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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 221 | Agosto 2000

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México

¿Principio del fin del PRI? ¿Fox cumplirá sus promesas?

El voto ciudadano ha comenzado a desmantelar el PRI. Llevará tiempo quitarle todos los privilegios acumulados durante décadas. Fox inicia su gestión asumiendo importantes compromisos. Requerirá de mucha presión social hacerlos cumplir.

Jorge Alonso

El 2 de julio del año 2000 se abrió la puerta para el desmantelamiento de uno de los partidos de Estado más viejos de la historia mundial. El PRI, un partido corroído por la corrupción, realizó todo tipo de esfuerzos para conservar el poder presidencial. Hizo un escandaloso manejo de recursos, protegió a financieros defraudadores para asegurar complicidades, utilizó recursos públicos a manos llenas para la compra, la coacción y el condicionamiento del voto, organizó una dispendiosa campaña sucia en contra del candidato de la Alianza por el Cambio (coalición del PAN y del Partido Verde). Nada le bastó.

Pese al fraude documentado por los observadores de Alianza Cívica, Global Exchange y otros organismos internacionales, el voto joven dio el triunfo a Vicente Fox, el candidato de Alianza por el Cambio. También influyó en ese triunfo el llamado "voto útil" de una porción importante de simpatizantes del PRD y de Cuauhtémoc Cárdenas. Una corriente dentro del PRD promovió el voto "cruzado": por Fox para Presidente - con tal de derrotar al PRI- y por López Obrador - candidato del PRD- como jefe de gobierno del Distrito Federal. La elección del 2 de julio resultó un referéndum perdido por el partido de Estado.

PRI en baja, pan en alza

El voto priísta ha ido en descenso. En la elección presidencial de 1982 consiguió el 70.9% de los votantes. En 1988, el 50.4%, con un enorme fraude. En 1994 el 50.2%, apoyado en el voto del miedo. Y en el 2000, el 36%. En 1988,Cuauhtémoc Cardenas, al frente del PRD, retó al sistema y ganó la elección, pero la victoria no le fue reconocida. Después de que el gobierno maquilló las cifras, le asignarón un 30.9% de los votos. Seis años después, en 1994, Cárdenas volvió a competir por la Presidencia y logró un 17.1%. En el año 2000 desdeñó una alianza con el PAN que la mayoría de la población le demandaba, y aliado con pequeños partidos al frente de la llamada Alianza por México, sólo consiguió un 16.6%. El PAN ha tenido votos en ascenso. En 1982 tuvo un 15.6%. En 1988 subió al 17%. En 1994 logró el 26.7%, y en el 2000, en alianza con el Verde, el 42.5%. Comparando los votos en cada una de las tres boletas, se puede calcular que el "voto útil" por Fox constituyó un 11% del total de los votos que le dieron el triunfo.

Llevará tiempo y habrá resistencias

El electorado abrió las puertas a la desestructuración del partido de Estado al quitarle al PRI la Presidencia de la República. Pero el PRI cuenta todavía con 21 de los 32 gobernadores de estados y con el gobierno de la mayoría de los municipios del país.

La composición del actual PRI como partido de Estado implicó un largo proceso: su formación como arena para dirimir conflictos entre jefes regionales armados, la estructuración corporativa entre sectores (los obreros, los campesinos, el sector popular y un sector innominado de los grandes empresarios), la centralización de las decisiones en la Presidencia, el tejido de relaciones y de complicidades con los poderes económicos más prominentes, entre ellos los financieros y los de los medios de comunicación. Ha sido un largo y complejo proceso de décadas.

En las elecciones del año 2000, el PRI perdió la pieza más importante de este aparato, desde la que emanaba el autoritarismo y la cohesión: la Presidencia de la República. Todavía falta que ese partido deje de usurpar los colores patrios, que en cada región los gobernadores no sigan haciendo uso de los recursos públicos para favorecer al partido, que haya libertad sindical y se acabe con el corporativismo sindical que todavía tiene peso, especialmente para frenar acciones de cambio. Lo que ha comenzado es el desmantelamiento del partido de Estado, con la posibilidad de que el PRI se convierta en un partido más, sin privilegios, dentro del sistema de partidos del país. Pero eso llevará tiempo, y no sucederá sin fuertes resistencias.

Un escenario muy plural

En la elección de diputados, Alianza por el Cambio alcanzó el 38.2% (tres años antes el PAN había llegado al 26%); el PRI se quedó con 36.9% (perdió 2.2% respecto a la anterior elección); y el PRD bajó de 25.7% a 18.8%. El voto le dio la Presidencia a Fox, pero se la entregó muy acotada. Terminadas las elecciones, las coaliciones - las dos Alianzas- desaparecieron y los pactos previos destinados a repartir cargos se tuvieron que cumplir. Las cifras iniciales de la elección -sancionadas en agosto por el Tribunal Electoral- apuntaban a los siguientes repartos: el PRI (que fue solo y no tiene que repartir con otros partidos) se quedaría con 210 diputados; el PAN con 207; el PRD con 52; el Verde con 15; el PT con 8; Sociedad Nacionalista con 3; el PAS con 2 y Convergencia Democrática con 3. El más afectado fue el PRD, que tuvo que repartir mucho y a quien la Alianza por México no le reportó incremento de votos. En el Senado, los escaños se distribuirían así: PRI: 60, PAN: 46, PRD: 15, PV: 5, PT: 1, Convergencia Democrática: 1. La jefatura de gobierno del Distrito Federal la ganó el PRD.

Las cifras muestran un escenario muy plural. Ningún partido tiene la mayoría en ninguna de las dos Cámaras. Ninguno puede por sí mismo aprobar una ley, y menos hacer un cambio constitucional. Se requerirán diálogos y acuerdos.

El pacto de Chapultepec

Desde su campaña, Vicente Fox planteó un gobierno de concordia. Prometió formar un gobierno de transición. Anunció -y cumplió- que después del 2 de julio llamaría al Pacto de Chapultepec, un gran acuerdo entre todas las fuerzas políticas. Lo comparó con el Pacto de La Moncloa, pieza clave en la transición a la democracia de la España postfranquista.

Fox presentó diez puntos básicos de agenda a desarrollar en los primeros mil días de su administración. Identificó esos puntos con grupos de otras fuerzas políticas. Sin embargo, tanto el PRI como el PRD se han negado a firmar este Pacto. A ambos partidos la derrota les ha significado el acrecentamiento de las pugnas internas. En el PRI hay tendencias que quieren apoderarse de su dirección, controlada todavía por la actual Presidencia de la República. Hay amenazas de rompimientos y de creación de partidos con base regional. En el PRD también hay descontento por la disminución de puestos y de recursos de financiamiento público, debido al descenso de votos y a las corrientes internas, que en lugar de hacer una autocrítica han aprovechado la ocasión para incrementar sus disputas.

Fox: acuerdos con el centro-izquierda

Otro de los acotamientos con los que Fox llega la Presidencia es un conjunto de pactos acordados con varias fuerzas, sobre todo de centro-izquierda. En un acto solemne en donde estuvieron presentes representantes del que fuera el Partido Comunista y otros representantes de tendencias de izquierda, Fox se comprometió a mantener el carácter laico del Estado mexicano y de la educación pública; a promover reformas legales y constitucionales que limitaran las facultades del Presidente y garantizaran la autonomía y equilibrio de poderes. Se comprometió también a respetar la libertad, diversidad y pluralidad de la sociedad y a no usar nunca el poder del Estado para imponer estilos de vida, creencias religiosas o códigos de comportamiento. Aceptó también el reto de generar las condiciones para la solución pacífica del conflicto en Chiapas, el desarme de los grupos armados en el país, y un aumento sustantivo de recursos para la educación pública. De acuerdo con estos compromisos no podría privatizar la empresa de petróleo ni los servicios de electricidad.

El "voto útil" por Fox

En base a estos acuerdos, los nuevos aliados de Fox se comprometieron a promover el "voto útil" a su favor para derrotar al PRI y firmaron acuerdos para un Gobierno de Transición Democrática, destacando que la plataforma para esa transición era posible porque la mayoría de los ciudadanos la hacía suya. En la campaña se dijo que el futuro del país enarbolado en las banderas del PAN y del PRD eran irreconciliables. Sin embargo, meses antes, ocho partidos de oposición encabezados por el PAN y el PRD habían logrado establecer un programa de gobierno común. El entrampamiento que dio al traste con la alianza PAN-PRD no fue ideológico y programático. Consistió en desacuerdos sobre el mecanismo para elegir al candidato a la Presidencia.

PAN-PRD: la alianza que no fue

En el programa de una eventual alianza PAN-PRD se establecía que los cambios estructurales y pacíficos debían sustentarse en políticas públicas y en nuevas relaciones de poder político, social y económico en la sociedad mexicana, que generaran oportunidades para quienes carecían de ellas. Se hizo énfasis en señalar que la política asistencialista no era solución para el problema de la pobreza. Se anunció que se mantendría el carácter gratuito y laico de la educación pública y que el gobierno que emanara de la alianza promovería por todos los medios el mejoramiento de la calidad de la educación. Se estableció apoyar preferencialmente a las mujeres para superar sus condiciones de desigualdad y de exclusión y ofrecer a los jóvenes mayores oportunidades de empleo, educación y recreación en un ambiente de libertad y seguridad. Se anunció que se rompería con las prácticas clientelares, excluyentes, corporativistas y caciquiles que han permitido manipular la pobreza para fines políticos, como un primer paso para avanzar en la justicia, haciendo que la ley fuera para todos.

Se acordó reconstruir y democratizar las instituciones de apoyo al desarrollo rural, la educación, la salud y los programas de bienestar comunitario, para que las comunidades tomaran las decisiones que promuevan su desarrollo. Se decidió combatir la corrupción con decisión y eficacia, empezando por los altos niveles de la función pública, estableciendo un sistema efectivo de rendición de cuentas, eliminando la impunidad y las complicidades entre los funcionarios públicos y haciendo transparente la administración pública con el seguimiento de los resultados del ejercicio del gasto. Se estableció que se garantizaría el derecho a la información para que cualquier ciudadano pueda estar enterado del ejercicio de la función pública, en el marco de un sistema de rendición de cuentas.

Una plataforma desenterrada

Esta plataforma fue desenterrada por los nuevos aliados del PAN, que se la dieron a firmar a Fox cuando era candidato presidencial de la Alianza por el Cambio. A la plataforma se le hicieron unos añadidos: el gobierno de transición se comprometía a respetar las libertades de los individuos, los grupos sociales y las etnias, primordialmente en lo referido a sus costumbres y formas de vida; el modelo de desarrollo que debía adoptar el nuevo gobierno reconocería que la Naturaleza es un bien patrimonial, que todos los mexicanos tienen derecho a un ambiente sano y que los patrones de aprovechamiento y manejo de los recursos naturales deben garantizar que las actuales y futuras generaciones podrán hacer uso del capital natural para satisfacer sus necesidades. El gobierno de transición tendría también que pronunciarse por un sindicalismo libre y plural; manifestarse en contra del corporativismo; impulsar un programa nacional de recuperación salarial y una reforma laboral y productiva. Fox firmó el documento de programa de la fallida alianza PAN-PRD con todos estos añadidos.

Más compromisos con el centro-izquierda

Una semana antes de las elecciones, otro grupo de centro-izquierda promovió una declaración que sostenía que la alternancia en la Presidencia de la República se podía lograr a través de las urnas, completándose así el ciclo de la transición democrática iniciado desde hacia varios años. Este grupo recordó que la alianza de la oposición que se había intentado a finales de 1999 no se había podido realizar, a pesar de que gozaba del apoyo mayoritario de la sociedad, y afirmó que la alternancia sólo sería posible si se consolidaba el candidato opositor. El grupo convocó a votar por Fox para alcanzar la tan deseada alternancia.

No era un llamamiento sin más. Previamente, se le solicitó al candidato panista que firmara con este grupo una serie de compromisos: establecer un gobierno plural e incluyente; nombrar mexicanos progresistas en carteras como SEDECOL (combate a la pobreza) y PEMEX (petróleo); tener tolerancia a la diversidad; garantizar el respeto absoluto a todas las minorías; impulsar un Estado promotor de una economía que apoye a los pequeños empresarios y canalice recursos masivos hacia las regiones más pobres para ser administrados por las comunidades; reconocer la autonomía de los pueblos indígenas y adoptar de inmediato los Acuerdos de San Andrés; y respetar las conquistas de las mujeres, ratificando los convenios internacionales en materia de derechos de la mujer.

La agenda de poder ciudadano

Cuatro días antes de las elecciones, una red de organizaciones ciudadanas denominada Poder Ciudadano sacó un desplegado en el que llamó a los ciudadanos a ejercer la libertad al votar y anunció que después del 2 de julio exigiría al ganador el cumplimiento de todas estas promesas.

También hacía una breve historia de esta red ciudadana. Como punto de partida, una importante experiencia habían sido los foros regionales, entre agosto y octubre de 1999, a través de los cuales se había construido el consenso de una Agenda Nacional de la Sociedad Civil. Un movimiento de más de 600 organizaciones civiles, sociales y ciudadanas se constituyó entonces con el nombre de Poder Ciudadano. En marzo del 2000, cinco de los seis candidatos -sólo quedó fuera el del PRI- aceptaron la invitación a recibir la Agenda y a tomar posición ante ella. El 2 de junio, los cinco candidatos firmaron Compromisos y Responsabilidades con Poder Ciudadano. Tres aceptaron la Agenda y la firmaron en su totalidad. Cárdenas amplió lo de la pacificación de Chiapas con el inmediato envío al Congreso de la iniciativa de Ley de la COCOPA. Fox aceptó doce puntos de la Agenda y matizó los otros doce Poder Ciudadano convocó a hacer valer todo lo firmado.

Compromisos con Chiapas

Alianza por el Cambio (conformada por el PAN y el Partido Verde) publicó un compromiso de Vicente Fox con los pueblos indígenas de México. Se comprometía a crear el Consejo Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas; a dedicar tiempo oficial en los medios para la promoción de la cultura y tradiciones indígenas; a generar programas de desarrollo regional con inversión y con la participación de las comunidades indígenas; a convertir el documento de la COCOPA en una iniciativa del Ejecutivo y a enviarla al Congreso el primer día de su gobierno; a proceder desde el primer día al desarme de los paramilitares; a reiniciar el diálogo con el EZLN sobre temas pendientes; y a nombrar un Comisionado que tenga el reconocimiento del EZLN y de las organizaciones indígenas independientes.

Antes de su elección, Fox enfatizó que establecería un gobierno plural, incluyente y de transición democrática; que respetaría la educación laica y gratuita; que mejoraría el sistema de salud pública; que promovería la cultura y los valores de México; que garantizaría la tolerancia a la diversidad y a la plena libertad sindical; que reconocería la autonomía de los pueblos indígenas y adoptaría de inmediato los acuerdos de San Andrés; que promovería el respeto pleno a las conquistas de las mujeres; y que tendría un compromiso irrestricto con la libertad de expresión. Para que todo este amplio e importante conjunto de compromisos adquiridos por el Presidente electo sean cumplidos, los grupos de la sociedad civil no deben bajar la guardia.


Objetivos fallidos del PRI en Chiapas

Chiapas ha seguido siendo un tema central en la política mexicana. En Chiapas operan al menos 15 grupos civiles armados. Diez son claramente paramilitares, compuestos por priístas y financiados por el gobierno. El Ejército ha ido asfixiando cada día más a las comunidades indígenas. A finales de mayo, diversas organizaciones civiles demandaron a los candidatos a la Presidencia de la República la salida de Chiapas de la Policía Federal Preventiva y el repliegue del Ejército, señalando que la situación de guerra se había recrudecido. En junio, se organizó un encuentro nacional de la sociedad civil por la paz y contra la militarización. El Comandante David y el Subcomandante Marcos enviaron al encuentro un comunicado en el que destacaban que los convocados y convocadas a esa reunión representaban un arco iris de lo mejor de México. Recalcaron que en tierras chiapanecas la guerra gubernamental en contra de los pueblos indios seguía en marcha aunque el proceso electoral relegara este tema. En los meses de campaña, la maquinaria del Estado mexicano se movilizaba en Chiapas con un doble objetivo. Por un lado, tratar de asegurar la imposición del nuevo "señor de la guerra," Francisco Labastida, el candidato del PRI. Por otro lado, dejar todo listo para una acción policial-militar de gran envergadura en contra del EZLN.

El 16 de junio, ya fuera de su cargo pastoral, el obispo emérito Samuel Ruiz declaró que hacía falta un nuevo diagnóstico del conflicto en Chiapas, una nueva mediación y otra mesa de diálogo.


Marcos y las elecciones

Días antes de la elecciones, el Subcomandante Marcos sacó un comunicado en el que advertía que los medios llevaban la voz cantante y sustituían al ciudadano como elector. Marcos denunció el uso indiscriminado de encuestas, hechas sin rigor e introducidas como un elemento más de la campaña y no de una información veraz. La pretensión era que el ciudadano no tomara su decisión ante las distintas opciones políticas sino ante los medios, pero esta expresión de "modernidad" no garantizaba el tránsito a la democracia sino sólo muchas ganancias a los dueños de medios. Marcos indicó que la difusión de información no estaba siendo equitativa pues el PRI arrasaba en los tiempos estelares, los medios habían optado por el escándalo y los candidatos por el insulto, la infamia, y el chisme, convirtiéndose los periodistas en jueces de lo que comunicaban. Los zapatistas reclamaban el derecho a la información.

Marcos hacía ver que, pese al apoyo abrumador y escandaloso del gobierno al PRI, el descontento ciudadano era crecientemente elocuente y vaticinó que el PRI perdería la Presidencia. A pesar de recordar que a los zapatistas todas las desgracias les habían venido de los gobiernos del PRI, Marcos no se manifestó partidario del "voto útil" porque la política es "cuestión de principios". Al nuevo gobierno -estuviera en manos de quien fuera- le enviaba un mensaje: si optaba por la violencia de baja intensidad, la simulación y el engaño, recibiría de los zapatistas el desprecio y la desconfianza; si quería el verdadero diálogo, los zapatistas dialogarían. Al presentar al equipo que prepara la transición, el electo Presidente Fox enfatizó que Chiapas es una prioridad. Los municipios zapatistas no dejaron de manifestar su desconfianza, temiendo que con Fox proseguiría el neoliberalismo con otras fachadas.

En un comunicado al gobierno de Fox, y haciendo referencia a una lejana declaración de Fox en la que él prometía terminar en quince minutos con el conflicto en Chiapas, el Premio Nobel José Saramago apuntó que en sólo "cinco minutos" se podía resolver el problema: bastaría con dar una orden para que se retirara el Ejército de la zona, se desarmara a los grupos paramilitares y se refrendaran los acuerdos de San Andrés.

¿Paz en Chiapas?

Después de las elecciones el 20 de julio, el equipo de Fox anunció que se duplicaría el gasto público para combatir la pobreza, y que el eje principal de la política social sería la educación pública, laica, gratuita, de calidad y con valores. En esos días, la Premio Nobel guatemalteca Rigoberta Menchú se reunió con Fox y anunció que trabajaría por la paz en Chiapas. El panista Luis H. Alvarez, quien hizo una buena labor cuando estuvo en la COCOPA, fue encargado por el Presidente electo para establecer contacto con el Subcomandante Marcos y elaborar una agenda con el EZLN.

El 20 de agosto Chiapas elige gobernador. En las elecciones federales, fue en el estado de Chiapas donde más fraudes se cometieron. Si el PRI continúa al frente de la entidad, se tornará difícil la solución del conflicto, pues aunque se retire el Ejército y se adopten los acuerdos de San Andrés, las fuerzas locales seguirán hostigando a los zapatistas a través de paramilitares. Ocho partidos se han aliado para derrotar al PRI en Chiapas: PAN, PRD, PV, PCD, PSN, PAS, PT y Convergencia por la Democracia. Las encuestas de finales de julio anunciaban que esta alianza opositora tenía una ventaja de 17 puntos sobre el PRI.

Las elecciones federales del 2 de julio arrojaron dos resultados favorables a las fuerzas promotoras de la paz. El primero: el PRI perdió la Presidencia de la República. El segundo: un partido paraestatal, el Partido Democracia Social, apoyado desde la Secretaría de Gobernación, que en su dirigencia tiene a salinistas y que integró entre sus candidatos en Chiapas a militantes de un grupo paramilitar denunciado por los zapatistas, perdió su registro y dejo de existir.

¿Qué va a pasar? un amplio debate

En la prensa nacional, y previamente a la jornada electoral, los académicos protagonizaron un amplio debate. Pablo González Casanova apoyaba al PRD y se pronunciaba en contra del "voto útil". Wallerstein y Chomski afirmaban que la alternancia era más una ilusión que un paso democrático real, porque detrás de todos persistía la dictadura empresarial. Sin embargo, aceptaban que si la alternancia abría espacios para el debate de opiniones de política real entonces podría generarse algo diferente. Pero advertían que las estructuras reales del poder, las de la dictadura empresarial, podrían quedar intactas y ocultas.

Después del triunfo de Fox, el español Roitman consideró que no habría una transición sino sólo el cambio de partido en el poder. Sobran los análisis y las polémicas sobre el significado de la derrota del PRI. Hay quienes afirman que se dará un cambio de régimen, otros creen que no habra transición sino sólo el cambio de partido en la Presidencia. Entre las ONGs también hay debate. Unas ven al nuevo gobierno como un peligro y le achacan la perspectiva de ver a los ciudadanos como clientes y de tener una concepción empresarial de "calidad total" con la que no se pueden resolver los problemas de los pobres y de los marginados. También hay agrupaciones que aducen que la derrota del PRI abre una oportunidad.

El PRI y el PRD han anunciado que no aceptarán que ninguno de sus miembros sea incorporado al gabinete de Fox. Sin embargo, el PRD y el PAN -después de negativas del PRD- declararon su disposición a dialogar sobre la agenda nacional. El PRD propuso crear una Comisión "de manos limpias" para esclarecer los escándalos financieros, mientras Fox sigue buscando acuerdos mínimos de gobernabilidad.

Predominan el alivio y la esperanza

La transición del PRI al PAN se ha estado preparando de una manera tersa, sin mayores sobresaltos. El nuevo gobierno recibe muchas presiones. Las más poderosas van en el sentido de que prosiga con el modelo neoliberal. Pero el PAN no podrá gobernar solo. Y así como construyó puentes para ganar la elección, tendrá que hacer muchos acuerdos para poder gobernar. Esto abre muchas posibilidades a las agrupaciones que desde el centro-izquierda acordaron tan amplia gama de medidas con el entonces candidato. Dejado a su propia inercia, el nuevo Presidente no cumplirá con lo acordado. Se necesitará de la presión social, la vigilancia y la acción social y política de las fuerzas populares. Lo más cierto es que sin una política social visible y firme, la transición a la democracia quedará trunca.

A pesar de todos los límites y de todas la incertidumbres, no se puede negar que para la mayoría de los mexicanos la herencia de este partido de Estado era ya terriblemente onerosa en la vida política, económica y social. Por eso, el triunfo de un candidato opositor ha abierto las puertas para que una movilización ciudadana, plural y convergente, pueda empujar más cambios y termine la tarea de desmantelar todo lo que queda de ese partido. Apartada del todo esa gran traba, los desafíos de la pobreza, de la democracia participativa y deliberativa, seguirán ahí, pero la vía estará ya más despejada. México entero experimenta hoy un masivo sentimiento de alivio y estrena nuevas esperanzas.

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