Nicaragua
El río que hay que cruzar y las piedras que hay que tantear
De aquí a noviembre de 2016 Daniel Ortega
tendrá que atravesar el río
que lo separa de su tercera reelección.
Tendrá que hacerlo tanteando no pocas piedras.
Tendrá que hacerlo evitando desatinos en el terreno internacional,
donde tantas cosas que no le favorecen están cambiando.
Equipo Envío
En su breve paso por Nicaragua en diciembre, para presidir el día 22 el que resultó insignificante acto de inauguración de obra tan colosal como su proyectado Gran Canal Interoceánico, el empresario chino Wang Jing le regaló al Presidente Ortega el libro “La gobernación y administración de China”, que compila escritos y discursos del Presidente de ese país, Xi Jinping.
Los textos recogen estrategias y políticas seguidas por el Partido Comunista chino en su camino al desarrollo. Tal vez aparezca en sus páginas aquella pragmática receta que Deng Xiaoping, al frente del gobierno chino durante casi veinte años, lanzó al iniciar la construcción de ese camino: “Hay que cruzar el río tanteando las piedras”. Tal vez Daniel Ortega lea el libro y tal vez sopese atinadamente ese consejo. Porque no tiene nada fácil llegar a la orilla de su tercera reelección presidencial.
PETRÓLEO:
DESPLOME DE PRECIOS En vísperas de las elecciones municipales de noviembre de 2012, ya con cuatro años de anticipación, la vocera del gobierno anunciaba: “¡Nosotros estamos en campaña ya para el 2016 y cada cosa que hacemos es un mojón que po¬nemos, y el Comandante Daniel tiene que ganar las elecciones en el 2016!”
De entonces a acá el gobierno de Ortega no ha dejado de poner “mojones” en el camino para ir “por más victorias”, como reza su propaganda. A la vez, la realidad se ha encargado de irle colocando piedras en el camino. Muchas cosas han cambiado desde aquel entusiasta y voluntarista presagio.
Una de esas piedras, impensable hace sólo unos meses, es la gravísima situación por la que atraviesa Venezuela con el desplome de los precios internacionales del petróleo. Si hasta ahora la mala administración de PDVSA -provocando una baja en la producción, un aumento en los gastos operativos y una casi nula inversión en exploración- permanecía camuflada por los altos precios del crudo, ya no hay camuflaje.
Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, más del 90% de sus exportaciones son petróleo y el crudo le garantiza al país la mayoría de sus ingresos fiscales. Esa dependencia histórica, sumada a la caída de los precios por la baja en la demanda y la entrada de Estados Unidos al mercado del crudo con el petróleo de esquisto, han convertido a Venezuela en el principal perdedor del planeta en el actual reacomodo mundial, tanto geoeconómico como geopolítico.
Al cerrar 2014, el Banco Central de Venezuela tuvo que reconocer que la economía del país había entrado en recesión y el Presidente Maduro ha tenido que improvisar, uno tras otro, importantes reajustes económicos, que no dejarán de tener consecuencias políticas.
NADA SE EXPLICA
SIN VENEZUELASin la cooperación venezolana el gobierno de Daniel Ortega no sería el que ha llegado a ser. Desde 2007 Nicaragua entró de lleno al acuerdo de Petrocaribe, creado por Hugo Chávez en 2005 para promover la necesaria cooperación Sur-Sur y debilitar la influencia de Estados Unidos en la región. Inicialmente, el acuerdo firmado por Ortega y Chávez fue por 10 millones de barriles de petróleo anuales. Cuando en 2009 el gobierno logró garantizar el almacenamiento del petróleo, las consecuencias económicas de la cooperación venezolana empezaron a sentirse. En 2012 los envíos de crudo aumentaron a 12 millones de barriles al año.
El combustible lo refina la Esso y, a través de Albanisa -empresa controlada por Ortega y su familia-, el gobierno lo vende a las generadoras de energía y a las gasolineras del país, le paga a Caracas en tres meses el 50% de la factura al precio internacional del petróleo y el otro 50% de la factura queda como deuda pública que Nicaragua pagará en 25 años a 2% de interés. Esa mitad de la factura que le queda a crédito al gobierno por la venta del petróleo ha sido absolutamente determinante para afianzar el proyecto político de Ortega y para estrechar los vínculos personales y de negocios con dirigentes del proyecto chavista.
Nada de lo que ha hecho o no ha hecho este gobierno se explica sin los petrodólares, que fueron creciendo y a partir de 2010 ya alcanzaban más de 500 millones de dólares anuales, cantidad equivalente a toda la cooperación internacional que en promedio recibía anualmente Nicaragua durante el gobierno de Bolaños (2001-2006).
Nunca un gobierno nicaragüense dispuso de recursos tan voluminosos en condiciones tan favorables. Con esos millones, que nunca han pasado por el presupuesto nacional y, por eso, no han sido auditados ni sometidos a una rendición de cuentas, el gobierno ha financiado subsidios, programas sociales y algunas infraestructuras, ha capitalizado al grupo empresarial vinculado a Ortega, ha incursionado en negocios de toda naturaleza y ha inyectado recursos al FSLN.
EL FUTURO DE PETROCARIBE¿Hasta dónde llegará la crisis del modelo bolivariano? ¿Qué consecuencias tendrá esa crisis en el acuerdo de Petrocaribe? ¿Llegará Ortega a la orilla del “río” electoral con ese acuerdo intacto? Los envíos de crudo a Nicaragua representan el 26% de los que Caracas hace actualmente a más de una docena de países. ¿Se verá obligada Venezuela a recortar esos suministros? ¿A suprimirlos? ¿Cuándo?
Para Nicaragua otros interrogantes sobre Petrocaribe se desprenden del propio texto del acuerdo. Según un estudio minucioso elaborado por el economista independiente Adolfo Acevedo, al reducirse el precio internacional del petróleo por debajo de ciertos límites se reducirá también el porcentaje de la factura que Venezuela nos concede a crédito. En consecuencia, con los precios actuales, que ya llegaron a ese límite, Nicaragua tendría que pagar en tres meses no el 50% sino el 70% reduciéndose el monto disponible para los negocios de Albanisa al 30%. ¿Le aplicará Venezuela a Ortega la letra del acuerdo, que establece además que éste “podrá ser modificado o denunciado cuando el interés de la República Bolivariana de Venezuela así lo exija”?
ESTADOS UNIDOS MIRA AL SUREn el contexto del desplome de los precios del petróleo, el Vicepresidente de Estados Unidos Joe Biden se reunió a fines de enero en Washington con representantes de 17 países que reciben combustible venezolano en el marco de Petrocaribe -no asistieron ni Cuba ni Nicaragua-, ofreciéndoles asistencia técnica y asesoría para promover inversiones privadas que les garanticen una diversificación energética: uso de gas natural, promoción de energías renovables, comercio con otros proveedores.
En la reunión estuvieron presentes funcionarios del Banco Mundial, del BID y del FMI respaldando el proyecto de Biden. “La mejor época para arreglar un tejado -dijo Biden- es cuando el sol brilla. El sol está brillando ahora, hay espacio para respirar, es el momento”. Biden presentó la caída de los precios del petróleo como el mejor momento para abandonar la dependencia de Venezuela.
No es sólo el petróleo. Biden anunció días después que Obama pedirá al Congreso 1 mil millones de dólares para lo que Estados Unidos ha llamado Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras, El Salvador). Parte de los recursos se destinarán a fortalecer las instituciones de estos tres países.
Son reuniones y decisiones nada recatadas que indican la seguridad con que Estados Unidos mira al sur, a su “patio trasero” más cercano, ahora que ocupa un lugar relevante en el nuevo mapa petrolero mundial.
LA TARIFA ELÉCTRICA
MÁS ALTA DE CENTROAMÉRICAA inicios de 2015 el desplome de los precios del petróleo comenzó a notarse en Nicaragua en un descenso en el costo de los combustibles, no proporcional a los precios internacionales y con continuos altibajos, mientras el costo de la energía permanecía intocable. Aunque la población y la grande, la mediana y la pequeña empresa hacían reclamos y exigían explicaciones, el gobierno guardaba silencio. Lo más concreto que dijo es que la tarifa eléctrica se revisará en abril.
Nicaragua tiene la tarifa eléctrica más cara de Centroamérica, lo que no sólo desestimula la inversión extranjera, como argumenta siempre y con razón la élite empresarial, sino que puede quebrar cualquier pequeño negocio de sobrevivencia familiar. Cuántas pequeñas pulperías de barrio no han fracasado en Managua por no poder pagar una pequeña refrigeradora que mantenga frío lo poco que venden. Cuántos pequeños proyectos de turismo rural dejan de ser rentables porque no pueden pagar el agua caliente o el aire acondicionado que exige cualquier turista hoy en día… No sólo la economía empresarial, también la economía popular, se resiente por el alto costo de la energía.
El gobierno brinda poca información sobre porqué mantiene tan alta la tarifa y brinda poca esperanza sobre si la rebaja que se decidirá en abril será significativa. La razón de actuar así parece ser la deuda de unos 200 millones de dólares que asumió hace ya unos años -con recursos venezolanos y cuando los precios del crudo se dispararon- para mantener fija durante el mayor tiempo posible la tarifa de energía. Tal vez en abril el gobierno espera haber saldado la mayor parte de esa deuda.
UN CÁLCULO IMPOSIBLE El desplome del precio del petróleo ha provocado una redistribución global y masiva de los recursos que produce la compraventa de petróleo, transfiriendo los ingresos desde los países productores a los países consumidores. No es la primera vez que esto ocurre, pero sí parece haber sorprendido a muchos que ocurriera ahora.
Tan drástico descenso de los precios del petróleo le conviene a la economía de Nicaragua, que lo consume y no lo produce. Sin embargo, los beneficios no se están sintiendo en la economía nacional. Que Ortega y su grupo tengan el control del estratégico sector energético y que el partido de gobierno haya privatizado la cooperación venezolana basada en el acuerdo petrolero para su uso discrecional lo explican.
No tener claras las cuentas de cuánto debe el gobierno, de cuánto ha usado y para qué lo ha usado, de cuánto puede haber guardado en la banca nacional y en su nuevo banco (Bancorp), en previsión de situaciones críticas, hace imposible calcular cómo podría afectarle la inevitable reducción de los 500 millones de dólares de libre disposición que ha tenido a mano durante cuatro años consecutivos.
LA VARIABLE PETROLERA Estando, como estamos ya, en año pre-electoral, y como todas las proyecciones indican que el precio del petróleo se mantendrá -si no tan bajo como ahora, sí mucho más bajo que de dónde cayó- hasta el 2016, año de elecciones, algunos opositores han empezado a festejar las consecuencias de la caída del precio del petróleo, augurando que se convertirá en una importante piedra en el “río” que Ortega tendrá que cruzar hasta llegar a su próxima reelección, ya que inevitablemente tendrá que recortar los programas sociales y otras dádivas y prebendas, clave de las simpatías que ha cosechado desde que regresó al gobierno. Pero la caída del precio del petróleo no es una variable electoral significativa.
En una situación económica más desahogada, con la factura petrolera a la mitad, una vez saldada la deuda y rebajada la tarifa eléctrica, y con el crecimiento económico incrementado por el inicio de la construcción del proyecto hidroeléctrico Tumarín -el más importante de los últimos 40 años-, la economía nicaragüense mejorará y muchos de los programas sociales que tanto han favorecido a Ortega podrían mantenerse pasándolos al presupuesto. De hecho, eso ya empezó a hacerse en 2014. Y no hay que olvidar que el presupuesto 2015 lo calculó hábilmente el gobierno con los precios altos del petróleo.
Hay que tener en cuenta, además, que Ortega y su grupo no van a regatear ningún recurso si eso pone en riesgo el continuar en el poder. Por eso, sólo si el proyecto bolivariano colapsa -y no es un imposible-, la variable del precio del petróleo no tendrá tanta influencia como algunos opositores desearían.
La oposición debería aceptar que para nuestro país es positivo que el gasto social dependa menos de recursos externos y se transparente en el presupuesto. Esto hace de Nicaragua un país más manejable. ¿No se beneficiaría una alternativa opositora de una situación así?
LA VARIABLE INTERNACIONAL La variable internacional es la que parece decisiva para que Ortega llegue a la orilla del río indemne y logre la reelección.
Son muchas las piedras a tantear. La situación en Venezuela, de impredecible salida. El fortalecimiento de la hegemonía mundial de Estados Unidos con su estrategia petrolera. El acercamiento de Obama a Cuba, y con ello a América Latina, lo que significa un nuevo clima ideológico en la región. La polémica internacional que ya está causando el proyecto del Canal (¿de China?). Las transparentes relaciones políticas de la vecina Costa Rica con China, que contrastan con el secretismo nicaragüense con el empresario chino del Canal. La nueva correlación en Estados Unidos con la mayoría republicana en ambas Cámaras del Congreso…
LA VARIABLE REPUBLICANAHoy, la correlación en Estados Unidos es más desfavorable a Ortega que la que tenía cuando se reeligió en 2011, valiéndose de una sentencia inconstitucional de la Corte Suprema y organizando unos comicios tan llenos de anomalías fraudulentas, que llevaron al Centro Carter a calificar esa elección como “la más opaca de los últimos veinte años en Nicaragua” y a declarar que eran tantas las irregularidades que hacían “imposible verificar” los resultados, especialmente la asignación de los escaños parlamentarios.
Con la mayoría absoluta que esos opacos resultados le dieron, Daniel Ortega ha venido aprobando desde hace tres años todas las leyes. Con esa mayoría, y sin consulta, reformó la Constitución de la República favoreciendo -en opinión de los obispos nicaragüenses- “el establecimiento y perpetuación de un poder absoluto a largo plazo, ejercido por una persona o un partido de forma dinástica o por medio de una oligarquía política y económica”. Con esa mayoría, también sin consulta, aprobó también la Ley 840, que le ha entregado nuestro país al empresario chino Wang Jing para la construcción del Canal Interoceánico.
La mayoría que hoy tienen los republicanos en las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos anuncia un escrutinio mucho más exigente del desarrollo del proceso electoral nicaragüense de 2016. ¿Cómo afectarían las relaciones de Ortega con Estados Unidos elecciones similares a las de 2011?
Han cambiado mucho las fichas en el tablero del ajedrez internacional y no son tiempos para permitirse un nuevo fraude electoral del tamaño de los vividos en Nicaragua desde el de 2008, que tuvo tantas consecuencias en la cooperación europea y en la de Estados Unidos, que dio por cancelados los recursos de la Cuenta del Milenio.
EN LA REUNIÓN DE LA CELACEn el cambiante escenario internacional, nada favorable para sus intereses electorales, resultó aún más sorprendente, por decir lo menos, el desatino cometido por Daniel Ortega el 28 de enero en San José durante la tercera Cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), creación del Presidente Chávez en su afán de promover la unidad de la región y de incorporar a Cuba a los foros regionales.
Aunque la reunión abordaría otras temáticas, el asunto que mayor atención acaparaba era el espaldarazo latinoamericano al inicio de la distensión entre Estados Unidos y Cuba, anunciada sorpresiva y simultáneamente el 17 de diciembre en La Habana y en Washington por Raúl Castro y Barack Obama. De la comunidad latinoamericana se esperaba un acompañamiento unánime a esa distensión para contribuir así al paso más complejo en la normalización de las relaciones bilaterales: el fin del bloqueo contra Cuba. Y eso fue lo que apareció una y otra vez en los discursos de los participantes: apoyo a este primer paso y expectativas positivas para siguientes pasos futuros.
EL DESATINO DE ORTEGADespués de las palabras firmes, pero no retóricas, del Presidente Raúl Castro, resultó chocante que en su discurso Ortega minimizara la decisión de Obama y recurriera a la retórica anti-estadounidense: “¿Quién está detrás del bloqueo a Cuba? La potencia que viola los Derechos Humanos de todo un pueblo... Nosotros aquí con nuestros esfuerzos para erradicar la miseria y la pobreza ¡y ellos, los yankes, conspirando en contra!... ¡El yanke no cambia! El mundo cambia, pero el yanke no cambia... Nos quieren presentar como grandes concesiones los anuncios que hizo el Presidente Obama... ¿Qué es lo que le concede a Cuba? Que los turistas podrán gastar un poquito más, que los cubanos podrán recibir un poquito más en remesas... Son días de cambios en nuestro planeta, donde emerge la multipolaridad, ¡a pesar del yanke!”
Finalizando su breve e imprudente discurso, Ortega cedió abruptamente su asiento al político independentista portorriqueño Rubén Berrios. Cuando Berríos terminó de hablar el Presidente de Costa Rica, anfitrión de la reunión, le llamó la atención a Ortega señalándole que había procedimientos que respetar, a lo que un Ortega exaltado le dijo a Solís: “¡La voz de Puerto Rico es la de Nicaragua!” y le reclamó por haberle dado la palabra en el foro a José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, que está “al servicio de los yankes”.
Esa misma noche Ortega decidió abandonar la cumbre y viajó a Managua con el Presidente Maduro dejando como representante de Nicaragua en la reunión a Berríos, para que fuera el puertorriqueño quien participara en la reunión privada que iban a tener los presidentes y cancilleres.
A pesar de que se le hizo ver que “la presencia del señor Berríos no era procedente porque hubiera generado tensiones indebidas en varias delegaciones que rechazaban su participación, la intransigencia de la delegación de Nicaragua fue absoluta” -en palabras de Solís-, quien tuvo que cancelar la reunión privada y dar por terminada la cumbre.
“UN PRECEDENTE NEFASTO” El desatino de Ortega causó estupor entre los mandatarios presentes. El próximo anfitrión de la próxima cumbre de la CELAC, su par en el ALBA, el Presidente de Ecuador Rafael Correa, respaldó la decisión de Solís de no aceptar a Berríos. “Hubiera sido un precedente nefasto. Con ese precedente -dijo-, en la Cumbre de las Américas, en abril en Panamá, Estados Unidos cedería su asiento a Inglaterra para defender su posesión en las Islas Malvinas contra Argentina”.
Envío tuvo oportunidad de hablar con observadores latinoamericanos presentes en la Cumbre. Solicitando el anonimato nos comentaron el visible y hondo malestar que provocó Daniel Ortega durante toda la reunión. “Buscaba protagonismo”, nos dijeron unos. “Incomodó a la delegación cubana, que le reclamó en privado”, dijeron otros. “Hasta parecía que quería boicotear la cumbre”, llegaron a afirmar.
Desde Nicaragua resulta insólito que Ortega pretendiera que Nicaragua estuviera representada por un político extranjero totalmente desconocido en nuestro país y ajeno a nuestras realidades. Y desde Puerto Rico resulta igualmente insólito que Ortega se adjudique la potestad de representar los intereses de ese país.
“DECLARACIONES DESUBICADAS” La bravata de Ortega causó también desazón entre el empresariado. César Zamora, que busca siempre mirar en positivo todo lo que hace el gobierno, afirmó que las declaraciones de Ortega “tendrían consecuencias” y recordó lo evidente: “Estados Unidos es un socio comercial importante y hay vínculos familiares que son importantes para el empresariado nicaragüense”.
En diciembre, cuando Ortega propuso en Caracas, en la cumbre por los diez años del ALBA, promover “nuestra propia lista de naciones terroristas y en nuestra lista poner al Estado yanke como como primer país terrorista”, Zamora dijo que eran declaraciones “desubicadas”, afirmó que “hicieron mella en Washington, en el Departamento de Estado” y dijo que, como empresarios, seguirían trabajando “para recomponer la relación”.
Tal vez es el autismo que parece afectar a quienes deciden hoy el rumbo de Nicaragua, enfermedad que, como indica su diagnóstico, se evidencia en quienes la padecen “en formas de comunicación reiterativas e insistentes que impiden ubicarse en nuevas situaciones”, fue lo que motivó el desatino de Ortega, que lo dejó en ridículo. A él y también a Nicaragua.
LA PREGUNTA DEL MILLÓNEl cambiante escenario internacional y las lupas que desde Estados Unidos podrían enfocarse en el proceso electoral nicaragüense lo conocen y lo temen, en primer lugar, los mejores aliados que tiene hoy Ortega, la élite empresarial, que han insistido públicamente desde hace años en un cambio de las autoridades y de las reglas electorales y que, por sus propios intereses, deben estarle insistiendo en privado al Presidente: “Si de todos modos vas a ganar, hacé las cosas bien hechas”.
Y es que ésa es la pregunta del millón a dos años de la pretendida próxima reelección de Daniel Ortega: si las elecciones fueran justas, libres, transparentes y competitivas, ¿las ganaría? Hay quienes dicen que no y que por eso ha necesitado de sucesivos fraudes para imponerse como mayoría política. Y hay quienes dicen que sí ganaría porque Nicaragua ya es otra, el antisandinismo ya es cosa del pasado, el FSLN ha superado su histórico porcentaje y Ortega ha sabido ganarse a los “independientes”.
Para despejar esta incógnita, en mayo de 2014 los obispos de Nicaragua le pidieron a Ortega “con todo respeto que ofrezca su palabra de honor para garantizar en el 2016 para Nicaragua un proceso electoral presidencial absolutamente transparente y honesto, con nuevos y honorables miembros al frente del Consejo Supremo Electoral, en el que brille, sin ningún tipo de duda, la voluntad popular”.
Algo similar es lo que solicitaron el 13 de enero, al despuntar el nuevo año representantes de cuatro partidos políticos y de cuatro expresiones de la sociedad civil, que presentaron una propuesta con los cambios que se requieren para que las elecciones generales de 2016 sean “libres, justas, transparentes y competitivas”.
EL ÁRBOL PODRIDO Decidirse o no a ser honesto y transparente es la piedra de mayor tamaño que Ortega debe “tantear” cuidadosamente al atravesar el “río”.
Piedras tiene también que tantear la oposición si quiere llegar con posibilidades de éxito a la orilla. Quienes dudan entre responder SÍ o NO a la pregunta del millón lo hacen, no tanto mirando los inocultables conflictos y rechazos que ha provocado en estos ocho años el modelo de exclusión y control social del partido de gobierno, sino mirando la debilidad de la oposición que enfrenta ese modelo. Y sobre todo, constatando la falta de un liderazgo que se ponga al frente de los reclamos sociales que no dejan de brotar. “La procesión va por dentro, ya la hay, pero falta el santo”, dicen algunos análisis de calle.
El liberalismo comenzó a moverse en busca de unidad desde junio de 2014. Después de ocho años de rivalidades el Partido Liberal Independiente (PLI), segunda fuerza política tras las anómalas e irregulares elecciones de 2011, inició un proceso de unidad con el PLC, árbol del que se separó en 2006, primeramente bajo las siglas ALN. Los acercamientos debían concluir en una alianza política, no sólo electoral.
A lo largo del proceso volvió a demostrarse el control que Arnoldo Alemán continúa ejerciendo sobre el PLC y la astucia del partido de gobierno al dar espacio, y recursos, a otros grupos liberales con el objetivo de atomizar cada vez más al liberalismo, su enemigo histórico. A inicios de octubre, los disidentes del PLC, organizados en el Movimiento Liberal Constitucionalista Ramiro Sacasa, firmantes del Plan de Nación y de la reciente propuesta para elecciones libres, afirmaron que el PLC “no puede dar frutos con un árbol podrido”. El árbol es Alemán.
Finalmente el 21 de octubre el PLI anunció que suspendía las conversaciones con el PLC, “por falta de seriedad y coherencia en la cúpula nacional” de ese partido, integrada -dijeron- por “mercaderes electorales que le siguen haciendo el juego a Daniel Ortega”. Un mes después de la ruptura PLI-PLC, otros dos dirigentes del PLC se desgajaron del “árbol podrido” para formar lo que llamaron Cruzada PLC y describieron así la situación en que ven al partido de Alemán: “Está atrapado en un nudo caudillista, en una agenda familiar y en una desorientación política”.
Si se mantienen las divisiones en el liberalismo -estrategia de Ortega es mantenerlas y hasta profundizarlas- se coloca una “piedra” importante, aunque no insalvable, a una unidad opositora que reclame con firmeza elecciones libres.
Siempre habrá partidos reales o “fabricados” desde el gobierno que le harán el juego a Daniel Ortega y participarán en elecciones que aparentarían competencia y pluralismo. Y aun si todos los dispersos grupos liberales se unieran, superando el nudo, la agenda y la desorientación, eso no significaría la unidad de toda la oposición, que va hoy mucho más allá de los partidos liberales.
LAS HERIDAS DE LA GUERRASon muchos los factores que explican la debilidad de la oposición organizada en partidos. En una sociedad tan arraigada en sus tradiciones como es la nicaragüense, con una clase política donde hay una alta proporción de adultos mayores y donde no ha existido una cultura de diálogo y debate, la polarización sandinismo-antisandinismo que alimentó el fuego de la guerra durante años no es aún cosa del pasado y ha entorpecido todos los procesos que conducen a la unidad.
Las heridas y las desconfianzas de ese pasado bélico se enredan con otros viejos y nuevos intereses económicos, con “colas” de distintos tamaños y grosores, con favores que hay que pagar y con historias personales que conviene ocultar… El grupo que controla hoy el FSLN conoce esos entresijos que tanto pesan entre la clase política y ha venido demostrando que son muchos los políticos de profesión que “tienen un precio”. A Ortega no le han faltado recursos para comprarlos.
En el otro lado de la ecuación, la sociedad nicaragüense es pacífica, perdonadora y aguanta, temerosa de las consecuencias de un nuevo conflicto como el que aún guarda en la memoria. No es éste, pues, un contexto sencillo para “otra oposición”, algo desorganizada, que sí existe, que está creciendo y que podría crecer más en el escenario actual, agitado por el proyecto canalero.
La resistencia campesina al desa¬tino del poder que representa el proyecto del Canal ha venido a demostrar, entre otras muchas cosas, que la religiosidad resignada del pueblo nicaragüense tiene límites, que la estabilidad conseguida en estos años es frágil, que las heridas de la guerra permanecen abiertas y que la cultura campesina tiene las poderosas raíces de un viejo roble.
TIERRA, LAGO Y SOBERANÍA La rebeldía campesina al proyecto del Canal Interoceánico en los municipios por donde se abriría esa zanja o en las zonas donde se instalarán los subproyectos asociados al Canal es otra piedra que Ortega tendrá que tantear con tino. También la oposición. Comunidades enteras se oponen a vender sus tierras y abandonarlas, una reacción con la que el gobierno no parece haber contado.
¿Será también el autismo que aqueja al círculo del poder el que explica esta “falta de imaginación”, otra de las características de esa dolencia?
Desde fines de noviembre líderes de las comarcas en resistencia de los departamentos de Rivas, Río San Juan, Juigalpa y del municipio de Nueva Guinea conformaron la que llamaron Comisión Nacional en Defensa de la Tierra, el Lago y la Soberanía Nacional. Son tres banderas que en una especie de círculos concéntricos revelan los daños que nos causará el Canal: a quienes serán expropiados de sus tierras, a quienes en la cuenca del Lago Cocibolca y más allá perderán el agua de la que viven y de la que hoy beben y el paisaje que los acoge, y a quienes perderemos el país, partido en dos para siempre por un enclave privado de una empresa extranjera.
¿POR QUÉ TANTAS MARCHAS SIN REPRESIÓN? La marcha de rechazo al Canal que hacía el número 16 de las desarrolladas desde septiembre se logró realizar por fin en Managua el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos.
El gobierno puso todos los impedimentos posibles -amenazas a los buseros que alquilaran sus vehículos para trasladar a los campesinos, retenes policiales en varias carreteras, detenciones- para impedir que llegaran a la capital pobladores de los municipios en resistencia. Pero llegaron, los más lejanos geográficamente después de casi 24 horas de salvar obstáculos. Unas 5 mil personas dijeron NO al Canal ese día.
Hasta entonces, y en varias de las marchas que siguieron a la del 10 de diciembre, el gobierno no se había decidido a responder con represión. ¿Por evitar un seguro enfrentamiento con campesinos que en varias de las zonas en resistencia anti-Canal pertenecieron a la Contra? ¿Apostando al desgaste, a que se cansarían y abandonarían el esfuerzo? ¿Confiando en que bastaba con intimidarlos y amenazarlos para hacerlos desistir? ¿O tan solo por el grado de improvisación irresponsable que ha tenido todo en el proyecto canalero y aún no tiene decidido el gobierno cómo impondrán las expropiaciones y los desalojos en las tierras que se entregarán a la empresa china?
NAVIDAD CON VIOLENCIA La represión llegó en la Navidad. En vísperas de la inauguración de las obras del Canal el 22 de diciembre arreciaron las protestas en distintos puntos. Según la detallada información del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), obtenida en el terreno, el día 23 un operativo de 250 policías desarticuló con violencia a manifestantes anti-Canal en Rivas, deteniendo a más de 20 personas.
En la madrugada del 24, un contingente de policías, auxiliado por militares, arremetió con balas de goma y bombas lacrimógenas contra varios centenares de productores campesinos de El Tule y de comarcas cercanas que desde hacía una semana se mantenían en la carretera Managua-San Carlos protestando contra el Canal. Decenas de heridos -hasta niveles de tortura- y más de 40 detenidos fue el resultado de la violenta represión.
El gobierno pensó que en los días navideños no habría reacciones. Pero sí las hubo. La noticia del rechazo al Canal y de la desproporcionada violencia con la que actuó el gobierno saltó a importantes medios internacionales. Y en Managua, activistas anti-Canal, el CENIDH y medios independientes no cesaron de denunciar lo que había ocurrido y de gestionar la liberación de los detenidos, lo que consiguieron antes de que terminara el año.
¿CUÁNTAS PIEDRAS MÁS? Después de estos episodios de violencia institucional siguió el gobierno vendiendo la fantasía del proyecto canale¬ro. Los buses del transporte público de Managua llevan el lema “Dios bendiga el Canal”.
Siguieron también las marchas en rechazo al Canal. Hasta el último día de enero se habían realizado 21, con la participación de miles de personas, productores rurales, campesinas y campesinos de la Nicaragua profunda.
Siguió también manifestándose en el diario actuar del gobierno esa “intransigencia absoluta” que Ortega exhibió en la CELAC.
Ante este cerrado horizonte, ya pre-electoral, la firme resistencia campesina al proyecto del Canal Interoceánico representa la más novedosa señal política y simbólica de los últimos meses. ¿Logrará el desafortunado proyecto canalero modificar el rumbo que llevan las cosas en nuestro país? ¿Hasta dónde logrará llegar la rebeldía campesina, que llama a Ortega “vendepatria” y pide la derogación de la Ley canalera? ¿Cuántas piedras colocará en el “río” el campesinado que rechaza el Canal?
“Esos jinchos no podrán detener el progreso” dicen algunos mensajes de jóvenes de Managua en las redes sociales. Otros jóvenes los aplauden y les agradecen. Antes que el Canal parta en dos a Nicaragua ya la ha partido.
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