El Salvador
Un líder de izquierda, fiel al pueblo pobre
El 24 de enero, regresando de la toma de posesión
del nuevo Presidente de Bolivia, Evo Morales,
falleció, de un infarto fulminante, el dirigente del FMLN, Schafik Handal.
En El Salvador, en América Latina, y hasta en Belén, Palestina,
de donde emigró su familia,
muchos lloraron su muerte y celebraron su vida, su lucha y su legado.
José María Tojeira
Con su afán de vivir el momento, e incluso de mostrar el futuro antes de que se produzca, muchos periodistas salvadoreños preguntaban cuál será el futuro de la izquierda en El Salvador tras la muerte de Schafik Handal. Aunque no es el momento de contestar a esa pregunta ni es predecible el futuro con la claridad que algunos desearan, lo cierto es que la figura de este líder histórico, arropado en su muerte por el cariño de una inmensa multitud de personas, nos da algunas de las pautas que debe conservar la izquierda, y especialmente sus líderes, si quieren tener un futuro relevante en El Salvador. Aunque en tan pocas líneas no pretendo agotar la figura ni el legado de Schafik, creo que al menos tres cualidades del hoy difunto líder del FMLN son fundamentales para el futuro de la izquierda.
APASIONADO POR LA JUSTICIAEn primer lugar, no sería concebible una izquierda en el país sin una verdadera pasión por la justicia. Schafik la tenía y la presencia de una enorme cantidad de gente sencilla y de buena voluntad para despedirlo fue un reconocimiento de esto. En un país donde las diferencias entre ricos y pobres van sistemáticamente en aumento, donde es muy desigual la redistribución de la riqueza creada entre todos, y donde las instituciones -todavía de un modo muy relevante- favorecen al más fuerte, en vez de ser igualitariamente imparciales, no se puede hablar de izquierda sin proponer cambios estructurales en los diversos campos que garantizarían, ya reformados, una mayor justicia social.
COHERENTE Y AUSTEROEn segundo lugar, es imprescindible para la credibilidad de la izquierda el mantener una coherencia entre su accionar, su pensar y su vivir. Schafik podrá haberse equivocado en algunas decisiones y apreciaciones, pero es evidente que su discurso era siempre coherente con el deseo de justicia y de eliminación del sufrimiento al que, aun siendo evitable, están sistemáticamente sometidos los más pobres. Pero no sólo su discurso era coherente. Su modo de vida fue austero, y, aun estando tantos años en posiciones de alto liderazgo, no buscó en la política un camino de enriquecimiento personal.
La austeridad debía formar parte de cualquier modo de vida política, especialmente viviendo, como vivimos, en un país con tanta pobreza. Las negociaciones de conveniencia, la búsqueda de prebendas, la corrupción, eliminan cualquier posibilidad de la izquierda de jugar un papel representativo en nuestra historia.
UN HOMBRE DE DIÁLOGOEn tercer lugar, Schafik fue un hombre de diálogo. En vida, la derecha de El Salvador negó especialmente esta cualidad suya, cuando en realidad ha sido la derecha tradicional salvadoreña la que ha procedido habitualmente desde pautas autoritarias y ha estado casi siempre opuesta al diálogo. Sin embargo, en los acuerdos de paz -según dicen algunos de los que participaron en su gestación- este “líder histórico” -como se le ha llamado tan reiteradamente cuando murió- mostró una gran capacidad de escucha y una apertura grande para encontrar soluciones a los problemas que iban lógicamente apareciendo en la discusión.
El diálogo, como capacidad de entender posiciones ajenas y desde ellas hacer propuestas constructivas, es imprescindible en política. Pero es todavía más necesario cuando se quiere reformar una sociedad y avanzar en la reconstrucción de un tejido social golpeado por la falta de solidaridad. Y es tal vez porque no quiere cambios ni transformaciones, que la derecha tiene una tendencia tan sólida de oponerse a un diálogo sincero sobre los problemas nacionales.
EL PUEBLO LO HA RECONOCIDOAlgunas de estas cualidades deberían ser patrimonio de todos los políticos. La tradición de la derecha ha sido otra: la de defender la libertad, con una deriva perniciosa hacia la desregulación de la sociedad para favorecer la libertad económica a los más fuertes. La de la izquierda ha sido la de defender la solidaridad y la igualdad, con una deriva perniciosa hacia un fuerte predominio estatal como ente regulador de la igualdad. Pero en medio de estas diferencias, y desde un punto de vista ético, nadie puede prescindir del deseo de una justicia social mayor en el país, de una coherencia personal entre pensamiento, palabra y vida, y de la apertura a un diálogo franco para sacar a El Salvador de los graves problemas que lo aquejan.
Las coyunturas políticas llevan con demasiada frecuencia a la manipulación propagandística de las personalidades de los diversos partidos. En el caso de Schafik, la derecha tendía a pintarnos un ogro. La muerte, que no es tan mala como dicen, porque a menudo descubre y aquilata los valores de las personas, nos ha mostrado un Schafik diferente de como lo querían pintar -especialmente en tiempo de elecciones- sus contendientes políticos.
Un líder de izquierda, con los problemas que pueda tener una izquierda política, y simultáneamente una persona fiel a valores, coherente con ellos, y fiel sobre todo a un pueblo pobre y despojado de oportunidades. El pueblo salvadoreño, más allá de las propagandas, ha sabido reconocer multitudinariamente la calidad humana y política de Schafik. Todo un aviso para quienes creen que se puede manipular eternamente la opinión popular controlando los grandes medios de comunicación.
RECTOR DE LA UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA “JOSÉ SIMEÓN CAÑAS” DE EL SALVADOR. TEXTO PUBLICADO EN EL DIARIO CO-LATINO, 31 ENERO 2006.
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