Nicaragua
¿Se ha institucionalizado ya en Nicaragua una democracia neoliberal?
Andrés Pérez Baltodano,
habitual colaborador de Envío,
compartió con nosotros estas reflexiones sobre la coyuntura política de Nicaragua
y sobre las opciones electorales que se presentan a la población el 5 de noviembre,
en una charla que transcribimos.
Andrés Pérez Baltodano
En el actual contexto político electoral de Nicaragua una de las preguntas cruciales que debemos hacernos es ésta: ¿Se ha institucionalizado ya en Nicaragua una democracia neoliberal? Antes de intentar responderla, definamos estos tres conceptos: institucionalización, democracia y neoliberalismo.
Cuando hablamos de institucionalización, hablamos de la cristalización de las normas, valores y principios que utilizamos para organizar la vida social. Hablamos de la maduración de las ideas y valores con las que, consciente
o inconscientemente, organizamos la vida social. Con esos valores se determina en una sociedad lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo legal y lo ilegal, lo utópico y lo práctico. Con ellos se determina quién come y quién no come, quién va a ser pobre y quién va a ser rico, quién vive y quién muere.
Todas las organizaciones sociales están fundamentadas en normas y valores que, en algunas circunstancias y en determinados momentos, llegan a normalizarse. Ésa es otra manera de entender la institucionalización: se institucionaliza algo cuando se hace normal. Otra manera de explicarlo: algo se institucionaliza cuando se legitima.
El capitalismo, que contiene un conjunto de valores, normas e ideas, es un modelo de organización social que ha alcanzado un impresionante grado de institucionalización en todo el mundo. Veámoslo con un ejemplo: si en los bancos, que son símbolos del sistema capitalista, se guarda tanto dinero, uno tendría que preguntarse cómo a un pobre que tiene hijos que se están muriendo de hambre no se le ocurre ir a pedirle al gerente de ese banco, en nombre de Dios o de la humanidad, que le dé algo de ese dinero para alimentarlos. Pero a ese pobre no se le ocurre y a quien se le ocurriera y lo hiciera lo declararían loco y podría terminar en el manicomio. ¿Pedir dinero a un banco para sobrevivir? Diríamos que es una locura porque los bancos sólo dan dinero a quienes tienen dinero. Porque ese banco, representación del capitalismo, y la idea de que un banco sólo presta a interés y a quien tiene garantías de pagar, ha llegado a institucionalizarse de tal forma que lo legítimo y lo correcto será que ese pobre muera de hambre a las puertas del banco sin atreverse a golpearlas. Otra actitud sería locura. Michel Foucault nos ha ayudado a entender que es la sociedad la que determina quién es loco y quién no. Porque la locura es también una construcción social, que tiene mucho que ver con cómo se institucionalizan las normas que utilizamos para organizar la vida social.
Podríamos demostrar cómo en Nicaragua se está institucionalizando la corrupción y la impunidad de quienes cometen actos de corrupción. Podríamos demostrar también cómo la desigualdad de género logró institucionalizarse en todo el mundo. Pero en este caso, las luchas del feminismo contra todas las formas de desigualdad entre hombres
y mujeres y contra las ideas que las han normalizado, nos ayudan a entender que lo que se institucionaliza también se puede des-institucionalizar, que lo que se ha institucionalizado no se convierte, por eso, en algo sagrado, aun cuando se presente como intocable. Porque nunca hay ningún dios detrás de ninguna construcción social.
¿Se ha institucionalizado el neoliberalismo? Cuando hablamos de neoliberalismo, hablamos de un modelo de sociedad con un conjunto de normas, principios y valores que legitiman determinadas prácticas. Hablamos de una manera específica de establecer las relaciones entre el Estado, el mercado y la sociedad. En este modelo de relaciones, el mercado asume el rol de variable independiente a la que deben ajustarse todas las otras variables que forman parte de la ecuación social.
El Estado regulador de los países del Norte, el Estado de Bienestar que en muchos países de Europa, también en Canadá, llegó a institucionalizarse, está en crisis. La idea de un Estado que participa activamente en la regulación de la economía, que transfiere recursos de quienes tienen más a quienes tienen menos, a través de la socialización de la medicina o de la socialización de la educación básica o del subsidio a la educación universitaria -como es el caso en Canadá- está bajo ataque. La fuerza de los trabajadores, que empujó al Estado a asumir estas responsabilidades sociales, está en crisis, porque la movilidad del Capital otorga hoy a los capitalistas la capacidad de hacer oídos sordos a los reclamos de los sindicatos. El Estado de Bienestar enfrenta hoy las presiones del Capital porque la regulación estatal hace ineficientes los juegos de los capitales globales. En el neoliberalismo, la idea es volver a entregar todo el poder a “la mano invisible del mercado”, a la ley de la oferta y la demanda, y en esa ley, el que gana gana y el que pierde pierde. Y el que muere, se muere legal y legítimamente.
El objetivo último del neoliberalismo es que todo eso no nos indigne, ni siquiera nos moleste…porque “así es la vida”. En todas las lenguas del mundo hay expresiones como ésa -“así es la vida”- que reflejan ese momento en que lo social se hace natural, en que la Historia se convierte casi en Biología, en Naturaleza. En el caso del Canadá, la lucha contra el Estado del Bienestar no ha logrado aún tener éxito, la gente no logra ver todavía cómo va a decir “así es la vida” sin la medicina socializada. Pero el ataque continúa y tal vez dentro de unos años la gente llegará a creer que no hace sentido que haya un Estado que brinde servicios de salud a toda la ciudadanía, llegará a pensar que eso es ineficiente, y hasta que es una locura, tal como ya cree que el pobre que golpea las puertas al gerente del banco para pedirle que le dé algo de su dinero para que no se le muera su niño es un demente.
El neoliberalismo es una forma especial del capitalismo, un modelo de relaciones entre el Estado, el mercado y la sociedad, un conjunto de instituciones, políticas y procesos que intensifican la racionalidad capitalista y en donde el mercado se convierte en el eje rector de toda la vida en sociedad. Cuando hablamos de institucionalización de ese modelo, hablamos de la cristalización y naturalización, como “normales”, de un conjunto de ideas: la liberalización del comercio, la liberalización de los mercados -incluyendo los mercados de trabajo-, la privatización de los activos del Estado, la reducción del papel social del Estado…
El neoliberalismo es también una manera de ver la vida. Y es un lenguaje. En Nicaragua, la expresión más concreta de los valores neoliberales y de las relaciones que el modelo neoliberal propone entre el Estado, el mercado y la sociedad, relaciones en las que es el mercado quien determina, está en el Plan Nacional de Desarrollo de la Nueva Era del Presidente Bolaños. El PND es un auténtico consomé neoliberal, aun cuando quienes lo escribieron no dicen ser neoliberales. En el PND, por ejemplo, la organización poblacional y territorial de Nicaragua van a definirse alrededor de los llamados “clusters” que el Estado apoyará como “facilitador de las fuerzas del mercado”. La idea de los “clusters” es cercana a la previa idea de los “polos de desarrollo”. En estos polos, el Estado tenía una participación activa en la definición de la vida social. En los “clusters” es el mercado el que define y determina. Determina dónde instalar el desarrollo y a qué costo humano instalarlo. En el PND se lee que se organizarán ciertos “clusters” en los municipios del país con mayor capacidad para participar en el juego del mercado y con mayor potencial competitivo. ¿Y qué pasará con la gente que vive en los municipios sin esa capacidad para competir en mercado? El PND responde ranquilamente: esa gente se va a mover hacia donde haya capacidad. De tal manera que el mercado va a determinar en dónde van a vivir los nicaragüenses y el gobierno -y así lo afirma el PND- monitoreará esa movilización de la gente, que irá modificando el mapa territorial y poblacional del país. Imaginemos este surrealista escenario: los nicas olfateando los vaivenes del mercado para desplazarse hacia donde están los “clusters” más competitivos y un Estado como el nuestro, que en casi doscientos años de vida independiente no ha sido capaz de construir una carretera del Pacífico al Atlántico y en treinta años no ha sido capaz de reconstruir Managua, monitoreando esa masiva movilización.
Ésta es una idea absurda, copiada de los países europeos y de los países del Norte, donde se implementaron estos modelos, pero con dos diferencias fundamentales y básicas. Una diferencia es que en esos países existe un mercado competitivo. En Nicaragua, el “mercado” no es más que un grupo de empresarios privados que se aprovechan de cualquier oportunidad y que ahora están desesperados por ser socios menores en el juego del capital globalizado.
En segundo lugar, los países del Norte tienen Estados que cuentan con una gran capacidad de organización
y regulación social. Son Estados con presencia en todo su territorio y con alta capacidad de gestión. Y sobre todo,
gozan de legitimidad ante sus sociedades.
La otra diferencia es que en el Norte quienes se mueven son ciudadanos con derechos y que gozan de una condición económica relativamente favorable. En esas condiciones, uno puede imaginarse a canadienses tomando un avión para moverse de Toronto a Alberta, porque se han informado que en Alberta hay mejores oportunidades de trabajo. Es gente que se mueve protegida por sus derechos. ¿Qué movilización veríamos aquí en Nicaragua? Este plan no sólo es irreal,
es aterrador. Con la pobreza de Nicaragua, lo que veríamos serían “los plantones” que ya hemos visto, a aquella gente hambrienta que salía de los cafetales cuando la crisis del café, cuando no había nada en qué trabajar y nada que comer.
Completemos la definición de los tres conceptos que planteamos al comienzo. ¿Qué es la democracia, qué entendemos por democracia? Cuando hablamos de democracia, hablamos de dos cosas. De procesos formales diseñados para decidir qué grupo o partido asume el control del poder del Estado. Y del consenso social sobre las relaciones entre Estado, mercado y sociedad en el que se desarrollan esos procesos. La idea más importante a tener en cuenta es que los procesos formales de la democracia -las elecciones, los referendums y todos esos mecanismos que forman parte de la maquinaria tecnológica de la democracia- ocurren dentro de un marco de valores y de normas más o menos institucionalizadas, dentro de un consenso más o menos elaborado, sobre cómo se organizan las relaciones entre Estado, mercado y sociedad. Debemos preguntarnos tanto sobre el proceso democrático formal, como sobre el consenso en que se da ese proceso. En el escenario electoral en el que nos encontramos, nuestra pregunta es: ¿Ese consenso es ya en Nicaragua el modelo neoliberal? ¿Se ha institucionalizado ya en nuestro país un consenso
en torno a la democracia neoliberal? Porque cuando el consenso ya está institucionalizado, lo que los partidos políticos ofrecen en el proceso electoral son diferentes maneras de administrar el sistema que tiene consenso.
La teoría y la experiencia democrática nos dicen que los conflictos que se resuelven en los procesos electorales democráticos son siempre menores, marginales. En las elecciones no se definen las grandes preguntas, que obtienen sus respuestas en la consolidación, en la institucionalización del sistema de valores que legitima una determinada forma de establecer las relaciones entre el Estado, el mercado y la sociedad. En un sistema democrático consolidado, como es el de Estados Unidos -a pesar de lo relativo del concepto democracia aplicado a ese país y a cualquier otro-,
las elecciones no ponen en juego el modelo capitalista ni el sistema presidencialista. Lo único que ofrecen republicanos y demócratas en las elecciones son diferentes maneras de administrar el sistema que el consenso social ya consolidó hace tiempo. No plantean transformar el sistema. Así, en las elecciones se pueden resolver problemas muy importantes, pero comparados con la naturaleza de los problemas que tienen que ver con la institucionalización de un sistema, son siempre problemas marginales. Para Nicaragua, la pregunta es: ¿En las elecciones de noviembre, los partidos nos ofrecen diferentes formas de administrar el sistema neoliberal o nos proponen empezar a luchar contra la reproducción de ese sistema?
Hablamos de “democracia neoliberal”, aunque algunos querrían hablar mejor de “dictadura neoliberal”. Pero es necesario desmitificar la democracia. Porque en la democracia la gente también se muere de hambre. La democracia estadounidense convivió tranquilamente con la supresión de los derechos civiles a los negros. Hasta un día. La democracia actual convive en todo el mundo con brutales desigualdades de género. ¿Hasta cuándo? Es demócrata el sistema de Estados Unidos, a pesar de ser el mismo sistema que mantiene la prisión de Guantánamo, una vergüenza para la humanidad. La democracia debe ser desmitificada y entendida como un proceso para la resolución de conflictos que funcionan dentro de un consenso social que puede tolerar y convivir con profundas injusticias y desigualdades.
Así pues, lo crucial es saber dentro de qué consenso funciona el proceso democrático. Y es importante entender que los procesos formales de la democracia, y la democracia misma, son compatibles casi con cualquier tipo de consenso, también con el consenso neoliberal. Naturalmente, es importante establecer los grados de diferencia que existen entre diferentes tipos de democracia. Y si concluyéramos que todas las democracias que existen en el mundo de hoy son democracias neoliberales, es importante determinar cuáles son las más dañinas, porque siempre hay grados y siempre hay diferencias relativas.
El neoliberalismo ha logrado institucionalizarse alrededor del mundo, también en diferentes formas. Porque en la organización social también influyen las diferentes culturas de los pueblos y las condiciones históricas específicas.
El neoliberalismo tiene en Rusia expresiones diferentes a las que el neoliberalismo tiene en Canadá o en Nicaragua.
La institucionalización del neoliberalismo explica que una vez que partidos de izquierda llegan al poder se encuentran funcionando dentro de un sistema de valores que los limita, porque ese sistema de valores e ideas neoliberales se traduce en estructuras duras, en procesos de formulación de políticas, en relaciones con los organismos financieros internacionales, en normas que regulan el comercio internacional, en un conjunto de condiciones muy duras
y ya legitimadas, que son poderosos límites para los partidos de izquierda.
Eso le pasó al gobierno de Lula en Brasil, eso les pasa a todos los gobiernos de izquierda en América Latina. Frei Betto, encargado por Lula del ambicioso proyecto “Hambre Cero”, terminó renunciando a ese cargo. Se desesperaba y decía:
Con toda la buena voluntad que tengo y que tenemos para terminar con el hambre en Brasil, el Estado no funciona en esa dirección. Y así era: la voluntad la tenía él, la tenían muchos como él, pero los mecanismos, la definición de la economía, la estructura económica, no estaban diseñadas para acabar con el hambre, sino para reproducir el capital.
Y Frei Betto decía: “Siento que estoy sentado en una tortuga”. Yo creo que era peor, que la tortuga no se movía, que estaba muerta. Porque el mercado capitalista, el mercado neoliberal, no están diseñados para resolver el problema del hambre. La teoría económica capitalista está diseñada para reproducir el capital y el capitalismo está diseñado para reproducir esa forma de organización del capital y no para luchar contra las desigualdades. El capitalismo no se ocupa, no tiene nada que ver, con la dignidad de la gente. Constatarlo torturó a Frei Betto y lo llevó a renunciar.
El neoliberalismo ha logrado institucionalizarse mundialmente de diferentes maneras. Esto ha provocado una crisis planetaria. Existe también una crisis de pensamiento para elaborar alternativas a esa crisis, alternativas que logren capturar la imaginación de la gente para impulsarla a buscar la construcción de un consenso en torno a un modelo diferente. Hay ideas, pero todavía son muy preliminares, todavía no cuajan, no logran desarrollarse. Y es que no es fácil desarrollar ideas alternativas al neoliberalismo cuando se trata de luchar contra los organismos financieros internacionales, contra los Estados, contra las Universidades -que en una mayoría de casos se han doblegado ante el neoliberalismo- y contra la cooperación internacional, que con muy buena voluntad contribuye también a la solidificación del neoliberalismo.
La crisis de un pensamiento alternativo al neoliberalismo es especialmente profunda en Nicaragua. Ése es uno de los problemas fundamentales que tenemos hoy en nuestro país, donde reina una gran confusión incluso ante el mismo concepto del neoliberalismo. Por eso, hasta podemos creer que en Nicaragua somos anti-neoliberales cuando
lo que estamos haciendo es contribuir al desarrollo del neoliberalismo. Y no vale decir que hay “buena voluntad” para enfrentarlo, porque con buena voluntad no se construyen modelos de sociedad ni mucho menos alternativas al modelo de la sociedad neoliberal.
¿Por dónde empezar a construir esa alternativa? En Nicaragua y en países como el nuestro hemos vivido siempre a la espera de modelos terminados. Y la verdad es que la construcción de un modelo -y eso se comprueba en la historia del pensamiento político-, la construcción de la idea del Estado, de la democracia, de los derechos ciudadanos, se generaron siempre, y se continuarán generando a partir de múltiples resistencias a la realidad existente. Para luchar
contra el neoliberalismo no es necesario esperar la existencia de un modelo construido para, desde él, luchar contra el neoliberalismo. No funciona así la construcción de teorías, ni siquiera la construcción de la realidad.
Hoy, ante la ausencia de un modelo alternativo acabado, lo único que tenemos para juzgar el anti-neoliberalismo
de cualquier movimiento o actor político es examinar su capacidad de resistencia al modelo actual. Debemos recordar, además, que aunque aún no existe el modelo alternativo, sí existe una lucha global, con miles de esfuerzos, con generación de pensamiento y con acciones. En esa lucha hay activistas y teóricos. Porque encontrar una alternativa no es tarea sólo de los teóricos ni serán los pensadores políticos los que van a encontrar el modelo alternativo. Nunca se construyó la teoría política de esa manera. Nunca. Los grandes teóricos del pensamiento lograron simplemente capturar el sentido de la realidad, una realidad que estaba siendo hecha “a golpe de calcetín” por los activistas, por la gente. Y por supuesto, una vez que la realidad adquiere sentido, el activismo, la lucha política, encuentra cauces y objetivos. Un activismo sin teoría social no va a lograr construir nuevas realidades, porque para alcanzar el futuro hay que teorizarlo primero.
¿Tienen los partidos políticos nicaragüenses, los actores políticos de Nicaragua, capacidad y disposición para retar el neoliberalismo, para enfrentarlo? Y naturalmente, no les vamos a pedir que tengan un modelo alternativo completo ni que eliminen el neoliberalismo en enero de 2007 al llegar al gobierno. Pero sí podemos pedirles evidencias de que están dispuestos a ejecutar una y mil resistencias al neoliberalismo, porque esas resistencias son las que le van a permitir a Nicaragua insertarse dentro de la lucha global contra el neoliberalismo, lucha de la que hoy nuestro país está ausente.
Y ahora quiero responder a la pregunta de la que partíamos. Yo creo que en Nicaragua se está institucionalizando una democracia neoliberal y que hay aspectos de la democracia neoliberal que están ya bastante consolidados en nuestro país. Eso no significa que todos los nicaragüenses hayamos dicho que aceptamos el neoliberalismo. Porque eso nunca sucede así. Que se esté institucionalizando rápidamente el neoliberalismo no significa tampoco que todos lo aceptemos conscientemente. Pero hay valores dominantes en toda sociedad. Y en Nicaragua son ya dominantes los valores del neoliberalismo y las estructuras que se derivan de esos valores también son dominantes y se expresan hoy en cómo funciona el Estado, con qué lógica y al servicio de quiénes. A la par, como existe una tendencia histórica en la cultura política nicaragüense, que es una cultura pragmática resignada, que opta por atemperarse a las circunstancias, y como esa cultura está presente, tanto en las élites como en las masas nicaragüenses, todos observamos la realidad neoliberal y decimos: ¿Ésas son las ideas dominantes? ¡Pues por ahí nos vamos!
Esa cultura política pragmática resignada tiene una de sus posibles raíces en el providencialismo, esa visión de la historia como un proceso gobernado por Dios hasta en sus más últimas consecuencias. Este providencialismo genera una tendencia a aceptar la realidad tal como es. En las élites, la religión providencialista se traduce en insensibilidad ante la miseria de la mayoría. Y en la mayoría, en pasividad y aceptación resignada de su propia miseria. Con esta cultura religiosa y política es muy fácil que ante los valores y estructuras del neoliberalismo, tan dominantes, tan avaladas por la cooperación internacional, tan difundidas por los organismos financieros internacionales, tendamos a decir: ¡Así es la vida! ¡Ni modo! Y cuando eso decimos sucede lo peor: dejamos de pensar. Dejamos de pensar en la posibilidad de ir generando resistencias múltiples, y dejamos de exigirle a los políticos que resistan y que nos expliquen de qué manera y hasta qué punto están dispuestos a luchar contra el neoliberalismo. Cuando eso sucede, empezamos a justificar casi cualquier cosa. No esperar mucho de los políticos y no exigirles mucho es también una manifestación de nuestro pragmatismo resignado.
¿Hasta qué punto los partidos políticos que compiten en estas elecciones están dispuestos a enfrentar el neoliberalismo con seriedad? ¿Se desarrollarán las elecciones de noviembre en un consenso social que ya ha institucionalizado una democracia neoliberal en nuestro país? ¿Ofrecen los partidos políticos que compiten en las elecciones cambios fundamentales o sólo diferentes formas de administrar el sistema, y siempre puede haber mejores y peores formas de administración de cualquier sistema? ¿Sólo ofrecen diferentes formas de administrar el modelo neoliberal o existe la posibilidad de construir una alternativa al neoliberalismo?
En el caso del FSLN, podemos asegurar que jamás Daniel Ortega dirá que es neoliberal. Todo lo contrario, condena y condenará siempre el neoliberalismo. Sin embargo, en estos días apareció Bayardo Arce, que no es una figura marginal dentro del FSLN, en una entrevista en “El Nuevo Diario” (25 junio), y respondiendo lapidariamente a la pregunta “¿No cree que un triunfo sandinista vaya a generar fuga de capitales?” dijo: “Si yo me pongo a ver lo que dice Carlos Pellas, Ramiro Ortiz, Roberto Zamora y Ernesto Fernández Hollman, todos ellos no ven que porque cambie el gobierno va a cambiar de lógica”. Y hay que subrayar eso: “de lógica”. Dice Arce que los grandes capitalistas de Nicaragua no están preocupados porque no va a cambiar la lógica. Cuando hablamos de “lógica” hablamos de los valores y las normas que orientan cómo se redistribuyen los recursos sociales, cómo se reparte el gasto público, cuáles son las prioridades en las agendas de las políticas públicas. Ellos saben, y Arce lo dice, que si gana el FSLN, va a cambiar el gobierno, pero no va a cambiar la lógica del sistema imperante.
Con un gobierno del FSLN y de Daniel Ortega seguramente vendrán a Nicaragua recursos de Hugo Chávez. Pero es casi imposible predecir qué tipo de gobierno harían Daniel Ortega, Tomás Borge, Lenín Cerna y Rosario Murillo.
Esta opción es una verdadera ruleta. Porque Ortega puede terminar siendo el más feroz de los neoliberales, en un deseo de legitimar su posición ante Estados Unidos y la banca internacional o puede intentar ser un poco de cada cosa, terminando al final en un “gobierno chacuatol”.
En el caso de la Alianza Liberal, Eduardo Montealegre es el candidato que menos problemas tiene en Nicaragua para definir su posición. Su conciencia es la más tranquila de todas. No le está mintiendo a nadie ni con sus palabras ni con sus acciones. Su récord ahí está. Es el político que está más claro de lo que ha sido, de lo que quiere y de lo que ofrece. Él es el más puro neoliberal. Montealegre encarna el neoliberalismo, que a mi juicio es una plaga para la humanidad por ser un modelo de sociedad antihumano y, por sobre todas las cosas, anticristiano.
Porque hasta el Catecismo de la Iglesia Católica -a pesar de ser un texto conservador y estar lleno de contradicciones- afirma que el objetivo de la organización social y la razón de ser de todas las instituciones del Estado es la persona humana, que los modelos económicos, sus organizaciones y sus instituciones deben estar al servicio de la humanidad
y no la humanidad al servicio de los modelos económicos. Montealegre es el más honesto neoliberal y por eso, el más deshonesto cristiano de los candidatos.
¿Qué decir del “liberalismo social”, de la “revolución social” que ofrece la fórmula del PLC, José Rizo y José Antonio Alvarado? Ésta es una fórmula también neoliberal. Entre Montealegre y el PLC decidimos entre un neoliberalismo limpio y ordenado, con ética bancaria -tan atractivo para la banca internacional- y un neoliberalismo desordenado, chabacano, que sustrae impunemente los fondos del Estado. Ambas ofertas son neoliberales, pero en el neoliberalismo montealegrista todo será más ordenado, los pobres morirán de hambre legalmente y las élites se enriquecerán dentro de un orden económico, político y social legitimado.
¿Y qué decir de la Alianza MRS? Hace unos meses escribí en “Envío” que en estas elecciones yo depositaba mis esperanzas en el Movimiento por el Rescate del Sandinismo, que forma parte de la Alianza MRS, que llevaba, hasta el 2 de julio, a Herty Lewites como candidato presidencial. Hasta la fecha, no encuentro en ese grupo señales que me indiquen que esta opción es anti-neoliberal y que están dispuestos a hacer todo lo que se podría hacer para combatir el neoliberalismo.
Yo esperaría de un movimiento como éste señales de su anti-neoliberalismo o de su intención de luchar contra el modelo neoliberal en, por lo menos, tres áreas. En primer lugar, la Alianza MRS tendría que tener un plan, una propuesta seria que nos indicara que están dispuestos a transformar el papel del Estado en sus relaciones con el mercado y con la sociedad. Esto significaría cambiar la modalidad actual del Estado. Se trata de diseñar un Estado que normalice, legitime y naturalice que la prioridad del Estado en Nicaragua será, por ejemplo, atender la salud de la gente, por ser ésta una obligación moral, política, humanista y cristiana. Y este nuevo diseño no debería ser controversial. Se trata de desarrollar la función social del Estado en el área de la salud y en tantas otras áreas vitales para enfrentar al neoliberalismo, porque una de sus claves ha sido transformar la idea del Estado reduciendo sus funciones para ponerlo al servicio del mercado.
De un grupo político anti-neoliberal esperamos que nos diga que luchar contra el neoliberalismo no es cosa fácil -porque es importante reconocerlo-, que nos explique por qué no es fácil, pero que nos explique también por dónde van a iniciar esta lucha y con qué objetivos, en qué dirección van a organizar las energías y la imaginación del pueblo para poder negociar en términos de dignidad, soberanía y justicia con los organismos financieros internacionales. Esperamos que nos expliquen que tal vez vamos a fracasar, pero que ése es el objetivo: la transformación del modelo de Estado neoliberal. Esto implica una reconstitución de las prioridades del gasto público y de la agenda pública. Pero, hasta hoy, no hemos escuchado de este grupo palabras sobre su concepción del modelo entre Estado, mercado y sociedad. Hasta hoy, lo que he escuchado es que piensan incrementar el gasto social con una recaudación de impuestos más efectiva. Esto está bien y es necesario, pero lograr que los ricos paguen impuestos no es ser anti-neoliberal.
En segundo lugar, la construcción activa de ciudadanía. Porque un modelo como el neoliberal no se cambia porque a los dirigentes se les antoja. Si la gente no está detrás de ese proyecto alternativo, si el proyecto no es una construcción popular, no irá a ninguna parte. No se puede, a mi juicio, combatir el neoliberalismo moviéndose únicamente dentro de la lógica electoral que lo legitima. La idea de construir ciudadanía y desarrollar la participación popular es indispensable. ¿Cómo se piensa movilizar a la gente y hacerla participar? Hoy, a esa movilización, hasta a esa palabra, se le tiene miedo, porque suena a chavismo. Pero yo no soy chavista ni es necesario serlo para entender la necesidad
de la movilización popular, que sería la señal de que estamos ante un movimiento anti-estructural, que naturalmente tendrá que desarrollarse poco a poco.
No vamos a esperar que esto se haga de la noche a la mañana. Pero a los políticos hay que medirlos por lo que dicen seriamente que van a hacer y por la manera cómo implementan poco a poco sus ideas. Vamos a respetar la complejidad de la vida, pero ¿hacia dónde vamos, cuál es el plan? Salir de la democracia neoliberal significa crear
un nuevo consenso y no se puede crear un nuevo consenso sin la participación de la gente. Cambiar a Nicaragua no dependerá nunca del consenso entre el grupo de Herty Lewites y el de Montealegre ni simplemente de un consenso entre la dirigencia del grupo de Lewites. ¿Cree la Alianza MRS en la participación ciudadana, en la movilización social, camina decididamente en esta dirección?
La tercera área en la que deben y pueden empezar a darse hoy mismo manifestaciones de resistencia anti-neoliberal, sin necesidad de tener dinero para la campaña, es la de la transformación de la cultura política nacional. Un grupo político que con sus palabras y acciones refuerce el pragmatismo resignado y esa visión religiosa ultraprovidencialista y mágica dentro de la que vive Nicaragua no logrará enfrentar el neoliberalismo. El neoliberalismo es un sistema dominante y con estructuras dominantes de las que no todo el mundo está consciente. Pero una cultura como la nicaragüense, donde las masas se ven obligadas a aceptar una realidad determinada por Dios o por la fortuna, o ahora determinada por ese “misterio” de la globalización -que en Nicaragua se maneja casi como la versión medieval de la idea de Dios-, un país así necesita ser transformado culturalmente y los políticos tienen la obligación de hacer esa transformación, de educar en otra cultura, de orientar, si son creyentes, hacia un cristianismo más responsable, no mágico, no supersticioso. Transformar la idea de Dios y la idea de Jesús, para entender que Jesús no fue el gran mago y que ser cristiano no es admirarse de los poderes extraterrestres de Jesús, también ayuda a luchar contra el neoliberalismo.
En estas tres áreas debemos evaluar las opciones políticas que hoy se nos presentan. No bastará, entonces, decir resignadamente que si el neoliberalismo ya está institucionalizado en Nicaragua, debemos evaluar las opciones electorales midiendo únicamente quién es antipactista y quién no. Eso no es suficiente. Hay que exigirles más que eso.
¿Por qué no pedirles que enfrenten el pacto neoliberal? ¿Por qué no exigirles un anti-pactismo que no sea neoliberal? Montealegre es una opción anti-pactista. Pero si nuestra opción es sólo enfrentar el pacto Alemán-Ortega, nos olvidamos del neoliberalismo, ese modelo económico, ese modelo de sociedad que define quién vive y quién muere hoy en Nicaragua.
Debemos de preguntarle también a los políticos: ¿Cuál es el costo humano que pagaremos por su propuesta? ¿Seguir como estamos y en el mediano plazo encontrar la solución? El PND nos decía que en 25 años íbamos a ver resultados. Y uno de esos resultados sería “transformar la mentalidad de los empresarios nicaragüenses”. El INCAE lleva más de
35 años fracasando en el esfuerzo de hacer, al menos, de nuestros empresarios capitalistas modernos!
Hay una falacia en los neoliberales cuando piden paciencia para el mediano y el largo plazo. La desnutrición en los niños más pequeños tiene consecuencias irreversibles y la niña que se prostituye hoy no va a ser feliz nunca.
¿Cómo hacerlos reaccionar? Habría que confrontarlos: ¿Si fuese tu hijo el que estuviera que esperar 25 años para ver los resultados, tendrías paciencia? Si esa pregunta les tocara de verdad, veríamos otro gobierno, otras prioridades y la imaginación se desbordaría en acciones para rescatar a tanta gente. Es importante señalar que los que le piden paciencia a los pobres no son “mala gente” o “gente indecente”. Simplemente, funcionan en un marco ideológico que los hace pedir esa paciencia.
Menciono este tema de la decencia y la indecencia porque hay quienes argumentan que si las categorías que hemos tenido que manejar los nicaragüenses fueron en algún momento somocismo-antisomocismo y después
sandinismo-antisandinismo, ahora esas categorías son decencia-indecencia, entendiendo que son decentes todos los antipactistas y que son indecentes todos los que defienden el pacto o no lo tienen en cuenta como un factor decisivo para elegir.
Me parece profundamente engañoso ese punto de vista. Hay que exigir honestidad y transparencia, y tenemos que luchar contra el pacto FSLN-PLC, pero también hay que exigir un modelo que no obligue a la gente a vivir según los vaivenes del mercado.
Desterremos la visión religiosa y falsamente moralista de la política. Y entendamos que es necesario conocer la visión de Estado que hay detrás de las ofertas políticas a las que nos enfrentamos los nicaragüenses. Es necesario saber cuál es el modelo de sociedad que tienen en mente los políticos. Es necesario cuestionarlos. ¿Están comprometidos
a reformar la función del Estado tal y como está institucionalizada hoy?
Si no hacemos estas preguntas, si no hay respuestas contundentes a esas preguntas, no esperemos que el neoliberalismo empiece a debilitarse, porque el neoliberalismo es una visión integrada y armónica. Y la única manera de combatirlo es entendiendo su armonía y desarrollando acciones de resistencia que nos lleven algún día, y ojalá pronto, a construir otro modelo, también armónico, que lo sustituya.
|