Honduras
¿Logrará el bipartidismo la oposición que siempre tuvo?
¿Se rompió el histórico bipartidismo con los resultados electorales?
¿Se acabó de desmoronar el partido Liberal por sus rupturas internas
y al ser desplazado al tercer lugar en las elecciones?
¿Quién juega hoy el papel de oposición?
Son preguntas cruciales en esta primera etapa post-electoral.
Aún no hay respuestas.
Ismael Moreno, SJ
Tras la primera y tormentosa sesión del Congreso Nacional, el día 22 de enero, cuando, los diputados de LIBRE llegaron hasta a romper el micrófono de la mesa principal, como expresión de repudio al modo como nacionalistas y liberales lograron manipular la elección de la directiva del Poder Legislativo para que la encabezara el nacionalista y asesor militar, Mauricio Oliva, los diputados de LIBRE pasaron semanas enteras desapercibidos. Por fin, el 18 de marzo dieron señales públicas de vida, pero no para oponerse a decisiones de diputados liberales y nacionalistas, sino para enfrentarse, hasta casi liarse a golpes, dos de sus diputados por visiones contrapuestas en relación con el proceso de elección del Comisionado Nacional de Derechos Humanos, el Ombudsman.
Una oposición que da estas señales es aprovechada por la derecha para contrastarla con la “oposición” de siempre, la que acepta todas las reglas del juego y comparte la administración pública con esas mismas reglas del juego, a cambio de favores políticos.
UN NUEVO MAPA POLÍTICO
Un nuevo mapa político surgió de los resultados de la última contienda electoral. Y en él, el partido LIBRE se destaca como oposición con representación popular. El tema central de los líderes de la política tradicional en los próximos tres años y medio -hasta la siguiente elección- será lograr una “oposición” que sea funcional a sus intereses. En conseguirla se juega en gran parte el futuro del bipartidismo.
En ese juego están ya los gurús de los partidos tradicionales: los ex-Presidentes de la República Carlos Flores Facussé, Rafael Leonardo Callejas y Ricardo Maduro. Los tres, junto al actual Presidente, Juan Orlando Hernández,
y a otros estrategas políticos como el actual Ministro de Seguridad, Arturo Corrales Álvarez, están empeñados en redefinir a la oposición.
Estos gurús saben bien que la inestabilidad creciente en la sociedad y la enorme debilidad de la institucionalidad del Estado son caldo de cultivo para que se desarrolle una oposición, no sólo incontrolable, sino efectiva, que se convierta en verdadera y real alternativa a las propuestas de los dos partidos tradicionales, el Liberal y el Nacional. Esta posibilidad, evidenciada en los resultados electorales, es real y la ven como un peligro inminente. Saben que una oposición que escapa del control bipartidista ya surgió en el mapa político.
LIBRE: NO CABE EN EL MOLDE
Es cierto que el partido LIBRE tiene en sus filas a un sector mayoritario separado del partido Liberal, y que su máximo e indiscutible líder, Mel Zelaya, procede del tradicionalismo más crudo del liberalismo, y actualmente sirve de puente entre ambos sectores, los que quedaron dentro y los que se separaron. A pesar de todo, LIBRE representa una oposición que no acaba de gozar de la confianza de las estructuras bipartidistas. No cabe en el molde diseñado a lo largo de más de tres décadas, un molde para una oposición entendida como complemento del partido que gobierna y que co-gobierna con él, en un continuo reparto de cargos y en continuas componendas para el manejo de los asuntos públicos.
La oposición se ha entendido aquí como “la misma mica en distinta rama”, compartiendo las estructuras del poder, sólo desplazada de la conducción del Ejecutivo y eventualmente del Legislativo, pero siempre teniendo cuotas en el Poder Judicial y en los diversos órganos contralores del Estado. Durante tres décadas la oposición ha funcionado muy bien así, integrada a la maquinaria bipartidista. Ha sido un funcionamiento casi mecánico. Esta “oposición” daba plena legitimidad al modelo “democrático”. Pero, tras el golpe de Estado, y especialmente tras la irrupción de las nuevas propuestas partidarias encabezadas por el partido LIBRE, esa mecánica se ha trastocado drásticamente y otra oposición, en ruptura con el engranaje bipartidista, se constituye en un problema serio a resolver por quienes se han dedicado a aceitar ese engranaje.
¿CÓMO RESOLVER ESTO?
¿Cómo resolver esta novedad política, que erosiona las bases mismas del modelo? Ya van dando pasos. Primeramente, la extrema derecha que representa el Presidente Juan Orlando Hernández tiene la obligación de arrebatarle banderas y objetivos de lucha a la izquierda que ahora está representada en el Congreso y que ganó unas treinta alcaldías del país. Por eso, el gobierno impulsa programas como el llamado “Bono Diez Mil”, una dádiva clientelista a cuentagotas que el gobierno de turno ha dado a la gente más pobre a cambio de lealtades partidarias. Ahora, este programa asistencial buscaría llegar a sectores que no sean solamente los marginales obedientes al partido Nacional. El gobierno activa también otros programas asistenciales como “Una Vida Mejor”, dirigido a sectores marginales susceptibles de descontento y por eso mismo capaces de movilizarse tras las banderas de izquierda de LIBRE.
Otro paso lo dan en política exterior. Juan Orlando Hernández está desarrollando acercamientos a gobiernos de izquierda. Su primera acción de política exterior fue asistir a la Cumbre de la CELAC en La Habana. Unas semanas después restableció relaciones diplomáticas con el gobierno de Ecuador y ha dado pasos para proseguir dentro de la iniciativa de Petrocaribe. Y si las circunstancias lo permiten, se habla del reingreso de Honduras al ALBA, interrumpido tras el golpe de Estado.
EL CASO DEL OMBUDSMAN
El modelo político y económico autoritario que encabeza Juan Orlando Hernández se proyecta a largo plazo. Hablan de consolidarlo para los próximos 50 años. Lograr esto requiere de una oposición controlada e inserta dentro del modelo. En el mes de marzo, la elección del Ombudsman ejemplifica algunas tácticas.
El Defensor del Pueblo tenía que estar bajo control directo del Ejecutivo. Lo que no esperaban fue la irrupción de diversos organismos de la sociedad civil defensores de los derechos humanos, que ante la debilitada oposición de LIBRE dentro del Congreso Nacional, se convirtieron en la auténtica oposición. Además de cuestionar la intención de imponer al candidato a ese cargo, propusieron nombres y procedimientos de selección y al seno del Legislativo llegaron 21 candidatos.
En el Legislativo se nombró una comisión para la selección de candidatos conformada por diputados de todos los partidos, incluyendo a LIBRE. Después de las audiencias, la comisión seleccionó a siete para presentarlos al pleno del Congreso. Pero, en una sesión relámpago el 25 de marzo, una diputada del partido Nacional mocionó por elegir a Héctor Roberto Herrera, candidato de la crema y nata del nacionalismo, un hombre que responde al perfil que necesita esta democracia autoritaria. Finalmente, con los votos del bipartidismo y del Partido Anti Corrupción, quedó elegido como Comisionado Nacional de Derechos Humanos. Los diputados de LIBRE hicieron un coro que gritaba “¡Dictadura, dictadura!” cuando era juramentado para ese cargo durante los próximos seis años. Pero nada más...
EL CERCO LEGISLATIVO
Al romperse el engranaje que regentaba uno de los dos partidos que no ganaba la Presidencia de la República, el piso comienza a moverse si la oposición surge fuera de ese engranaje y se identifica con una verdadera izquierda.
A esta oposición se le ha respondido siempre en Honduras con represión, eliminación física, descalificación ideológica y cerco informativo. Esa oposición ha adquirido carta de ciudadanía oficial en este año 2014 y se sienta con iguales derechos en los curules destinados únicamente a la oposición que defendía la democracia bipartidista. Si no se redoblan los esfuerzos, LIBRE es un peligro, no sólo para ser la oposición, sino para derrotar a los dos partidos tradicionales. Esto exige aislar a LIBRE y desprestigiarlo. Y fortalecer al partido Liberal.
Se trata primero de mediatizar a la oposición en el Congreso para obligarla a situar sus presiones fuera de las normas parlamentarias ordinarias. Para ello, en las últimas sesiones de la anterior legislatura los diputados salientes reformaron la Constitución para que se pueda legislar en temas de trascendencia para el Estado, y hasta hacer cambios constitucionales, sólo con mayoría simple. Hasta ahora se necesitaba la mayoría calificada. Ahora, los 52 votos nacionalistas más los 26 votos liberales serán suficientes para cualquier decisión que quiera tomar el bipartidismo en el Congreso.
Esta “jugada” se decidió en negociaciones entre las dirigencias de los dos partidos tradicionales al conocer los resultados electorales, para así dejar a los 36 diputados de LIBRE sin posibilidades de influir en las decisiones del Congreso. Aún en el remoto caso de que se unieran con los 13 diputados del Partido Anti Corrupción no lograrían un número de votos capaz de romper el cerco legislativo ya montado por el bipartidismo.
Las negociaciones de las cúpulas políticas de extrema derecha tienen objetivos de fondo y de más largo alcance que se irán expresando en votaciones específicas.
ELEVAR EL PERFIL AL PRESIDENTE
El acuerdo de los propietarios de los medios corporativos es elevar y mantener elevada la figura del Presidente Hernández. Iniciaron esta estrategia azuzando el inducido conflicto con El Salvador con la disputa por la isla Conejo en el golfo de Fonseca.
Quieren garantizar que el perfil del Presidente, se mantenga en el primer plano de los medios y penetre en la conciencia popular como un mandatario para el largo plazo y no sólo para cuatro años. Ya el presidente del Congreso lanzó un primer globo sonda afirmando que no hay que tenerle miedo a la palabra reelección porque el Congreso cuenta con figuras legales como el plebiscito y el referéndum. Dijo que teníamos un Presidente con un liderazgo tan firme que valía la pena prolongar su mandato por más años que los cuatro establecidos para cada administración pública.
En la estrategia de la extrema derecha es una prioridad eliminar la pesada tranca de los “artículos pétreos” de la Constitución, que impiden la reelección. De conseguirlo, la primera opción la tendría Juan Orlando Hernández. Una Constituyente o cambios constitucionales para permitir la reelección es ya una realidad a la que se le están abriendo las puertas. Lo que haga o no esa Constituyente está hoy en manos de la extrema derecha.
A la vez, fortalecen al partido Liberal para convertirlo en una fuerza con capacidad de ganar las elecciones de noviembre de 2017. Esta opción la basan en un eventual desgaste, no sólo del Presidente Juan Orlando Hernández, sino de todo el partido Nacional, por sus duras políticas en materia económica y por sus respuestas represivas y militaristas a las demandas sociales, lo que llevaría a que, a través de LIBRE, la izquierda despuntara con posibilidades
de un triunfo electoral. Ante una eventual irrupción de la izquierda, recuperar el partido Liberal es un imperativo
para las dirigencias del bipartidismo.
Los gurús del bipartidismo no toleran factores y actores que se salgan del molde de su modelo político y económico. Con identidad oligárquica y cleptócrata -su vocación de ladrones no es un insulto gratuito, se lo han ganado a lo largo de muchas décadas de despilfarro de los bienes del Estado y de desvío de fondos públicos hacia cuentas particulares-, han dado evidentes señales de no estar dispuestos a ceder ni un milímetro. Un debate en búsqueda de un modelo alternativo al bipartidista que dé respuestas a la inestabilidad crónica del país en base a consensos mínimos, sigue siendo una posibilidad muy remota.
¿Y LA IZQUIERDA?
Componer la oposición que necesitan para seguir gobernando es un quebradero de cabeza para las cúpulas dirigentes del bipartidismo. Y en esos afanes están invirtiendo esfuerzos y recursos. ¿No deberían los sectores populares y de izquierda dedicar esfuerzos a consolidar una oposición política que responda a los desafíos de los sectores sociales y populares?
En los cuatro últimos años el Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC) ha realizado cuatro sondeos de opinión pública recogiendo la percepción de la sociedad sobre la situación del país y el comportamiento de los diversos actores sociales, políticos y religiosos. Los cuatro coinciden en la desconfianza que la población siente hacia todas las propuestas políticas partidarias, particularmente las provenientes de los dos partidos tradicionales. En los cuatro, más del 80% de la gente percibe que los políticos engañan y que tan mentirosos son los dirigentes de los partidos como los diputados, magistrados, fiscales, policías y funcionarios en puestos del Ejecutivo. Sin embargo, cuando la gente responde sobre quiénes tienen la mayor responsabilidad en buscar respuestas a la precaria situación que viven, los actores vinculados con el movimiento popular, el Frente Nacional de Resistencia Popular y, en general, los líderes de la izquierda, o no son identificados u ocupan un lugar muy secundario.
La izquierda hondureña es un actor muy distanciado de la realidad cotidiana de la población. Es cierto que en las elecciones de noviembre de 2013 la izquierda representada por LIBRE sacó un caudal que se acerca al millón de votos. Pero ese voto no es ni un voto duro ni un voto de simpatía. Es un voto de desconfianza hacia los partidos tradicionales y un voto de desesperación ante crisis que no encuentran respuestas. Es un voto de castigo al bipartidismo, más que ideológico o militante con la izquierda. De acuerdo a los sondeos de los últimos cuatro años, tanta desconfianza siente la gente hacia los partidos políticos tradicionales, como distantes o extraños siente a los dirigentes de los sectores populares y de los sectores de izquierda.
SALIR DE ESA BURBUJA
Los sectores de izquierda y populares no toman conciencia de esa distancia. Con recursos dedicados a incidir en transformaciones que impacten en la población más golpeada por las políticas neoliberales, cada organización, cada gremio, acaba, tal vez sin darse cuenta, ofreciendo recetas para solucionar la crisis como si fuesen las únicas soluciones, cuando no pasan de ser propuestas que garantizan supervivencia a los miembros de esa organización.
Mientras cada quien se afana en cumplir con su agenda de lucha particular, los sondeos de estos cuatro últimos años coinciden en que la vida cotidiana de la gente va siendo moldeada por iglesias que saben penetrar hasta el fondo
de los corazones y por la televisión. Las dirigencias políticas populares y las de la sociedad civil viven a menudo en una burbuja, pensando que lo que ellas piensan es lo que piensa toda la gente empobrecida de Honduras. Esa burbuja ofrece muchas seguridades, incluso económicas y, sobre todo, las “salva” de no descubrirse en el error de estar política, ideológica, humana, y hasta espiritualmente, distantes de la cotidianidad de la gente de barrios, colonias y aldeas.
El nivel de conciencia social y política de nuestra población es tan precario que a la gente no le importa quién está
en el gobierno y quiénes están en la oposición. No le importa quién sea ni de dónde venga quien ha de resolver sus problemas, lo único que les importa es que les resuelvan su alimentación, seguridad y empleo. Si quien lo hace es un gobierno autoritario y dictatorial eso es lo de menos. Si quienes les aseguran comida y seguridad son populistas o de izquierda también les da lo mismo.
Vivimos en un país donde las condiciones actuales, tanto las objetivas como las subjetivas, son tierra fértil para que florezcan personajes con rasgos dictatoriales, caudillos y populistas arbitrarios. La mayoría de la población hondureña sigue anclada en una mentalidad profundamente conservadora. Una izquierda que quiera erigirse como oposición desde la gente y que esté distante de la gente, seguirá muy segura en su burbuja y lanzando discursos antineoliberales. Salir de esa burbuja y romper la distancia con lo que siente, piensa, sueña y sufre la gente es condición de posibilidad para que la izquierda logre ser una oposición que rompa por fin con el modelo bipartidista.
CORRESPONSAL DE ENVÍO EN HONDURAS.
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