópteros... Han salido a la luz muchas cosas que ignoraba el pueblo norteamericano. También se evidenció que los ciudadanos de Estados Unidos, cuando son hostiles al gobierno que apoya Estados Unidos, son tratados como tratan al resto de nuestro pueblo: los capturan, los golpean, los torturan. En Estados Unidos creían que estas cosas no sucedía y como muchas veces tiene que sufrir un compatriota de ellos para que entiendan, bastantes han entendido en estos últimos días.
Otro "descubrimiento" importante: cuando se dieron los problemas con los funcionarios norteamericanos en el hotel Sheraton y en la colonia Escalón, el correcto comportamiento de nuestras fuerzas quedó evidenciado y provocó también las simpatías de grandes sectores de la sociedad norteamericana. Porque toda esta gente que el gobierno decía que habían sido agredidos y secuestrados por nosotros, tuvo que decir la verdad y reconocer que fueron bien tratados y que ellos no son nuestros objetivos militares.
Esa bandera que tanto usa el gobierno norteamericano -la defensa de sus ciudadanos -también se les cayó de las manos, porque nadie los ataco. Por todo esto, creemos que la ofensiva incidió en el curso de la misma política norteamericana, aunque todavía está por verse qué rumbo tomará esta incidencia. El FMLN ha tratado de hacer llegar mensajes por diferentes vías a los políticos norteamericanos -incluso antes de la ofensiva- para convencerlos de que no somos débiles y de que la idea de debilitarnos es equivocada. Esta tesis errada fue la que estuvo en la base de la aprobación que hicieron en noviembre del último paquete de ayuda militar a El Salvador. En la base estaba también la tesis de que Cristiani podía controlar a los fascistas, a los escuadrones, que es moderado, etc. Creemos que estas bases se han resquebrajado con la ofensiva y que es por eso que se ha abierto un debate tan amplio. Todavía hace falta caminar más en esa dirección.
ENVIO - ¿Sólo resultados políticos y diplomáticos? ¿Cuál es el balance de la ofensiva en lo militar?
ROJAS - A nivel militar hemos acumulado una gran experiencia. Ha habido incorporación de varios centenares de nuevos combatientes que compensan con creces las bajas que hemos tenido. Y la ligazón de nuestras unidades militares con el pueblo es ahora mucho mayor.
Nuestra fuerza ya no está sólo asentada en las zonas rurales, en nuestras tradicionales zonas de control, sino que ahora hay también este vínculo en las zonas vitales del centro y sur del país, donde hasta ahora estábamos creciendo, pero siempre de forma clandestina y conspirativa.
"La ofensiva sólo podía darse en San Salvador, en la ciudad"
ENVIO - Ustedes han hecho pieza central de la ofensiva lo que llaman el asedio estratégico a la ciudad ¿Por qué la ciudad?
ROJAS - El traslado de los teatros de operaciones del campo hacia las ciudades es un paso estratégico, aunque no significa el abandono de los teatros anteriores. Allí continúa la guerra. Lo que hemos hecho es una expansión de la lucha del pueblo. Pero este traslado no se da porque sí, sino que es el resultado del mismo desarrollo que la lucha ha ido teniendo en las zonas urbanas, en las más densamente pobladas. Hace 4 ó 5 años esta ofensiva hubiera sido virtualmente imposible porque no contábamos realmente con vínculos tan sólidos y con tanto apoyo en la ciudad. Pero a la par hay que decir también que en estos momentos la ofensiva no podía haberse dado en otro lugar que en las ciudades donde se han venido acumulando mayores contradicciones y generándose un potencial explosivo más grande. El ir a la ciudad también demuestra nuestra voluntad de poner fin a esta guerra.
Si nosotros buscáramos la prolongación indefinida del conflicto, podríamos habernos mantenido en las zonas rurales tradicionales, en una guerra de desgaste al ejército y de sabotaje indefinido. Pero no, creemos que tenemos la responsabilidad ante nuestro pueblo de buscar el camino más corto para definir de una vez la situación. El que la guerra se desarrolle ahora con más fuerza en la ciudad y en las zonas donde están las principales industrias y las zonas de agroexportación no se debe sólo a la voluntad del FMLN sino que es ahí en donde están dadas las condiciones de agudización de la lucha. Todo esto es necesario para entender el por qué el asedio estratégico a la ciudad, a las ciudades. Es en ellas donde esperamos definir la guerra.
ENVIO - ¿Cómo evalúan los costos en vidas humanas de la ofensiva? ¿No han sido muy elevados?
ROJAS - Los elevados costos humanos de esta ofensiva fueron causados fundamentalmente porque el ejército empleó artillería pesada y bombardeos saturados contra la población civil. Se atacaron indiscriminadamente barrios y colonias urbanas. Claro que esta decisión genocida no es nada nuevo, porque lo que hicieron ahora en El Salvador y otras ciudades es lo que han venido haciendo durante años en zonas rurales, desde que la guerra empezó a desarrollarse más abiertamente.
Fue la política de tierra arrasada y las masacres que han hecho en los cantones campesinos lo que despobló miles de kilómetros de nuestra geografía y lo que obligó a cientos de miles de salvadoreños a salir del país hacia refugios en Honduras, México, Nicaragua, Costa Rica, etc., y lo que provocó que otros cientos de miles se concentraran en la ciudad formando nuevos cordones de tugurios miserables donde se fueron agudizando las condiciones de crisis y explosividad que ya existían en las ciudades.
Con las matanzas de los años 80, el gobierno logró en alguna forma desarticular el movimiento popular en las zonas urbanas y en estos años pudo mostrar a San Salvador como una vitrina de paz para probar que no había guerra en el país y que ellos controlaban la situación. Todo esto se les fue revirtiendo al conjugarse dos cosas, que fueron las mismas que conjugaron en la ofensiva. Una, las condiciones objetivas, que trasladaron el epicentro de la lucha del campo a la ciudad. Y la otra, nuestra decisión de hacernos presentes en las ciudades para encabezar esa lucha.
En 1984 hicimos una readecuación estratégica y decidimos dispersar nuestras grandes unidades militares para convertirlas en equipos de trabajo político-militar que se lanzaran a expandir el trabajo, tanto el político como el militar. Han sido estos 5 años de trabajo y de acumulación de fuerzas, de acopio de experiencia y de organización los que hicieron posible la ofensiva del 11 de noviembre. Ya, antes de esa fecha, desde septiembre de 1988, habíamos empezado a realizar maniobras en las zonas urbanas, en donde la presencia de nuestras unidades era cada vez mayor.
Lo mismo en las principales carreteras y en las principales zonas de producción. Esta voluntad del FMLN encontró un terreno abonado. Si el FMLN hubiera decidido quedarse haciendo la guerra en las zonas rurales se hubiera aislado de donde está precisamente el principal conflicto social de nuestro pueblo. Ha habido costos humanos y sociales con nuestra ofensiva pero tampoco los hubiéramos evitado si no la hubiéramos hecho porque estamos ante un régimen fascista y un ejército criminal. La única forma de evitar estos costos sería que nuestro pueblo se decidiera a agachar la cabeza, a arrodillarse y a vivir el resto de su vida sometido a la arbitrariedad y a los abusos de los oligarcas. Esto no ha sucedido nunca. Es la voluntad de nuestro pueblo de no agachar la cabeza lo que ha hecho que nuestras organizaciones político-militares hayan crecido tanto, ganándose el apoyo y el cariño del pueblo. Es esa decisión la que ha dado al FMLN la fuerza que tiene. Y la tiene porque ha encabezado al pueblo en su voluntad de levantar la cabeza y conquistar la justicia y la democracia.
ENVIO - En términos de bajas, ¿cuáles han sido los costos globales de la ofensiva?
ROJAS - Entre muertos y heridos, la proporción de nuestras bajas, en relación a las del ejército fue en números redondos de 5 a 1. por cada uno de nuestros combatientes, cayeron 5 de ellos. Las bajas de la población civil están casi en la proporción de 2 a 1 en relación a las bajas del ejército. El bombardeo y el uso de la artillería pesada aumento mucho el número de bajas civiles. Tenemos que tener en cuenta esto para la readecuación de nuestras tácticas y la continuación de las nuevas etapas de la ofensiva. Realmente, nunca creímos que el ejército iba a usar la fuerza aérea como la usó en las ciudades. Creíamos que usarían los helicópteros artillados, que son menos demoledores. Pero no creíamos que emplearían la artillería pesada y el tipo de bombardeos que usaron. No creíamos que le pensamiento genocida de estos militares iba a llegar a eso extremos.
Los misiles tierra-aire y la Cumbre centroamericana de San Isidro Coronado
ENVIO - ¿Hay alguna evaluación de los costos económicos de la ofensiva en su conjunto?
ROJAS - El Ministerio de Planificación reconoció oficialmente que las pérdidas causadas por la ofensiva fueron de 600 millones de colones. (6.50 colones, 1 dólar). De ellos, 240 por pérdidas directas en la producción y la infraestructura y 360 por lo que no se pudo producir esos días. Las contradicciones entre la empresa privada y el ejército crecen, porque los militares han dicho que controlan la situación y de hecho se comprueba que no la controlan. Hay crecientes sectores en la empresa privada que, aunque creen que el FMLN no puede ganar, saben que si puede impedir el normal desarrollo de la economía.
Estos sectores están convencidos de que si la guerra continúa o si la gana el ejército, ellos no tienen ningún papel que jugar, porque se les imponen los sectores tradicionales de la derecha oligárquica. Este sector más modernizante de la burguesía, puede ser atraído a reforzar el consenso por unas solución política.
ENVIO - si la fuerza aérea jugó un papel tan determinante, se vuelve también determinante el empleo o no de los cohetes tierra-aire, que ustedes tienen ya. ¿Qué piensa el FMLN sobre esto?
ROJAS - Con la caída accidental de una avioneta que transportaba, entre otras armas, misiles tierra-aire, el gobierno de el Salvador trató de crear una cortina de humo ante la comunidad internacional para encubrir lo que estaba sucediendo en el país. Y lo que estaba sucediendo eran estos bombardeos indiscriminados, el uso de la artillería pesada y una verdadera cacería y persecución de los dirigentes populares y de la oposición, con asesinatos como el de los padres jesuitas, que estaban provocando la indignación mundial, presiones y condenas de todos lados.
El gobierno intentó desviar la atención afirmando que la ofensiva era el fruto de la agresión de un gobierno vecino, el de Nicaragua. Pero fracasó en su intento. Trató de llevar esta queja ante la ONU y la OEA y no le hicieron caso. Por otro lado, nosotros reivindicamos el derecho legítimo que tenemos, y que tiene nuestro pueblo, a conseguir todos los medios necesarios para defenderse. En esta coyuntura, más que nunca, ha quedado evidenciado el papel criminal que juega en la guerra la fuerza aérea. Por tanto, es absolutamente justo que usemos estos cohetes para contrarrestarla.
Por otro lado, hemos puesto el dedo en la llaga al hacer conciencia de que fueron precisamente los Estados Unidos los que llenaron toda la región con este tipo de armas, desde que 1985 las pusieron en manos de los contras, fuerzas mercenarias e irresponsables. Y no sólo pusieron estos misiles sino miles de toneladas de todo tipo de armamentos, con los que se ha organizado un mercado negro en la región, en el que los principales agentes vendedores son elementos corruptos de los ejércitos de El Salvador y de Honduras y la misma contra nicaragüense. Ahora nosotros vamos a usar adecuadamente estos medios. Y lo haremos cuando lo consideremos conveniente y cuando estén dadas las condiciones para usarlos efectivamente.
ENVIO - A muchos sorprendió la posición del gobierno de Nicaragua en la cumbre centroamericana de San Isidro, en Costa Rica. ¿Significa un debilitamiento en la solidaridad del FSLN con el FMLN?
ROJAS - Nosotros estamos claros que en estas cumbres participan 4 presidentes además del de Nicaragua y que lo que dice un solo presidente no es lo que después se firma. También sabemos que hay presiones que hay que tener en cuenta a la hora de los resultados. El FMLN rechaza el contenido de esos acuerdos porque valoramos que no contribuyen a fortalecer el proceso de negociación, que todavía no esta abierto. Ese documento no contribuye a abrir los espacios necesarios para el mismo. Y esto, porque parte de los acuerdos legitiman y consolidan las posiciones más duras del régimen fascista salvadoreño.
Pero hay en el texto otros elementos con los que sí estamos de acuerdo. Apoyamos el nombramiento del secretario general de la ONU como mediador en el proceso de negociación. En el documento hay una parte que es retórica política y que no es positiva para nuestro pueblo, pero en ella no se define nada concreto. El aspecto concreto, sustantivo y de fondo, el que se refiere a la solución negociada y a la mediación de la ONU, no lo vemos negativo.
La retórica política, las frases y las expresiones favorables al gobierno no tienen el aval de la comunidad internacional y esto quedó claramente demostrado con la resolución de la ONU, que es posterior a la reunión y en la que se hace referencia a los acuerdos de Costa Rica, pero únicamente para tomar nota de que los presidentes se reunieron y nada más. Por otra parte, el FMLN ha dicho ante todas estas cumbres que nosotros no estamos subordinados a ninguno de los gobiernos que firman y que respecto del gobierno con el que tenemos que ver directamente, el gobierno salvadoreño, estamos precisamente en guerra contra él.
No nos sentimos, pues, obligados al cumplimiento de estos acuerdos. Ni los elaboramos nosotros ni fuimos consultados para su elaboración y por eso no nos sentimos legalmente obligado por ellos. Creemos también que como parte interesada tenemos derecho a pronunciarnos y a opinar, como lo hacen otras fuerzas después de cada cumbre, que dicen lo que les parece y lo que no les parece del texto. Lo que nos parece que queda más claramente definido en esta cumbre es la necesidad de un proceso de negociación. Ahora, los obligan a sentarse a la mesa y les ponen al mediador. Creemos que esto lo tuvo muy en cuenta la delegación presidida por Daniel Ortega a la hora de firmar acuerdos en los que también estaban en juego intereses del pueblo de Nicaragua, que son los que fundamentalmente él está obligado a defender.
"Cualquier esfuerzo de la ofensiva podría ser el final"
ENVIO - Después del inicio de la ofensiva y de su sostenimiento durante un mes, vino un repliegue y una cierta calma. ¿Acabó la ofensiva, viene otra oleada? ¿Cuál es la estrategia global en estos momento y qué es lo previsible a partir del 11 de noviembre?
ROJAS - La ofensiva arranca de nuestra decisión de hacer un esfuerzo estratégico en las principales ciudades. Esto implicaba dos cosas: atacar al ejército en sus principales cuarteles creando un marco de condiciones para desgastarlo profundamente y a la vez, potenciar al máximo la incorporación del pueblo a la ofensiva. Todo esto nos obligaba a hacer una serie de readecuaciones en lo que han venido siendo nuestras tácticas militares . Porque los principales cuarteles del ejército están enclavados en zonas densamente pobladas y la mayoría de ellos están cerca de los barrios populares.
Así, el de la fuerza aérea, que está en medio de un mar de colonias de trabajadores en la zona industrial. Lo mismo el de la Policía de Hacienda y el de la guardia Nacional. Por otro lado, el cuartel del Alto Mando, el Estado Mayor del ejército, está más bien en una zona de residencias de oligarcas y por ahí están también al Escuela Militar y el Centro de Inteligencia del ejército y el gobierno y el Batallón Zacamil. Cualquier plan operativo que hiciéramos incluía la presencia nuestra en todas estas zonas. Es imposible atacar estos cuarteles sin entrar a todas estas zonas pobladas.
Como se trataba de un esfuerzo estratégico, necesitábamos entrar, configurando zonas de retaguardia inmediata y zonas de combate. En el transcurso de esta guerra hemos podido asimilar la experiencia de que no es lo mismo atacar a un enemigo que está a campo abierto que al que está atrincherado. Por todo esto, vimos la necesidad de combinar en la ofensiva una serie de formas tácticas. Una de ellas, era crear líneas de fuego en las zonas urbanas para atrincherarnos en ellas.
Era una modalidad que no habíamos desarrollado prácticamente desde el 81, cuando hicimos algunos ensayos de esto. Si hubiéramos logrado consolidar y sostener estas líneas, se hubiera provocado el levantamiento general del pueblo, no nos queda la menor duda. Pero la decisión genocida del ejército de utilizar todos sus medios pesados para, si era necesario, arrasar todos los barrios populares de las ciudades -como ya lo han hecho con los pueblitos de nuestras zonas de control- nos impidió mantener nuestra táctica inicial. Los bombardeos crearon una situación en la que a todo poblador que estaba en esas zonas y no tenía armas, no le quedaban más que dos opciones: o morir enterrado por las bombas o buscar cómo salir de su área.
Llegó un momento en que nuestras fuerzas se enfrentaron ante el dilema de hacer movimientos o de enfrentar aquel poder de destrucción decidido a barrer con San Salvador y otras ciudades. Optamos entonces por variar nuestra táctica y empezar a movernos, implementando tácticas guerrilleras dentro de la ciudad. La ofensiva combinó así tácticas guerrilleras con tácticas de tipo más insurreccional. Era la primera vez que hacíamos un esfuerzo a fondo, estratégico, en la ciudad y no podíamos esperar obtener a la primera todos los resultados, aunque sí creíamos que había márgenes de posibilidad para lograrlos.
En este esfuerzo ofensivo y en otros que hemos hecho antes, hemos venido haciendo ensayos tratando de tensionar al máximo nuestra fuerzas. En esta ocasión fue el ensayo mayor, pero en ningún momento pensamos que se trataba ya del último, de la ofensiva final. Eso iba a depender de cómo se desarrollaran los acontecimientos. Nuestro plan estratégico es hacer éste y otros esfuerzos. No quemamos nuestras naves en este primer esfuerzo y por eso no estamos ahorita emproblemados para la continuación de la ofensiva.
La experiencia de fijar posiciones para combatir al ejército la valoramos como una de las enseñanzas más importantes que podemos sacar de la ofensiva. Porque no es fácil que una tropa acostumbrada a pelear en el monte pueda asimilar en poco tiempo el combate urbano. Y que los combatientes urbanos, acostumbrados sólo a pequeñas acciones, hicieran de la ciudad un campo de batalla permanente. Pues bien, la ofensiva nos demostró la enorme capacidad de adaptación de nuestras fuerzas y su grado de heroísmo.
En esta ofensiva hemos desarrollado a centenares de nuevos jefes. El combate urbano exige de gran creatividad y como hay que mandar a muchas unidades -porque de una cuadra a otra ya es otra unidad- esto requiere de grandes cantidades de jefes para poder realizar todas las maniobras y los movimientos que tenés que hacer. Muchos de nuestros combatientes que no tenían esa capacidad ya la tienen ahora. Hemos podido medir hasta dónde y hasta cuándo podemos llegar en este tipo de combates, cosa que hasta ahora esta solo materia de especulaciones, de apreciaciones y hasta de dudas. Lo que teníamos en mente de combates en la ciudad venía de otras experiencias revolucionarias.
En El Salvador lo más que habíamos podido estar en una ciudad, incluso en pueblos de campo, habían sido 24 horas más o menos. Y esta vez pudimos mantenernos en los barrios prácticamente una semana. Y durante casi un mes en lo que es toda la zona urbana. Hoy sabemos lo que podemos y lo tenemos en cuenta para la continuidad de esta ofensiva. De hecho, el ejército no nos logró desalojar de ninguna posición en le combate inmediato. Los cuatro primeros días lanzaron embestida tras embestida intentando desalojarnos de la Zacamil, de Ciudad Delgado, de Mejicanos, de Soyapango, de todos esos barrios, y derrotamos una tras otra esas embestidas con enormes cantidades de bajas para el ejército. Fue el empleo indiscriminado de la aviación, que ponía en peligro a los civiles, lo que nos llevó a hacer readecuaciones en el mismo terreno. Un punto vital para una próxima oleada ofensiva es desarrollar nuestra capacidad de neutralizar los efectos de esa fuerza aérea. Si lo logramos, el ejército se queda sin su punta de lanza estratégica para frenar el empuje revolucionario.
ENVIO - ¿Estaríamos entonces ante una especie de ofensiva final por oleadas hasta lograr definir la guerra?
ROJAS - Prácticamente desde el año pasado estamos haciendo los esfuerzos de lo que llamamos la contraofensiva estratégica. La definimos como el esfuerzo de todo un período. Lo de "final" sólo podremos decirlo después de que suceda, no antes. Estamos convencidos de que serán necesarios varios esfuerzos y que cualquiera de ellos se puede convertir en el final. Pero, a la vez, cada una de estas oleadas no puede ser suicida en el sentido de que al lanzarla digamos: o gano en ésta o me acabo. Ese pensamiento lo descartamos desde hace muchos años. La misma experiencia de la guerra nos enseño a desecharlo.
Tenemos que hacer los esfuerzos y, a la vez, garantizar su continuidad. Hablamos, sí, de que estamos en un período de definición de la guerra porque queremos enfatizar que nuestro esfuerzo no es sólo militar. Si habláramos de "ofensiva final" estaríamos desviando la atención de lo que es todo nuestro esfuerzo, que es político y es militar. Y esto es importante no sólo de cara a nuestros interlocutores, aliados o enemigos, sino también de cara a nuestros interlocutores, aliados o enemigos, sino también de cara a nuestros propios combatientes, pues sobre todo ellos deben estar claros de que lo que hacen es parte de un esfuerzo global y mayor, que es político y es militar, en el que se entrelazan ofensivas militares y decisiones políticas.
ENVIO - ¿Cuáles son las perspectivas a corto plazo?
ROJAS - Entre la prolongación del conflicto y la negociación, creemos que la dinámica por abrir el proceso de negociación es la que tiene ahora mayor fuerza. Pero en la medida en que esta negociación no se concrete, la guerra va a continuar y en la medida en que esta negociación no se concrete, la guerra va a continuar y en la medida en que el régimen continúe reprimiendo a la población y desarrollando sus operativos militares, la guerra tenderá también a intensificarse. Por eso, si alguien dice estar por la paz y desea evitar derramamiento de sangre en El Salvador lo tiene que hacer apoyando el proceso de negociación y apoyando a las fuerzas que estamos mas decididamente empeñadas en esa salida: el FMLN, los partidos políticos de oposición y el movimiento popular. El que quiera la paz tiene que restar apoyo a las fuerzas que no quieren negociar: el ejército y los sectores fascistas del gobierno y del partido ARENA.
ENVIO - ¿Qué podemos esperar de los Estados Unidos en esta nueva coyuntura que ha abierto la ofensiva del 11 de noviembre?
ROJAS - Estados Unidos tiene ahora la gran oportunidad de cambiar su posición y empezar a apoyar de forma constructiva el que los salvadoreños encontremos una solución. El FMLN viene sosteniendo el principio de que la solución tiene que ser encontrada entre salvadoreños. Por eso no estamos de acuerdo en que en la mesa de negociaciones se sienten como parte otros gobiernos. El papel que pueden jugar todos ellos debe de ser de apoyo y de ayuda a que los salvadoreños resolvamos la situación de El Salvador. La ayuda que puede dar Estados Unidos es decisiva, porque ellos tienen una influencia determinante en los sectores que se niegan a negociar. Ellos pueden dejar de ayudar a esos sectores y así acabaría la guerra y el sufrimiento de nuestro pueblo.
ENVIO - ¿Cuándo hubiera acabado la guerra sin la ayuda norteamericana?
ROJAS - Quizás hubiera acabado ya en 1983, que fue cuando la administración Reagan, al ver en peligro la ejército, se decidió a escalar la guerra de forma casi ilimitada.
ENVIO - ¿Hubiera acabado la guerra con una victoria del FMLN?
ROJAS - Hubiera acabado con una victoria de las fuerzas del pueblo. El FMLN cree que en El Salvador la única victoria posible es la victoria de muchas fuerzas unidas por un amplio consenso político y social. Una victoria exclusiva y excluyente del FMLN no sólo la buscamos sino que pensamos que no es lo más conveniente para nuestro pueblo. Por eso, en cualquier forma de victoria siempre será necesaria la negociación. Nunca nos hemos apartado de ese camino.
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